Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

“Todas las cifras están dibujadas en el infinito”

Del número de febrero de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 11 de noviembre de 2021 como original para la Web.


En la Ciencia Cristiana, Espíritu, como un nombre propio, es el nombre del Ser Supremo. Significa cantidad y calidad, y se aplica exclusivamente a Dios.
      —Mary Baker Eddy (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 93.) 

 He descubierto que una de las formas más eficaces de comenzar a vivir la vida desde una perspectiva ilimitada —lo cual incluiría una percepción ilimitada de la cantidad (de recursos, finanzas, activos y más)— es pensar conscientemente en términos de ideas en lugar de objetos materiales, porque las ideas son indivisibles. En el nivel humano más básico, si cortas una tarta en dos y le das la mitad a un amigo, cada uno tiene solo media tarta. Pero si compartimos una idea con alguien, se multiplica; ambos tienen la idea, lo que apunta a una cantidad ilimitada. Esto simplemente da a entender la realidad espiritual, en la que todas las ideas se originan en la Mente divina inagotable, Dios, el multiplicador eterno y la sustancia indestructible de todo, y emanan de ella. De hecho, desde niña aprendí a confiar en esta gran verdad de Dios y vi prueba tras prueba sobre lo práctica que es para satisfacer mis necesidades humanas tanto en casa como en el extranjero.

No obstante, hace muchos años, llegó el momento en que mi comprensión de la sustancia y la provisión infinitas iba a tener que desarrollarse de maneras nuevas y más elevadas. Como resultado de un suceso completamente inesperado, me encontré con considerables desafíos financieros. Gran parte de las ganancias que mi negocio había generado a lo largo de los años se había reinvertido en el negocio, por lo que prácticamente no tenía ahorros. Y estaban las continuas obligaciones financieras de una hipoteca y el mantenimiento normal de la casa, así como los gastos diarios y comerciales.

Sorprendentemente, unos meses antes de que esta necesidad fuera evidente —y en línea con la profecía de Isaías de que “antes que clamen, responderé yo” (65:24)— me llegó un mensaje espiritual claro, como si me hablaran, diciéndome que me sentara, tomara mi lapicera y me preparara para escribir. Y esto es lo que “escuché” y escribí: “Todas las cifras están dibujadas en el infinito”.

En retrospectiva, veo muy claramente lo que Dios estaba haciendo por mí, y cómo se estaba efectuando. Con ocho palabras simples, el Amor me estaba enseñando dos lecciones claras y valiosas: 1) la belleza y naturaleza imperturbable de los números, y 2) su fuente infinita. 

Probablemente porque desde la infancia el arte visual había sido mi forma de expresión más preciada, mi respuesta inicial al mensaje de Dios fue pensar en cifras o números, en términos del arte visual, de dibujar figuras. En esos primeros minutos, solo pensé en la belleza de los números individuales como ideas inconfundibles e inmutables, dibujadas en el lienzo del infinito. 

Esta visión artística de los números individuales comenzó inmediatamente a apartarme de la preocupación por ellos como representantes de cantidades grandes o pequeñas; y me llevó a la segunda lección del Amor: Dios, el Espíritu infinito, como el origen de todos los números y cantidades. Comprendí que las cifras dibujadas en el infinito podían significar sumas extraídas de una fuente inagotable, el Amor divino, en lugar de, por ejemplo, una cuenta bancaria fija que puede agotarse. En ese contexto, era claro que ninguna suma podía ser intimidante.

En términos puramente matemáticos, los números en sí mismos no tienen límite. No importa cuán grande sea el número, siempre se le puede agregar otro. Nunca cuestionamos esto, porque los vemos como ideas en lugar de objetos materiales. Ciencia y Salud, el libro de texto de la Ciencia Cristiana, revela que lo que perciben los llamados sentidos materiales como objetos materiales no son, de hecho, materiales en absoluto, sino más bien ideas tangibles cuando son vistas correctamente por el sentido espiritual. Señala que “la Ciencia divina, elevándose por encima de las teorías físicas, excluye la materia, resuelve las cosas en pensamientos y reemplaza los objetos del sentido material por ideas espirituales” (pág. 123). Sobre el mismo tema, más adelante en el libro de texto aprendemos que “estas ideas son perfectamente reales y tangibles para la consciencia espiritual, y tienen esta ventaja sobre los objetos y pensamientos del sentido material: son buenas y eternas” (pág. 269).  

La consciencia pura de Jesús nunca perdió de vista que el Espíritu era la única sustancia y creador.

Cristo Jesús sabía que la única creación verdadera consistía en ideas, mentales y espirituales, pero también “reales y tangibles”, no abstracciones teóricas que no se relacionan con las necesidades prácticas de la humanidad ni se ocupan de ellas. En cumplimiento de su sagrada misión de salvar al mundo de la creencia, o ilusión, de que hay inteligencia y vida en la materia, dio prueba tras prueba del hecho de que las ideas, no los objetos materiales, son la realidad práctica concreta tanto en la tierra como en el cielo.

Siguiendo el modelo de su origen virginal, sus enseñanzas y obras sanadoras siempre fueron “de procedencia virginal”; siempre comenzaban completamente con la causalidad espiritual, siempre demostraban que la divinidad abraza amorosa y constantemente a la humanidad, siempre probaban que la materia no es la sustancia, vida o mente verdaderas del hombre.

Cuando multiplicó un pequeño número de panes y peces en el desierto para alimentar a miles de personas hambrientas (véase Mateo 14:15-21 y 15:32-38), claramente intercambió lo que se percibía como “objetos del sentido material”, con todas sus limitaciones inherentes, por ideas espirituales ilimitadas y su apariencia tangible. Sus discípulos, por otro lado, parecían hipnotizados por los números grandes (las multitudes) y los números pequeños (es decir, “no tenemos aquí sino cinco panes y dos peces”); no reconocían esta provisión como ideas que representaban una provisión infinita; y no reemplazaban “los objetos del sentido material por ideas espirituales”.

Pero la consciencia pura de Jesús nunca perdió de vista que el Espíritu era la única sustancia y creador. Él sabía que la ley dinámica del Amor, el Espíritu Santo, la Ciencia divina, opera perpetuamente. Sabía que esta ley no podía ser obstaculizada ni tocada por la creencia mortal obstructiva del tiempo que niega la espontánea manifestación de las ideas completas —como el sustento representado por los panes y los peces— y siempre exige alguna forma de proceso antes de que se vean los frutos.

Reprendiendo la lógica humana basada en la causalidad física, dijo: “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega” (Juan 4:35). Él sabía que “[Dios] dijo, y fue hecho” (Salmos 33:9).

En mi propia experiencia, al seguir la lógica del mensaje de Dios, fui guiada a alejarme mental y más radicalmente que nunca del concepto humano limitado de provisión. De manera práctica, vinculé mi percepción de “números” y “cantidades” —es decir, mi percepción de la sustancia o provisión— totalmente con el infinito. Cuando se produjo el suceso inesperado, con el desafío financiero que lo acompañaba, yo estaba preparada para aplicar vigorosamente esta visión radical de la provisión que el Amor, en su tierno cuidado por cada uno de sus hijos, me había dado. Y encontré que esta idea era profundamente útil en mi vida diaria.

A fin de liberarme del temor que se asocia con la apreciación de una suma como grande o pequeña, miré las cantidades de acuerdo con las dos lecciones aprendidas a través de esa simple declaración que Dios me había dado. Primero, miré los números individualmente como ideas, sin temer la cantidad. Por ejemplo, si tenía que pagar una factura por un total, digamos, de USD $854, dejaba de ver este monto convencionalmente como números que representan una cantidad abrumadora que se restaría de otra cantidad, y agotaría el total. En cambio, podía ver que el número incluía un ocho, un cinco y un cuatro, todos dibujados en el infinito. Este paso simple y práctico silenció el temor asociado con la cantidad. Y lejos de ser una fórmula o técnica, era más comparable con las ruedas de entrenamiento de una bicicleta, animándome a ver que ninguna cantidad tiene el poder de asustarnos o abrumarnos. 

Entonces, basándome en la segunda interpretación del mensaje, que las sumas fueron extraídas de una fuente inagotable, me di cuenta de que Dios, el infinito mismo, era la única “suma”. En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy habla de la Mente infinita como “la suma de toda la sustancia” (pág. 259). En otro de sus libros, Escritos Misceláneos 1883-1896, declara que “Dios es la suma total del universo” (págs. 105-106). Por lo tanto, cada vez que pagaba una factura, me alejaba del concepto humano totalmente relativo de sumas grandes y pequeñas y reconocía conscientemente que, puesto que cada uno de nosotros, en este momento, es la expresión individual de la sustancia infinita, yo estaba dibujando la cantidad en el infinito. El temor a los números y las cantidades desapareció gradualmente.

A medida que pasaba el tiempo, vi disiparse los techos artificiales de limitación en las diferentes “habitaciones” de mi consciencia y experiencia. La sensación de que estaba agotando mi provisión cuando pagaba las facturas desapareció. Y descubrí que no solo tenía lo que necesitaba, sino que veía aparecer progresivamente la desbordante abundancia del amor de Dios. La comprensión espiritual de cantidad que estaba obteniendo se reflejaba en mi vida; a menudo de las maneras más impresionantes y sorprendentemente originales.

Finalmente, comencé a compartir este concepto simple pero profundo con algunas personas. Recuerdo que se lo expliqué a un hombre que tenía una deuda de su tarjeta de crédito de USD $50.000 que no podía pagar. Para aflojar el tenso sentimiento de miedo y limitación que parecía atraparlo, comenté que, en realidad, solo necesitaba un cinco y cuatro ceros. El miedo producido por el enfoque hipnótico sobre la cantidad en su totalidad dio paso a la risa. Esto abrió la puerta de su pensamiento para que pudiera ir más allá del temor y aceptara el hecho de que Dios, el Espíritu, podía satisfacer incluso aquello que parecía ser una necesidad muy grande. 

La nueva idea de que todos los números y las cantidades estaban realmente dibujados en el infinito, y no tienen poder para asustarnos, hizo que cobrara consciencia de las nuevas posibilidades. Alrededor de una semana más tarde, me llamó emocionado para decirme que había vendido un sistema informático de cinco millones de dólares a una empresa con múltiples sucursales. Él dijo: “¡Mi comisión es del uno por ciento: un cinco y cuatro ceros!” (exactamente $50,000).

Lo que fue muy conmovedor y significativo de esta experiencia fue que el hombre había llegado a esta nueva idea con humildad, y sus motivos eran puros: estaba buscando una comprensión más profunda de Dios y su relación con Él, no solo una forma de pagar una factura.

Claramente, esta hermosa verdad de que somos inseparables del infinito aquí y ahora, que dibujamos en el infinito todo lo que podríamos necesitar, no es un juego mental que uno hace con números, “visión” humana, numerología, autohipnosis, un ejercicio intelectual, un esfuerzo de la voluntad humana, una licencia para derrochar o alguna otra fase de la llamada mente humana. 

Por supuesto, para muchos que enfrentan serios desafíos financieros —relacionados, por ejemplo, con la destrucción de viviendas y propiedades debido a un incendio devastador o un evento climático; grandes deudas de la universidad u otras deudas; pérdida del trabajo, de un negocio o de activos financieros— la idea de dibujar sumas en el infinito inicialmente puede no parecer muy reconfortante o realista. Hasta puede parecer fantasioso. Sin embargo, sólo les parece así a los supuestos sentidos materiales, a la mentalidad mortal para la que nada más que la materia, el tiempo y el proceso son reales y sustanciales. El sentido espiritual, la capacidad que Dios nos ha dado para discernir la realidad espiritual, puede ver a través del sombrío velo del materialismo hacia la realidad de la sustancia ilimitada que está justo al alcance de la mano, como lo demostró nuestro gran Maestro, Cristo Jesús. El Espíritu es verdaderamente la fuente y la sustancia infinitas de todo el bien; aquí mismo en este plano de existencia.

El hecho científico es que el infinito es eternamente nuestro “balance final”, la suma total de nuestra sustancia aquí y ahora; ¿y qué mejor lugar para comenzar a lidiar con la sugestión agresiva de una pérdida financiera? En lo que es, para mí, una de las declaraciones más reconfortantes del libro de texto, la Sra. Eddy escribe: “Es imposible que el hombre pierda algo que es real, cuando Dios es todo y eternamente suyo” (pág. 302). Todo lo que pertenece a Dios pertenece, individual y colectivamente, al hombre por ser Su semejanza. Debido a que esto es cierto, tenemos el derecho divino de tomar posesión de la paz, la alegría, la abundancia, la salud, la armonía, la sabiduría, el amor, la inteligencia, la fortaleza, la belleza, la bondad, la estabilidad, la persistencia, la paciencia que ya son nuestras, porque son eternamente de Dios. 

Cuanto más reconocemos y ponemos en práctica lo que comprendemos del Amor ilimitado que ya ha suministrado todo el bien a su amada creación, más realista y natural se vuelve para la consciencia humana recurrir únicamente al Amor divino para satisfacer las necesidades humanas. En este momento, en obediencia al ejemplo de Jesús, es posible ver y probar gradualmente que la cantidad es completamente espiritual y, por lo tanto, infinita.

Pero necesitamos estar dispuestos a dejar de lado las creencias adquiridas y los patrones condicionados de la mente humana encarcelada, con sus concepciones predecibles y completamente relativas de lo que constituye mucho o poco. Después de todo, para alguien con mil millones de dólares, ¡un millón podría parecer una suma pequeña! Debemos estar dispuestos a ceder a la idea divina de la cantidad y dejar que nuestro pensamiento sea iluminado y transformado por el Cristo, el reflejo del Amor ilimitado en la consciencia humana. Si nuestros motivos envuelven pura ganancia financiera, acumulación y adquisición, comodidad en la materia, una “solución temporal”, el resultado será decepcionante. La abundancia infinita, que se derrama eternamente desde el corazón del Amor para satisfacer todas las necesidades de la humanidad, no puede ser recibida a través de motivos superficiales o egoístas, porque tales motivos no tienen ningún vínculo mental con el Amor divino. En realidad, nos hacen sentir separados del Amor; y la creencia de que estamos separados del Amor infinito es la mentira de la que deriva toda limitación.

De hecho, nuestra gran necesidad es la espiritualización del pensamiento que demuestre nuestra unidad con el Espíritu, destruya la creencia en la materia como sustancia y nos haga cobrar consciencia de nuestra capacidad para percibir el ser ilimitado. La Sra. Eddy expresa: “Yo había aprendido que el pensamiento debe espiritualizarse a fin de comprender el Espíritu. Debe volverse honrado, desinteresado y puro, a fin de obtener la más mínima comprensión de Dios en la Ciencia divina” (Retrospección e Introspección, pág. 28).

Al seguir la lógica del mensaje de Dios, fui guiada a alejarme del concepto humano limitado de provisión.

Pablo escribe: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, ... Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:12, 14). ¡Esta es una confirmación tan clara de que solo el sentido espiritual puede conocer y recibir las cosas de Dios! La consciencia humana mansa y obediente, que anhela y está dispuesta a que la vacíen de mundanalidad y la llenen de la naturaleza propia del Cristo, es la consciencia capaz de recibir el imparcial flujo de bien del Amor a Sus hijos.

Tal consciencia bien podría haber sido la de la viuda en Segundo de Reyes, capítulo 4: una viuda que enfrenta la pérdida de sus dos hijos para ser esclavos por no haber pagado las deudas, y que no posee nada sino una sola vasija de aceite. El profeta Eliseo la instruye: “ve y pide para ti vasijas prestadas de todos tus vecinos, vasijas vacías, no pocas”, después de lo cual debía verter “en todas” de esa sola vasija (versículos 3, 4). Esto se debió a que el profeta indudablemente vio el aceite no como materia, sino como una idea que podía multiplicarse en lugar de dividirse. Capaz de ser “[dibujada] en el infinito” para responder a la necesidad de esta mujer. Con humildad, confianza, obediencia y sin cuestionar, la mujer hizo lo que Eliseo le instruyó, y cuando todas las vasijas que había pedido prestadas estuvieron llenas, el profeta le ordenó que vendiera el aceite y pagara su deuda; luego le dijo: “tú y tus hijos vivid de lo que quede” (versículo 7). 

Uno de los numerosos mensajes que uno puede sacar de esta sagrada prueba de que el Espíritu, la cantidad infinita, coincide con la experiencia humana es que, reitero, necesitamos la consciencia abnegada capaz de recibir lo que el Amor infinito está dando. En el otro lado de esta ecuación está exactamente lo que Pablo nos dice: que, para la forma de pensar materialista, las cosas de Dios son tonterías. Se podría decir que lo que el Amor divino está derramando sobre sus hijos amados es simplemente rechazado por el duro suelo del pensamiento que se justifica a sí mismo, que es codicioso, obstinado, sensual, desobediente, ambicioso, egoísta, robándonos así la generosidad del Amor. La Sra. Eddy escribe: “La falsedad, la envidia, la hipocresía, la malicia, el odio, la venganza y demás, roban los tesoros de la Verdad” (Ciencia y Salud, pág. 241).

Tal vez la pregunta que debemos hacernos es esta: ¿Hemos acogido realmente en la consciencia la verdad seminal de que nosotros mismos nos originamos en Dios y jamás hemos tenido una consciencia finita o una existencia material limitada? ¿Que reflejamos el infinito? Si pensamos que somos mortales finitos, concebidos sexualmente y viviendo en la materia, en lugar de las ideas amadas propias de Dios —Sus hijos e hijas espirituales concebidos espiritualmente— será difícil discernir la naturaleza infinita de la provisión. En lugar de ver el infinito como el origen de la provisión, es probable que recurramos, por ejemplo, a una cuenta bancaria, una herencia, un sueldo, una cartera de acciones como su fuente. Por supuesto, esto no quiere decir que no debamos poseer estas cosas, pero tener nuestras necesidades humanas bellamente satisfechas es el efecto práctico de razonar correctamente acerca de la provisión comenzando con el Espíritu, la única causa verdadera, tanto en la tierra como en el cielo.

Después de todo, Dios no envió a Jesús para mostrarnos cómo la humanidad satisface todas las necesidades humanas, sino cómo la divinidad lo hace.

Solo la Mente reproduce y multiplica las ideas. El crecimiento, la propagación y la multiplicación —aquí mismo en la escena humana— son mandatos divinos, llevados a cabo por el poder divino, y no tienen ningún vínculo con las leyes o condiciones materiales, como la Biblia nos enseña de muchas maneras. Las leyes humanas que gobiernan la economía cambian de un país a otro, de una administración a otra, y pretenden aumentar o disminuir los ingresos. Pero estas llamadas leyes variables no tienen poder para afectar la economía divina, invariable y omnipresente y su relación —o coincidencia— con la humanidad.  

En el abrazo ininterrumpido de la divinidad a la humanidad, donde la ley del bien del cielo es la única ley real en la tierra, todos los elementos útiles (como el agua o los minerales, por ejemplo) podrían descubrirse, o simplemente aparecer sin proceso (en cantidades inimaginables y de calidad superlativa), en lugares que la humanidad nunca antes hubiera imaginado que estuvieran. Y aflorarían sin dañar el medio ambiente. Ciencia y Salud explica: “La creación está siempre apareciendo, y tiene que continuar apareciendo siempre debido a la naturaleza de su fuente inagotable” (pág. 507).

La inusual inspiración que me llegó hace tanto tiempo de que “todas las cifras están dibujadas en el infinito” fue evidencia del Amor divino hablándome en un idioma que podía entender. Del mismo modo, hay un número infinito de formas únicas en las que el Espíritu se está revelando como la fuente y sustancia inagotables de toda cantidad (y calidad), siempre moldeada, en la coincidencia divina y humana, para satisfacer con precisión cada necesidad individual.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / febrero de 2022

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.