Mi maestra de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana fue una de las personas más importantes de mi vida. Ella me tomó bajo su protección, me enseñó en la escuela y me dio una idea de cómo podía crecer como estudiante de la Ciencia Cristiana. Luego falleció. Yo no sabía cómo enfrentar el duelo; nunca antes había perdido a alguien, especialmente alguien tan cercano a mi corazón.
Estaba tan profundamente deprimida que no podía encontrar una razón para volver a la iglesia. Estaba muy enojada y me sentía perdida, y su fallecimiento hizo flaquear mi comprensión de Dios. Seguía pensando: ¿Cómo podía Dios quitarme algo tan bueno, alguien tan especial para mí y para otros?
Sabía que evitar ir a la iglesia solo me haría sentir más lejos de Dios y de mi maestra de la Escuela Dominical. También sabía que volver sería difícil. No obstante, pensé que sería una manera de sentirme cerca de ella, así que asistí a una reunión de testimonios de los miércoles por la noche.
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