Hace un tiempo, me di cuenta de que un pequeño tumor que había tenido en el cuerpo durante varios años se estaba agrandando a un ritmo alarmante y volviéndose feo y doloroso. Antes había aceptado el tumor pensando que era inofensivo, pero ahora ya no podía ignorarlo.
Como Científico Cristiano, sabía que tenía que orar y pedir la guía y la ayuda de Dios. También llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara por mí y me ayudara a reconocer que, por ser un ente espiritual, yo era invulnerable y no podía ser tocado por la mentira de que hay vida en la materia.
Lo increíble no fue tanto lo que me dijo el practicista, como las inspiradas verdades que fluyeron en mi consciencia durante todos esos días que él estuvo orando por mí. Tuve que conseguir un cuaderno para escribirlos todos.
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