Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer
Original Web

El bien que eres tú

Del número de octubre de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 29 de mayo de 2023 como original para la Web.


“¿Qué significa estar bendecido?” Le pregunté a uno de mis estudiantes de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, sugiriendo “por ejemplo” que algunos podrían pensar que tienen mucho bien en su vida, que es estar completamente satisfecho.

Hizo una pausa por un momento y luego dijo: “Para mí, ser bendecido no se trata tanto del bien que he recibido como de saber que soy bueno”.

Me quedé anonadado. Había estado enseñando en la Escuela Dominical por más de treinta años, y no fue sino hasta ese momento que comprendí qué significa realmente estar bendecido. Como dice la Biblia: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. … Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera” (Génesis 1:27, 31). Qué bendición es saber esto, y cuán profundamente satisfactorio.

Entonces, ¿cómo es que perdemos tanto tiempo y esfuerzo en tratar de adquirir el bien para nosotros mismos? ¿Es que no creemos lo que la Biblia dice acerca de nosotros? ¿O es que nos vemos a nosotros mismos personalmente responsables de la creación o manifestación del bien en lugar de ser su expresión misma?

Probablemente sea un poco de ambos.

Cada vez que parece como que se nos priva de algún aspecto del bien —quizá una carrera satisfactoria, una familia que nos apoye, un cuerpo sano o incluso las cosas más básicas como comida y refugio— puede ser difícil aceptar que Dios nos ve como “muy buenos” o que Él Mismo es bueno. También puede ser tentador tratar de tomar el asunto en nuestras propias manos, pensando que podemos ser capaces de llenar el vacío a través de la pura fuerza de la voluntad humana.

Sin embargo, basándome en mi propia experiencia, diría que esto nunca funciona. Pero también he encontrado que la oración jamás deja de restaurar mi confianza en Dios como la fuente de todo el bien, sin mencionar mi capacidad e inclinación natural para reflejar este bien. Esta oración incluye la sincera disposición de cambiar una visión limitada y basada en la materia de mí mismo por una visión divinamente inspirada.

He aquí tan solo un ejemplo. Hace unos años, mientras me limpiaba los dientes, el dentista expresó su preocupación por una especie de infección debajo de mi lengua. Aunque seguía diciendo “Probablemente no sea cáncer”, la mera mención de esa palabra me molestó. En lugar de recomendar algún tratamiento en particular, simplemente me pidió que volviera en unas semanas para otro chequeo.

A pesar de mi temor inicial, pude pasar algún tiempo orando por lo que sabía en el fondo que era mi verdadera sustancia espiritual. Y uno de los primeros pensamientos que me vino a la mente fue del libro de Eclesiastés: “He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá” (3:14).

Fue muy reconfortante saber que el bien para el que Dios me creó es el bien que Él continúa viendo; que este bien no es mío para mantenerlo, sino de Él, y que es eternamente imperturbable, completo y puro.

También encontré aliento en los escritos de Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, quien escribe: “Una idea espiritual no tiene un solo elemento de error, y esta verdad elimina debidamente todo lo que es nocivo” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 463).

Mis oraciones no consistían en “visualizar” mi camino para que se concretara una curación o manifestara personalmente algo bueno para mí mismo. Se trataba de ser receptivo a la revelación de Dios de mi bondad innata, mi integridad presente y eterna, como reflejo de Dios, del Espíritu. Revelaciones como estas se identifican en la Ciencia Cristiana como el Cristo, “la verdadera idea que proclama el bien, el divino mensaje de Dios a los hombres que habla a la consciencia humana” (Ciencia y Salud, pág. 332).

Reflejar a Dios como Mente es estar conscientes tanto del bien que tenemos como del bien que somos.

¿Y cuál fue el efecto de este particular mensaje de Dios, esta confirmación de mi sustancia espiritual? Cuando regresé al dentista, toda evidencia de infección había desaparecido y no ha regresado.

Eddy escribe: “El hombre brilla con luz prestada. Refleja a Dios como su Mente, y este reflejo es sustancia —la sustancia del bien” (Retrospección e Introspección, pág. 57). Reflejar a Dios como Mente es estar conscientes tanto del bien que tenemos como del bien que somos. Más aún, es comprender que la sustancia de este bien es de naturaleza totalmente espiritual, no está limitada en lo más mínimo por la creencia errónea en una vida definida por la materia.

Cristo Jesús ciertamente conocía la importancia de apartarse de dicha creencia. Esto le permitió ver a los demás como Dios los veía y, al hacerlo, llevar a cabo una curación rápida y completa.

En el Evangelio de Juan leemos: “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él” (9:1-3).

Jesús no estaba interesado en culpar a nadie por la aparente falta de bien en la vida de este individuo. Más bien, reconoció la totalidad del bien en todos, dando paso a que “las obras de Dios” —incluida la salud inherente y la integridad del hombre— se “manifestaran”. ¿Cuál fue el resultado? El hombre sanó.

Aunque nadie puede decirlo con certeza, no me sorprendería si este hombre salió de esta experiencia pensando algo muy parecido a lo que mi estudiante de la Escuela Dominical compartió conmigo: que la curación que había tenido no se trataba tanto del bien que recibió, sino de tener la certeza de que él mismo era bueno.

Tales certezas cristianas nos esperan a todos cuando miramos a Dios como la fuente y sustancia de nuestro ser y vemos el bien no como algo que debemos obtener, sino como algo nuestro para reflejar, experimentar y contemplar en nosotros mismos y en los demás por ser la imagen y semejanza —la expresión esencial— de un Dios del todo bueno.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / octubre de 2023

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.