Durante muchos años sufrí de agudas crisis respiratorias. En ocasiones, llamaba a los servicios de emergencia para pedir ayuda. Estos episodios se hicieron cada vez más frecuentes, y comencé a faltar al trabajo en un ente estatal.
El médico que me trató me remitió a un neumólogo, y después de varios exámenes me dieron un diagnóstico de asma inducida por alergia. Me recetó medicamentos e inhaladores para uso diario y un inhalador especial para emergencias. Durante un tiempo seguí las recomendaciones del médico y tomé el medicamento según lo prescrito, pero luego pensé que no podía seguir siendo víctima del temor de que las condiciones ambientales pudieran afectarme.
Durante este tiempo, ya hacía varios años que había estado estudiando la Ciencia Cristiana y también era activa en una iglesia de la Ciencia Cristiana; por lo tanto, sentía el deseo de orar más profundamente por la situación. Hablé con un practicista de la Ciencia Cristiana sobre cómo podía orar, y él me animó a reconocer mi naturaleza espiritual y perfecta como hija de Dios. Oré para verme desde esta perspectiva espiritual, y comencé a descubrir que mi verdadera naturaleza era perfecta, porque así era como Dios me había creado.
El practicista también me recordó el relato en el libro de texto de la Ciencia Cristiana de una mujer que Mary Baker Eddy sanó y que había estado sufriendo de tuberculosis y había experimentado dificultad para respirar cada vez que había un viento del este (véase Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, págs. 184-185). Esta curación fue tremendamente inspiradora y alentadora para mí.
Aunque no estaba recibiendo tratamiento de la Ciencia Cristiana por parte del practicista, ocasionalmente continuaba recurriendo a él para escuchar ideas espirituales. Poco a poco, me sentí menos temerosa y más confiada en mis oraciones y en confiar en Dios para la curación. En dos o tres meses, ya no sentía la necesidad de tomar el medicamento. A medida que mi comprensión espiritual continuó creciendo, las dificultades respiratorias se hicieron cada vez menos frecuentes con el tiempo, hasta que desaparecieron por completo.
En 2020, mientras buscaba un artículo en las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana que me ayudara a orar sobre la pandemia global, encontré un artículo inspirador titulado “El libre respirar” de Ernest H. Lyons, Jr., publicado en El Heraldo de la Ciencia Cristiana de julio de 1983. Mientras leía el artículo, de repente me di cuenta con gran alegría de que habían pasado más de cuatro años desde que había experimentado una crisis respiratoria, y me había mantenido libre de los síntomas de alergias y asma.
Por esta curación, así como por otras experiencias en las que he podido ser testigo de la guía y el cuidado de nuestro Padre-Madre Dios, estoy muy agradecida.
Luz Marina Arias Zeballos
Montevideo, Uruguay