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Original Web

Curación de graves quemaduras

Del número de diciembre de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Original en español

Apareció primero el 2 de octubre de 2023 como original para la Web.


En 1982, conseguí un trabajo en la sucursal uruguaya de Aldeas Infantiles SOS, una organización no gubernamental dedicada al cuidado de niños huérfanos y abandonados de todo el mundo. Mientras trabajaba allí tuve mi primera curación en la Ciencia Cristiana.

En ese momento, estaba a cargo de una casa de ocho niños en la aldea infantil, ubicada en la ciudad capital de Montevideo. Estos niños asistían conmigo a la iglesia local de la Ciencia Cristiana los domingos.

Un domingo después de la iglesia, mi sobrino se unió a nosotros en el pueblo. Mientras preparaba el almuerzo para todos en la casa, encendí el horno de gas en la cocina para hacer un asado. De repente, sentí un olor extraño (lo que más tarde supe que era gas), y fui a revisar el horno, que se había apagado. Cuando me acerqué, encendí un fósforo con la intención de volver a encender la llama piloto.

De pronto, el fuego me envolvió por completo. Me paré sobre el fregadero, abrí el agua y dejé que corriera sobre mí y apagara las llamas. La chica mayor del grupo se acercó de inmediato y me preguntó qué podía hacer para ayudarme. Aprecié su gesto. Yo era una recién llegada a la Ciencia Cristiana, y hacía tan solo unos meses que la estudiaba, pero pude decirle que no se preocupara porque Dios estaba con nosotros, y “Dios es amor” (1 Juan 4:8).

Fui al baño y me lavé la cara. Cuando me miré en el espejo, lo que vi fue horrible. Decidí no volver a hacerlo, sino mantener mi pensamiento en lo que era verdad, es decir, en el ser espiritual y perfecto que Dios me había dado.

El capítulo titulado “La oración” en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, habla de la importancia de cerrar la puerta del pensamiento al testimonio de los sentidos materiales, y abrirla de par en par a lo que Dios, la Verdad, nos revela continuamente acerca de nuestra identidad espiritual indestructible e intachable; es decir, la única identidad que tenemos.

Las llamas me habían quemado el cabello, y el olor a humo estaba por todas partes. Un empleado vino a ayudarme y volvió a encender el horno. Recuerdo que otro empleado me dijo que no entendía cómo no tenía heridas más graves. Después de cocinar el asado, los niños y yo nos sentamos a comer. Uno de ellos comentó que me veía muy roja, pero uno de los mayores le aseguró que todo estaba bien, y agregó que nada podía haberme hecho daño porque era espiritual. Los niños son como pequeñas esponjas: absorben muy fácilmente los conceptos espirituales. Sentí que los pensamientos puros de estos niños contribuyeron a mi curación.

Decidí que continuaría orando para obtener un mejor sentido de mi naturaleza totalmente espiritual, y confiar en que Dios es el sanador. Recuerdo que leí el capítulo “La fisiología” de Ciencia y Salud, el cual elevó mi pensamiento hacia la consciencia espiritual del verdadero ser del hombre. Sabía que era este estado espiritual de pensamiento el que sana.

La semana siguiente, el director de Aldeas Infantiles vino a decirme que la quemadura había sido un accidente relacionado con el trabajo, por lo que sería compensada si recibía atención médica. Él sabía que yo era Científica Cristiana, y que la estudiaba y confiaba en ella para la curación. Si bien apreciaba su interés en que me compensaran por el incidente, nunca busqué atención médica porque sabía que en el reino de Dios, el verdadero hogar en el que vivimos, no hay accidentes y, por lo tanto, yo no podía sufrir, ni física ni financieramente.

El miércoles siguiente fui a casa de mi madre. Al ver mi cara, exclamó: “¡No hay nada malo contigo!”. Aparentemente, un pariente le había contado que me había quemado y tenía marcas horribles en la cara. Cuando fui a la reunión de testimonios en la Iglesia esa noche, no tenía ni una sola marca en el rostro. La pesadez que había sentido en el lado derecho de mi cara desapareció poco después.

Estoy profundamente agradecida por esta curación. Debido a ella, muchas personas fueron testigos del poder sanador de la Ciencia Cristiana. Siempre le digo a la gente que es una ciencia práctica que todos pueden probar por sí mismos. Aunque soy la única que estudia la Ciencia Cristiana de mi lado de la familia, mi madre y todos mis hermanos han visto el significativo cambio para mejor en mi vida, y a veces me piden apoyo a través de la oración. Cada uno de mis hermanos también tiene un ejemplar de Ciencia y Salud que mi madre les dio.

Myrian Huart
Ciudad de la Costa, Uruguay

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