“Ningún hombre se deleita en el portador de malas noticias”, escribió Sófocles alrededor del año 440 AC. El año pasado experimenté en dos ocasiones reacciones violentas debido a algunos comentarios bien intencionados que les hice a personas que no querían escucharlos.
Sintiendo que me habían tratado injustamente, sucumbí a los ataques de resentimiento. Al mismo tiempo, un lunar en la espalda de repente comenzó a incomodarme. Junto con el dolor, tenía una picazón incesante.
Al darme cuenta de que el resentimiento no era una respuesta útil, volví mi pensamiento a Dios, y me vino a la mente este amado versículo de la Biblia: “En todo mi monte santo no habrá nada que destruya o haga daño, porque así como las aguas llenan el mar, así también la tierra estará llena de gente que conocerá al Señor” (Isaías 11:9, NTV).
Tomando este versículo en serio, comencé a agradecer a Dios, el Amor, por la perfección del hombre espiritual como expresión de Dios. Afirmé que en realidad una de Sus ideas no puede ofender a otra.
Mientras estudiaba la Lección Bíblica semanal que se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana, me envolvió una gran paz. Sabía que puesto que Dios es Todo-en-todo, lo único de lo que podemos estar conscientes o sentir es bondad. Comprendí que no tenía que tomar estos incidentes personalmente. Me sentí capaz de perdonar a aquellos que eran irrespetuosos y crueles conmigo, sabiendo que este comportamiento negativo no formaba parte de su verdadera naturaleza creada por Dios.
En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy afirma: “Revestido con la panoplia del Amor, el odio humano no puede alcanzarte” (pág. 571). Razoné que como nunca había estado fuera de esta “panoplia del Amor” infinita, nunca podría haber sido tocada por el odio o el dolor. Pronto sentí como si Dios me estuviera envolviendo suavemente en Sus brazos, y el dolor y la picazón cesaron.
No obstante, de vez en cuando todavía era tentada a rumiar sobre lo que había sucedido. En esos momentos me recordaba a mí misma algo que había aprendido en la instrucción de clase de la Ciencia Cristiana: que, por ser ideas de Dios, no reaccionamos, reflexionamos. Dios es todo-acción, y sólo podemos experimentar y expresar Su acción armoniosa. Esta poderosa verdad a menudo ha redirigido mi pensamiento para centrarme en lo que es real y bueno, en lugar de en lo que es malo y, por lo tanto, irreal. Puesto que reflejamos la Verdad divina, no podemos reaccionar ante las falsedades o las injusticias.
Al continuar orando de esta manera, pude dejar de lado estos incidentes por completo y liberarme de todo resentimiento persistente. Las dos partes y yo estamos de nuevo en buenos términos. Y los síntomas físicos nunca han regresado.
Estoy profundamente agradecida por este ejemplo del amor de Dios que todo lo abarca y el poder sanador de ese amor puro. Me regocijo de que tenemos al Consolador prometido, la Ciencia Cristiana, siempre con nosotros, ayudándonos a perdonar y a seguir adelante con gracia en nuestros corazones.
Cathryn Maycock Rathsam
San Diego, California, EE.UU.
