Muchas emociones persisten en relación con los horrorosos ataques en suelo estadounidense del 11 de septiembre de 2001. Entre ellos está la tentación de odiar.
Cristo Jesús dio un consejo importante sobre cómo vencer el odio. Él dijo: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mateo 5:43, 44).
Jesús siguió su propia exhortación. Venció el odio al reflejar y confiar en la omnipotencia de Dios, el Amor divino. Lo hizo para mostrarnos cómo dominar el odio dentro de nosotros mismos, y así evitar que se intensifique en un conflicto tras otro. Como Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, escribió en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “El amor tiene que triunfar sobre el odio” (pág. 43).
Vencer el odio dentro de nosotros mismos es clave para desempeñar nuestra parte en eliminar el conflicto entre individuos o naciones. El problema es este: el odio que otros expresan puede parecer obvio para nosotros, mientras que no siempre es tan fácil reconocerlo dentro de nuestra propia consciencia, y vencerlo allí. La voluntad humana no puede hacerlo. Necesitamos apoyarnos en Dios. Y eso comienza cuando sabemos que Dios es el Amor infinito, que no incluye ni un solo elemento de odio.
A través de su vida, enseñanzas y curaciones, Jesús reveló la verdadera naturaleza y el poder benevolente de Dios: que Dios es Amor, y crea y mantiene a cada individuo como el reflejo espiritual y perfecto mismo del Amor. Todo lo que no expresa este Amor perfecto no es parte de la verdadera identidad de nadie.
Con esta comprensión, podemos ver que fundamentalmente el “enemigo” de nuestro bienestar en realidad nunca es la persona o personas que han expresado odio. Es la creencia de que algo aparte de Dios, el bien, tiene sustancia o validez. Esta creencia no tiene poder legítimo sobre ninguno porque Dios jamás la creó.
Entonces, el propósito de cada uno de nosotros debe ser que nuestro propio pensamiento esté tan libre de odio que lleguemos a ser una transparencia para que la luz del Amor divino se vea y se sienta donde sea necesaria.
Cuando se trata de superar el odio y demostrar su impotencia, es importante darse cuenta de que sus formas pueden variar de una leve aversión a una repulsión deliberada, todo lo cual es contrario a la realidad del Amor divino y al reflejo del Amor. Con la ayuda de Dios podemos librarnos de los pensamientos de odio, así como de reaccionar ante el odio expresado por los demás. Cuando con toda humildad nos quedamos quietos mentalmente a fin de reconocer y ceder al poder del Amor divino que gobierna a todos, el poder del Amor prevalece.
Para ayudarnos a participar voluntariamente en la lucha interior para superar el odio con amor —para dejar que nuestros pensamientos, palabras y acciones reflejen el Amor divino— la Sra. Eddy ofreció este consejo muy reconfortante: “Tened buen ánimo; la lucha con uno mismo es grandiosa; nos da bastante empleo, y el Principio divino obra con nosotros —y la obediencia corona el esfuerzo persistente con la victoria eterna” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 118). Y la humanidad es bendecida.