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Original Web

El bulto se disolvió

Del número de octubre de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 1º de agosto de 2022 como original para la Web.


Durante muchos años, estuve consciente de un bulto duro debajo de la piel de mi muslo. Realmente no me molestaba, excepto que algunos creían que podía convertirse en un problema grave en algún momento.

Con el correr de los años, el bulto fue creciendo, y comenzó a cambiar el contorno de mi pierna. Me sentía extremadamente cohibida a causa de ello y anhelaba sanar mediante el tratamiento de la Ciencia Cristiana, pero las distracciones de la vida diaria y la idea de que no era algo urgente hacían que mis oraciones fueran esporádicas.

Llegó un momento en que supe que debía tratar este problema de una manera u otra. Parecía afectar la circulación en mi pierna, y había otras señales que no eran alentadoras. Sabía que tenía que decidir cómo tratar esto, ya fuera a través de métodos materiales o mediante la Ciencia Cristiana.

Había asistido a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, donde aprendí que Cristo Jesús era el Mostrador del camino, que todas sus obras tuvieron el propósito de enseñarnos acerca de la Verdad espiritual, y que podíamos seguir su ejemplo y hacer lo que él hizo, incluso sanar la enfermedad y el pecado. Me había apoyado toda la vida en la Ciencia Cristiana, y siempre había encontrado que era eficaz, por lo que fue natural para mí elegir el tratamiento de esta Ciencia.

No obstante, hacía bastante tiempo que no llamaba a un practicista de la Ciencia Cristiana, y no sabía a quién llamar. Recurrí a Dios en busca de guía. Después de un tiempo, tomé una decisión e hice una cita en una oficina, ya que quería reunirme en persona. Pensaba que esta curación podía tomar tiempo, y prefería las visitas presenciales.

Nos reunimos, y la primera pregunta que me hizo el practicista fue: “¿Crees que la Ciencia Cristiana sana?”. Esto me sorprendió porque sentí que era obvio que lo creía, ya que estaba allí, pero me tomé un momento para reflexionar sobre la pregunta. Mi respuesta fue “Sí”, pero expresé mi preocupación por mi capacidad para probarlo en este caso, ya que el problema había persistido durante mucho tiempo. A partir de allí, él me habló de mi naturaleza divina y de todo lo que soy espiritualmente. No conversamos mucho entre nosotros, pero él habló sobre las verdades absolutas de Dios y el hombre y del universo de Dios, y que yo estoy incluida en eso.

Cuando me marchaba en dirección a mi auto, me embargó una maravillosa sensación de libertad y alegría. Literalmente di un pequeño salto en la acera y recuerdo que me dije a mí misma: “¡De verdad creo que esta curación es posible!”.

Durante los días siguientes, estuve en contacto constante con el practicista por teléfono. Hubo cambios en el bulto y algunos de los síntomas me alarmaron. Cada vez que llamaba, el practicista me redirigía tranquilamente a mi naturaleza espiritual, natural y normal que estaba absolutamente intacta y era perfecta. Pasé gran parte de mi tiempo leyendo varios escritos de Mary Baker Eddy, entre ellos Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras junto con la Biblia, y las publicaciones periódicas de La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana.

Mientras hacía tareas o realizaba otras actividades, me ponía los auriculares y escuchaba diferentes selecciones de audio sobre curaciones de la Ciencia Cristiana disponibles en mi teléfono. Un día, mientras estaba afuera regando algunas plantas nuevas, escuché una conferencia de la Ciencia Cristiana.

La conferenciante había lidiado con una dificultad similar a la que yo estaba enfrentando, y su referencia a una cita en Ciencia y Salud me llevó a dejar la manguera y buscarla. En la página 242 dice: “El amor propio es más opaco que un cuerpo sólido. En paciente obediencia a un Dios paciente, laboremos por disolver con el solvente universal del Amor el adamante del error —la voluntad propia, la justificación propia y el amor propio— que lucha contra la espiritualidad y es la ley del pecado y la muerte”.

El pasaje usa la palabra adamante como sustantivo, lo cual era diferente de la forma en que siempre lo había leído, como un adjetivo. Había estado pensando que significaba inflexible o la insistencia del error, pero como sustantivo el diccionario Webster define adamante como “una piedra (tal como un diamante) que anteriormente se creía que era de una dureza impenetrable” o “una sustancia irrompible o extremadamente dura”.

Esta definición me llevó en una nueva dirección, ya que podía relacionarme con esta idea de una piedra dura e impenetrable. A menudo había hecho la analogía de que el bulto era como un barómetro simbólico que medía mi capacidad para demostrar la curación en la Ciencia Cristiana, y que la forma de mi pierna sería el indicador de mi éxito. Este barómetro imaginario no tenía una lectura favorable, y me culpaba totalmente y me criticaba muchísimo a mí misma. Creía que la curación no se produciría hasta que superara las características negativas que percibía en mí. Este enfoque erróneo de la curación basado en un falso sentido del yo y de la responsabilidad personal era el “adamante del error” que necesitaba disolverse.

Me señalaron que cualquier característica centrada en “mí” es amor propio, ya sea amable o no. En todo caso, es atesorar la creencia en un yo separado de Dios. Hasta entonces, el amor propio era lo último que hubiera pensado que necesitaba disolver, ya que siempre había sido muy dura conmigo misma y era rápida para identificar mis propias faltas. No era el bulto lo que necesitaba disolverse, sino más bien esta creencia de un yo separado de Dios.

Comprendí que la declaración de la Sra. Eddy en Ciencia y Salud no tenía nada que ver con la materia. En cambio, se relacionaba totalmente con el pensamiento, y era el pensamiento lo que necesitaba cambiar. Al principio me pregunté cómo emprendería esta tarea, pero la respuesta estaba allí mismo, dentro de esa cita. Era con el Amor divino, el solvente universal, que destruye todo lo que no es real.

A medida que mi pensamiento cambiaba de un punto de vista material a uno espiritual, veía más claramente cuánto había aceptado esta noción de que no experimentaría la curación hasta que corrigiera las características negativas sobre mí misma. Como sentía que tenía una larga lista de defectos, no estaba segura de por dónde empezar, y por lo tanto, cuánto tiempo tomaría la curación. Había estado tan concentrada en tratar de cambiar la condición material con mis oraciones y mejorando mis características personales, que había perdido de vista la práctica básica en la Ciencia Cristiana de identificarme como Dios me ve: amada, perfecta y completa. Después de todo, es sólo desde este punto de vista que somos capaces de hacer correcciones exitosas en nuestras vidas.

Al reflexionar sobre esas hermosas ideas que el practicista había compartido en mi visita ese día, incluida la verdad de que mi verdadera naturaleza es amorosa, obediente, segura, alegre, receptiva, completa, etc., de pronto realmente creí y comprendí cuán verdaderas eran todas ellas sobre mí. Reconocí que estas cualidades en realidad constituyen mi identidad presente y verdadera, y vi más allá del enfoque equivocado de creer que algún día, después de orar adecuadamente, se volverían reales acerca de mí.

Pocos días después de este cambio de perspectiva, el bulto se ablandó, se abrió una mancha en la piel y el contenido disuelto se eliminó por completo. Han pasado muchos años, y esta curación ha sido permanente. Mi gratitud es inmensa y aprecio las nuevas ideas que obtuve al aprender más sobre cómo sana la Ciencia Cristiana.

Nunca regresé para las frecuentes visitas a la oficina del practicista que había anticipado. Dos semanas después de aquel día en que pegué un salto en la acera, sané. ¡Había sentido el toque propio del Cristo asegurándome que la curación era posible, y que la verdad de Dios es y siempre ha sido verdadera! Estoy profundamente agradecida por el cuidado de Dios y Su presencia a cada paso del camino —y siempre— y por el practicista que tan gentilmente me ayudó, me apoyó y me impulsó suavemente hacia adelante.   

Joyce G. Peterson
Midland Park, Nueva Jersey, EE.UU.

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