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Mensaje sobre la capitación de 2022

Del número de febrero de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Queridos miembros de La Iglesia Madre: 

Tengo sobre mi escritorio dos cuadernos forrados en tela, de inestimable valor para mí. Pertenecieron a mi abuela, quien los llenó con testimonios de gratitud escritos a mano. El primero de ellos está fechado el 1o de abril de 1931, pocos años después de que le fuera presentada la Ciencia Cristiana en Japón. Ella escribe: “Desde que conocí la Ciencia Cristiana, he recibido incontables bendiciones. Si hay una que sobresale especialmente, es un sentido de gratitud como nunca antes había experimentado... La Ciencia Cristiana lo es todo para mí...”. Ella agradece porque sus dos hijos ya no pasan tiempo en el hospital durante los meses de invierno, sus amigos han visto su preocupación convertirse en gozo, en tanto su ansiedad por no tener suficiente dinero para pagar las cuentas y por la seguridad ha desaparecido. En el segundo cuaderno, cuenta que sobrevivió a los años de guerra y experimentó “una tremenda emoción, la sensación de que nunca volveré a decir que algo es imposible para el pensamiento provisto de poder científico [la Ciencia Cristiana]...”.

La gratitud que se derrama en cada página se debe al poder sanador del Cristo, que le permitió superar la barrera de las creencias y el lenguaje panteístas, sobrevivir al bombardeo de Tokio y encontrar salud, paz y gozo perdurables. El Cristo es el fundamento de nuestra Iglesia, establecida por Mary Baker Eddy, “...destinada a ser edificada sobre la Roca, el Cristo; o sea la comprensión y demostración de la Verdad, la Vida y el Amor divinos, sanando y salvando al mundo del pecado y de la muerte; para así reflejar, en cierto grado, la Iglesia Universal y Triunfante” (Mary Baker Eddy, Manual de La Iglesia Madre, pág. 19).

Cada miembro de La Iglesia Madre participa de la actividad sanadora de la Iglesia, pues cada uno de nosotros ha prometido solemnemente “velar, y orar para que haya en nosotros aquella Mente que hubo también en Cristo Jesús; hacer con los demás lo que quisiéramos que ellos hicieran con nosotros; y ser misericordiosos, justos y puros”. (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 497). Es una maravillosa expresión de amor a la que nos hemos comprometido los unos con los otros. Nuestra práctica sanadora individual es apoyada por la sincera promesa colectiva que hemos hecho. Esto nos da a todos la gracia para seguir adelante, pues caminamos de la mano de Dios y “¡muy plenas son Tus promesas, Señor!” (ver Peter Maurice, Himnario de la Ciencia Cristiana, No 278, traducción © CSBD).

Nuestro mundo está hambriento de curación, y esta necesidad es cada vez más evidente. Al readaptarnos a la vida después de las perturbaciones del año pasado (la pandemia, las protestas en reclamo de justicia social, las condiciones climáticas extremas y las penurias económicas), podemos saber que dondequiera estemos en el mundo, el tierno amor del Cristo, manifestado por medio de la actividad de La Iglesia Madre, está llegando a nosotros. Nuestra Guía escribe: “Basados así sobre la roca de Cristo, cuando la tormenta y la tempestad batan contra esta base segura, vosotros, bien resguardados en la firme torre de la esperanza, la fe y el Amor, sois los polluelos de Dios; y Él os ocultará bajo Sus plumas hasta que la tormenta haya pasado” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 152). Permanecemos junto a nuestros compañeros miembros en unidad cristiana, y esta es nuestra protección contra cualquier sugestión mental agresiva que pretendería quitarnos nuestra paz.

Sabemos que se están obteniendo curaciones. Tenemos pruebas de esto cada semana en las reuniones de testimonios de los miércoles de nuestras iglesias filiales y sociedades, y de La Iglesia Madre. Leemos relatos de curaciones verificadas en The Christian Science Journal, Christian Science Sentinel y El Heraldo de la Ciencia Cristiana. Nuestra Lección Bíblica, que nos da nuestro sermón dominical, une al mundo en una sola congregación y promueve una íntima relación individual con nuestro Pastor. Nuestro periódico, The Christian Science Monitor, resalta las manifestaciones de progreso que ocurren en el mundo, mostrando así que esta Ciencia está en operación y bendiciendo a toda la humanidad.

Todo esto es la expresión de la actividad espiritual de la Iglesia hecha tangible en nuestras vidas. La Iglesia Madre atesora a cada uno de sus miembros, cualquiera sea el lugar del mundo en el que se encuentre. “Cada uno de los pequeños de Cristo refleja al Uno infinito, probando así la declaración del profeta, de que ‘uno con Dios es mayoría’” (Pulpit and Press [Púlpito y prensa], pág. 4). Estamos muy agradecidos por su compromiso con esta Causa. Juntos “[confiados seguimos] el sendero ideal” (Himnario, No 278) y al hacerlo reflejamos “en cierto grado, la Iglesia Universal y Triunfante”.

Con todo amor,

Mimi Oka
Presidenta de La Iglesia Madre

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