“Ningún hombre se deleita en el portador de malas noticias”, escribió Sófocles alrededor del año 440 AC. El año pasado experimenté en dos ocasiones reacciones violentas debido a algunos comentarios bien intencionados que les hice a personas que no querían escucharlos.
Sintiendo que me habían tratado injustamente, sucumbí a los ataques de resentimiento. Al mismo tiempo, un lunar en la espalda de repente comenzó a incomodarme. Junto con el dolor, tenía una picazón incesante.
Al darme cuenta de que el resentimiento no era una respuesta útil, volví mi pensamiento a Dios, y me vino a la mente este amado versículo de la Biblia: “En todo mi monte santo no habrá nada que destruya o haga daño, porque así como las aguas llenan el mar, así también la tierra estará llena de gente que conocerá al Señor” (Isaías 11:9, NTV).
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