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Original Web

Libre de dolor e inflamación

Del número de febrero de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 25 de octubre de 2021 como original para la Web.


Cuando tenía diecisiete años, empecé a sufrir de serios dolores de oídos. Una mañana desperté con un dolor punzante en el oído derecho. Me asustó mucho, pero decidí continuar con mis planes del día e ir a la escuela.

Había experimentado dolores de oído periódicamente desde que era chica, pero nunca tan fuerte. Siempre que sufría de ellos le pedía a mi mamá que me ayudara con la oración, y compartiera conmigo verdades espirituales, y la situación mejoraba. Mi madre es practicista de la Ciencia Cristiana, y apoya mi práctica de la Ciencia. Durante toda mi niñez había enfrentado los desafíos físicos por medio de la Ciencia Cristiana, y con las oraciones de un practicista de la Ciencia Cristiana. Y había conocido y tenido la certeza del poder de Dios, la Mente divina, para sanar.

Después de pasar el día en la escuela adolorida, le pedí ayuda a mi madre nuevamente. Sabía que ella estaba orando por mí. Aquella noche leímos juntas la Lección Bíblica de la Ciencia Cristiana, y estudié pasajes que ella me dio de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Los pasajes me ayudaron a obtener una comprensión más profunda de Dios y de mí misma como Su idea perfecta.

A la mañana siguiente, todavía tenía dolor, así como inflamación cerca de una oreja, entonces decidí no ir al colegio. Recuerdo que me quedé en el cuarto de mi madre y que ella me consoló y cantamos el himno de la Sra. Eddy “Apacienta mis ovejas”, del Himnario de la Ciencia Cristiana. Mientras ella cantaba, todos los pensamientos negativos, todas las dudas y temores que me habían atormentado durante la mañana, simplemente se desvanecieron. Sentí que Dios me hablaba, y que Sus pensamientos angelicales me despertaban al hecho de que “Dios es Amor” (1 Juan 4:8).

Decidí afirmar solo la verdad sobre mi única identidad como hija perfecta de Dios. Sabía que nada podía herirme porque Dios es Todo-en-todo. No existe nada fuera de la presencia del Amor divino. Estaba vislumbrando más de mi verdadera individualidad como reflejo perfecto de Dios, donde ya estaba libre del sueño del dolor. Sus pretensiones no tenían ningún poder ante el Dios supremo y Todopoderoso. Mi mamá me ayudó a mantenerme firme en la Verdad y en un par de días el dolor y la inflamación desaparecieron.

Pocas semanas después el dolor volvió a aparecer, esta vez en el oído izquierdo, y había otros síntomas atemorizantes. Dejé que el miedo gobernara mi pensamiento, y esto llevó a que hiciera una consulta con una otorrinolaringóloga (una especialista de oído, nariz y garganta). El día de la consulta, la médica me revisó y me preguntó si podía drenar el agua de mis oídos. También me preguntó sobre mi estilo de vida, y le comenté que me gustaba mucho nadar y por eso iba regularmente a un club de deportes y nadaba en una piscina por horas. (Me encanta nadar desde que era niña.) Ella pensó que tal vez ese era el problema. Me dijo que, si volvía a tener los síntomas, tendría que hacerme una cirugía para eliminar la obstrucción. Sus palabras me paralizaron. Me prescribió un medicamento para el dolor y la inflamación, y me dijo que volviera a visitarla si el dolor persistía.

Apenas salimos del consultorio, mi madre me preguntó qué quería hacer. Aunque mi oído todavía estaba adolorido, le dije que no iba a tomar ningún medicamento. Esa no me parecía la solución correcta. Sabía que un problema se sana cuando nos hacemos cargo de él en el pensamiento y el miedo es destruido por completo. Así que decidí enfocarme en destruir el temor definitivamente. La curación del dolor y la inflamación del otro oído me ayudó a ver que esto era posible. Mi madre me recordó que la natación me permitía expresar las cualidades de Dios, tales como agilidad y gracia. La natación no era mi enemiga, y por eso decidí no dejar que nada me infundiera temor a un deporte que me apasionaba.

Me aferré a las ideas que presenta la “declaración científica del ser” en la página 468 de Ciencia y Salud, centrándome específicamente en las siguientes líneas: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia... El Espíritu es Dios, y el hombre es Su imagen y semejanza. Por lo tanto, el hombre no es material; él es espiritual”. Comprendí que mi identidad como la imagen y semejanza de Dios está gobernada por leyes de salud espirituales, no materiales.

Mi mamá y yo también oramos con la definición de oídos de la Sra. Eddy en la página 585 de Ciencia y Salud: “No los órganos de los así llamados sentidos corporales, sino la comprensión espiritual.

Jesus dijo, refiriéndose a la percepción espiritual: ‘¿Teniendo oídos no oís?’ (Marcos 8:18)”. Oré para ver más claramente que Dios está en todas partes. No hay nada fuera de Dios y Su idea.

Me esforcé por estar de portera a la puerta de mi pensamiento y negarle paso al temor, y dejar entrar solo los pensamientos buenos y puros de Dios. Cada vez que el miedo golpeaba a la puerta de mi pensamiento, lo trataba como lo que era: una imagen errónea de mi identidad espiritual, que no tenía poder sobre mí o mi experiencia como una idea divinamente creada. Mi madre y yo nos mantuvimos firmes en esta verdad.

En un par de días el dolor y la molestia del oído desaparecieron, y nunca más volví a sufrir de dolores de oído. Finalmente comprendí que no existe espacio entre Dios y yo, lo que significa que no hay lugar ni oportunidad para que haya temor o enfermedad. Somos uno con Dios.

Esta curación ocurrió hace diez años, y desde entonces he continuado nadando con regularidad. De hecho, a principios de este año estuve nadando cuatro o cinco veces a la semana totalmente libre de problemas en el oído

Stefania Passaglia
Buenos Aires, Argentina, y Elsah, Illinois, EE.UU.

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