Cuando comenzó la pandemia, mis pensamientos se volvieron de inmediato a la totalidad de Dios, el Amor divino, y al poder sanador omnipresente del Cristo, la verdadera idea de Dios. A pesar de las continuas noticias sobre la propagación de la enfermedad, el esforzarme por comprender mejor la omniacción de Dios, el bien, me hizo menos temerosa. Mis oraciones afirmaban que en el reino de los cielos toda acción es espiritual y está impulsada por el Amor divino.
El estudio del Salmo noventa y uno me recordaba con regularidad que los ángeles de Dios siempre están velando por mí y por todos. Tomé en serio la siguiente instrucción en la página 393 de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy: “Levántate en la fortaleza del Espíritu para resistir todo lo que sea desemejante al bien. Dios ha hecho al hombre capaz de esto, y nada puede invalidar la capacidad y el poder divinamente concedidos al hombre”.
Después de varios meses, las cosas se abrieron un poco, y mi esposo reanudó su rutina regular de salir a almorzar una vez a la semana con tres de sus amigos. Cada tanto, estos amigos se detenían en nuestra casa antes de ir a almorzar.
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