Hace unos años, un lunes temprano por la mañana, estaba buscando quietud cuando me volví a Dios en oración. Durante un día o dos, había estado experimentando molestias y dolor en las vías urinarias. A través de mi estudio de la Ciencia Cristiana, sabía que podía recurrir a Dios para sanar. El maestro cristiano, Cristo Jesús, demostró la impotencia de la enfermedad durante su ministerio sanador, y la Ciencia Cristiana enseña las infinitas posibilidades de curación hoy.
Cada semana, estudio la Lección Bíblica del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana para obtener inspiración —especialmente de las historias bíblicas—, a fin de alcanzar una nueva comprensión de las enseñanzas de Jesús y reflexionar sobre las verdades espirituales del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy.
El tema de la lección de esa semana era “El hombre”. Centré mi lectura en reunir perspectivas espirituales acerca de mi identidad y salud. Tenía muchos deseos de estar en tranquila comunión con Dios.
La lección incluía esta promesa del profeta Jeremías: “Bendito es el hombre que confía en el Señor, cuya confianza es el Señor. Será como árbol plantado junto al agua, que extiende sus raíces junto a la corriente; no temerá cuando venga el calor, y sus hojas estarán verdes; en año de sequía no se angustiará ni cesará de dar fruto” (Jeremías 17:7, 8, LBLA).
La analogía de Jeremías de que el hombre es como un árbol me reveló una verdad específica acerca de mi ser. Así como el árbol con hojas verdes y raíces sanas que se extienden junto al río, yo también era erguida, saludable, sustancial y buena. Aquí estaba la promesa espiritual del profeta de que la bondad de Dios es perpetua. ¡Mi estudio de la Lección tuvo un comienzo maravilloso! Me sentía inspirada y cerca de Dios.
A medida que continuaba leyendo, llegué a las palabras de Pablo que nos enseñan a estar “ausentes del cuerpo y ... presentes al Señor” (2 Corintios 5:8). Pablo escribe anteriormente en esa misma carta que Dios nos ha dado “las arras” —la promesa o garantía— “del Espíritu” (1:22). Y en los pasajes correlativos de Ciencia y Salud en esa sección de la Lección, leí: “Continuando nuestra definición de hombre, recordemos que el hombre armonioso e inmortal ha existido eternamente, y siempre está más allá y por encima de la ilusión mortal de que pueda existir alguna vida, sustancia e inteligencia en la materia” (pág. 302). Las palabras de Pablo y las de Ciencia y Salud fueron tiernamente amorosas, veraces y poderosas.
Mientras pensaba en lo que leía, sentí que podía reclamar activamente que estaba libre de la enfermedad. Me sentí más segura de que, puesto que Dios es Vida, Verdad y Amor infinitos, mi vida solo podía ser armoniosa, y que, por lo tanto, no podía experimentar dolor. Sabía que Dios, el Amor divino, no creó el dolor. A partir de ese hecho espiritual, llegué a la conclusión de que la molestia urinaria era una falsedad, y rápidamente me negué a creer ese informe falso. Decidí que solo Dios podía declararme la verdad acerca de mi vida. Lo que estaba leyendo de Ciencia y Salud reveló que mi vida es completamente espiritual, y que el dolor es una ilusión mortal que desaparece cuando nos aferramos mentalmente a nuestra comprensión de Dios, la Verdad.
Después de estudiar y orar unos diez o quince minutos, estaba completamente sana. No había más dolor, y a lo largo del día mis funciones corporales fueron normales y naturales. Me regocijé y agradecí a Dios por Su tierno cuidado y amor. Nunca más he sufrido de esta dolencia.
Estoy muy agradecida por las Lecciones Bíblicas semanales de la Ciencia Cristiana. Ese día, las verdades sanadoras de la Lección con las que reflexioné y oré resultaron en una curación inmediata. La Ciencia divina me había liberado de esta creencia falsa de dolor, o inteligencia, en la materia. Reconocí que yo era, y siempre había sido, libre para ser quien Dios había creado: una hija hermosa, espiritual y amada de Dios. En agradecimiento, también reconocí que la libertad y la pureza eran universales y absolutas para todos.
Susie Johnston
Yorktown, Virginia, EE.UU.