Es con profunda gratitud a Dios y por haber aprendido a orar de la manera en que se enseña en la Ciencia Cristiana que ofrezco este testimonio.
Hace varios años, nuestro hermano se fue de casa para ir a aprender el oficio de nuestro tío en otro país. En cierto momento, mientras estaba en el extranjero, viajó solo a otra provincia. Nuestra familia no supo de él por mucho tiempo. Usamos todos los medios a nuestra disposición para encontrarlo, pero fue en vano.
Mi mamá sugirió que oráramos por él. Mis hermanos y yo habíamos aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana que Dios es omnipotente, omnisciente y omnipresente. También sabíamos que Dios es Amor, y que todos somos creados a Su imagen espiritual. Esto nos aseguró que nuestro hermano de ninguna manera podía estar separado de Dios, el Amor. Jamás, bajo ninguna circunstancia, podía encontrarse en una situación en la que el amor de Dios no pudiera acudir en su ayuda.
Estos hechos espirituales fueron especialmente reconfortantes, porque hubo períodos en los que nos enteramos de que había habido asesinatos y malos tratos a los extranjeros que vivían en la región donde pensábamos que probablemente estaba nuestro hermano. Esta información aterrorizó a nuestra familia. Recurrimos a ciertos pasajes conocidos de la Biblia, especialmente los Salmos veintitrés y noventa y uno.
Esos pasajes nos recordaron el amor salvador de Dios que está presente en todas partes y bajo toda circunstancia. El Señor, nuestro Pastor, mantenía a salvo la vida de nuestro hermano, y la vida de cada hijo de Dios. Su amor es capaz de protegernos de todo tipo de peligro. Nos refugiamos espiritualmente en lo que Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (pág. 494).
Gracias a todas estas verdades espirituales, nos mantuvimos a la espera del regreso de nuestro hermano, aun cuando transcurrieron varios años. Cada día que pasaba, atesorábamos la idea de que nuestro hermano —como es el caso para cada hijo de Dios— realmente existía en la Mente divina, el Amor, donde todo está en paz y seguro. Este maravilloso himno del Himnario de la Ciencia Cristiana resume cómo la oración ayudó a la atmósfera mental de nuestra familia durante esta época difícil:
Profundo y amplio es mi pensar
cual credo celestial,
que calma la necesidad:
es el pensar en Dios.
Su bendición Dios siempre da,
con esperanza voy;
pues lo que tengo frente a mí
es el pensar en Dios.
La fuerza al mártir dio
paciencia y amor,
es fuente que se originó
en el pensar en Dios.
De mi sendero es la luz,
apoyo sin igual;
lo que descanso y fuerza da
es el pensar en Dios.
(Frederick L. Hosmer. N° 260, trad. y adapt. © CSBD)
Entonces, un día, nuestro hermano regresó. Fue un momento especial en la historia de nuestra familia. En verdad, las palabras no eran suficientes para agradecer a Dios. Fue un tiempo de celebración.
Nuestro hermano nos dijo que durante su estancia en el extranjero había enfrentado muchos problemas, los que finalmente se habían resuelto. En un momento dado, había sido arrestado con cargos falsos y encarcelado sin ningún proceso legal o juicio. Ignoraba cómo salir de allí, y nadie en la familia sabía dónde estaba. Una mañana, el alcalde de la prisión le dijo que se podía ir. Le informaron que un oficial militar había venido a la prisión y pedido que liberaran a nuestro hermano. Este oficial nunca se comunicó con él, ni dejó ninguna información de contacto.
Nuestro hermano nos contó la historia lleno de gratitud a Dios porque él, como nosotros, estaba convencido de que Dios lo había ayudado a salir de esa prisión y a regresar a casa, sano y salvo.
