No hay absolutamente nada que brinde más alegría o sea más importante que las oportunidades que tenemos para orar por nosotros mismos, los demás y nuestro mundo, y obtener una perspectiva más profunda del universo —incluidos nosotros y todos los que nos rodean— como Dios lo ve. Recientemente, tuve esa oportunidad.
Hacía dos días que tenía una distensión muscular en una pierna. Había estado corriendo y haciendo esquí de fondo más de lo habitual, y parecía como si me hubiera lesionado un músculo. Me preocupaba que esto pudiera restringir nuestros planes de ir a esquiar un par de días.
Entonces, la noche antes de salir de viaje, recibí una llamada para que orara por alguien que estaba lidiando con un problema físico y una sensación de carga en el trabajo. En ese momento me vino una línea de pensamiento muy específica: Hay un solo Yo soy en la habitación.
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