Donde vivo hay montañas grandes. A veces conduzco por una carretera sinuosa, y subo, subo, subo, hasta la cima. Puedo ver el hermoso paisaje debajo. Puedo ver arriba las nubes esponjosas como algodón. Es silencioso y tranquilo. Es un lugar donde me gusta pensar en la bondad de Dios que está allí mismo conmigo.
No importa dónde estés, puedes estar en silencio y tranquilo. Puedes dejar que tus pensamientos se eleven, se eleven, se eleven, para sentir y saber cuán cerca está Dios.
En la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, aprendí que Jesús dejaba que sus pensamientos se elevaran a Dios todo el tiempo. Él sabía que Dios, el Amor, estaba siempre con él, y con todos los demás, también.
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