Durante algún tiempo, me desperté por la noche con dolores agudos en la parte inferior del abdomen, un fenómeno que me preocupaba cada vez más. Mis lecturas regulares de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, el cual es el libro de texto de la Ciencia Cristiana, me consolaban, pero el dolor parecía persistir e incluso empeorar.
Afirmaba fielmente que todas las ideas espirituales que componen nuestra verdadera identidad espiritual y perfecta están conformadas y sostenidas por la ley divina. Y la ley de Dios asegura la armonía de las funciones indestructibles del hombre verdadero.
En Ciencia y Salud leemos: “Cuanto menos se diga de la estructura y de las leyes físicas, y más se piense y se diga acerca de la ley moral y espiritual, más elevado será el estándar de vida y más serán alejados los mortales de la imbecilidad o de la enfermedad” (pág. 197).
Refuté la noción de que los síntomas físicos pueden afectar la condición de nuestro verdadero ser, el cual es espiritual. Dios, la Vida divina, es seguro, útil y nunca está sujeto a mentiras sobre Su naturaleza o Su creación. Dios, la inteligencia suprema justa e imparcial, vela constantemente por todas Sus maravillosas ideas, las que nos incluyen a cada uno de nosotros. En mis oraciones le pedí a nuestro Padre omnisciente que abriera mi pensamiento a una mejor comprensión del hombre y de Dios.
Una noche, abrí mi Biblia pidiéndole a Dios que me guiara en Su infinita sabiduría. Mis ojos se fijaron en el capítulo 15 del primer libro de Samuel, en el que este reprende a Saúl por desobedecer a Dios, e incluso le dice que Dios haría que otro tomara su lugar como rey. Cuando leí: “El obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros” (versículo 22, LBLA), me di cuenta de que la obediencia a Dios es una virtud primordial porque afirma Su autoridad, como se especifica en el Primer Mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí”.
La obediencia a Dios Todopoderoso garantiza el éxito. Tener un solo Dios incluye reconocerlo como el único verdadero creador y fuente del bien ilimitado para todos. Esto cierra la puerta de la consciencia al temor. Pertenecemos al Espíritu divino, quien nos hace libres. La sustancia divina es inmutable; Dios nos crea como Su propio reflejo y mantiene todo lo que es verdadero acerca de nosotros, guardándonos seguros y completos. Nuestro Padre celestial es digno de confianza y triunfa sobre todo, ahora y para siempre.
Estas ideas me alentaron a que viera que mi razonamiento espiritual sobre la salud no podía ser engañado por las pretensiones de la materia. El Principio del hombre real es inconfundiblemente bueno y permanente, y ese “hombre” nos incluye a todos nosotros por ser la representación de la Mente divina.
Esa noche, mientras oraba de esta manera, el dolor que había sido incesante desapareció. Para mí, fue la confirmación de que Dios está constantemente velando por todos nosotros, Sus hermosas ideas. Esta lección de perseverancia ha fomentado mi confianza en el amor ilimitado de la siempre generosa Verdad divina. Estoy alegre y agradecido por la regeneración mental que tuvo lugar en esta demostración de la unidad del verdadero hombre con su fuente sublime, Dios.
Tiempo después, se produjo otra curación cuando, durante un período de varios días, tuve dolor en un costado. De ninguna manera iba a aceptar esta imagen de dolor como parte de mi verdadera identidad, así que decidí profundizar mi comprensión espiritual del “cuerpo”.
Abrí Ciencia y Salud, que define templo como “cuerpo; la idea de la Vida, la sustancia y la inteligencia; …” (pág. 595). Esto me ayudó a ver que la Vida, Dios, jamás nos hizo en una forma material, y que el Espíritu, con facilidad, nos inspira con la realidad de que nuestra naturaleza es totalmente espiritual. También razoné que todas las funciones de nuestro ser están gobernadas por la infalible Mente divina.
Mientras oraba resuelta e incansablemente para comprender mejor esto, pensé de nuevo en la curación anterior, en la renovación de mi pensamiento que había tenido lugar, y en lo que el apóstol Pablo dice en su Segunda Epístola a los Corintios: “Confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor” (5:8). Esa idea de permanecer confiadamente con Dios, tener un solo Dios, fue muy útil.
Pronto noté que el dolor en mi costado había desaparecido.
Me gustaría expresar mi profunda gratitud por el pastor de la Ciencia Cristiana, los dos libros: la Santa Biblia y Ciencia y Salud. En ellos se encuentra la inspiración que satisface todas nuestras necesidades en todo momento.
Christian Georges Martin
Fos-sur-Mer, Francia
