La mayor parte de mi vida pensé que la jubilación era algo que no experimentaría. Los sombríos pronósticos a lo largo de los años acerca de la economía y la inflación anual no eran alentadores. Sin embargo, a medida que las condiciones en mi lugar de trabajo cambiaron lentamente, y al considerar la cantidad de años que había estado empleado, parecía que era hora, de al menos, tener el pensamiento receptivo a la posibilidad.
Como estudiante de la Ciencia Cristiana, cuando enfrento un desafío, me vuelvo a Dios en oración. Empiezo afirmando mi verdadera relación con el único y divino Padre por ser la semejanza espiritual de Dios. Dejo de lado las creencias comúnmente albergadas sobre el hombre (todos) como limitadas y materiales, creencias que nos definen como lo opuesto a cómo Dios nos creó.
Al optar por una perspectiva espiritual más elevada, el pensamiento se vuelve más inspirado y receptivo a las posibilidades ilimitadas. Comencé a pensar más espiritualmente en mi propia identidad como aquella que refleja continuamente a Dios, el Espíritu, en lugar de contemplar los temores y limitaciones que podrían acompañar el cambio de estilo de vida de empleado a jubilado. Me centré en la abundancia de la provisión de Dios, del Amor infinito, para Sus hijos. Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy nos asegura: “Cada etapa sucesiva de experiencia revela nuevas perspectivas de la bondad y del amor divinos” (pág. 66).
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