“¿Qué es esto?”, preguntó mi hermana, mientras corría hacia la mesa de la cocina después de la escuela.
Ni siquiera era diciembre todavía, pero había un paquete plano y envuelto para cada una de nosotras, al lado de nuestra merienda.
“Ábranlos”, dijo mamá, con una sonrisa.
Arrancamos el papel para encontrar dentro de cada paquete una caja larga y delgada pintada con escenas navideñas, con los números del 1 al 25 en lo que parecían pequeñas puertas. Cuando recogimos nuestras cajas y las sacudimos, sonaron como un cascabel.
“Son calendarios de Adviento”, explicó mi mamá. “Cada día previo a la Navidad, se abre una de las puertas para encontrar un regalo adentro”.
Cuando finalmente llegó el 1° de diciembre, mi hermana y yo abrimos cuidadosamente la primera puerta de cartón en nuestros calendarios. Adentro había un trozo de chocolate envuelto en papel de aluminio y decorado para que pareciera un adorno navideño. Y a partir de allí, cada noche estuvimos a la espera de un tesoro diferente.
Después de muchos calendarios de Adviento con el paso del tiempo, hubo un año en el que no pude estar con mi familia para las fiestas. Las semanas previas a la Navidad parecían llenas de días largos y solitarios. No estaba segura de qué hacer o cómo entrar en el espíritu navideño. Pero una noche, mientras estaba en la cama y me sentía un poco triste, una voz en mi pensamiento dijo: Este año, vas a recibir un calendario de Adviento espiritual.
Reconocí esa voz. La había escuchado muchas veces antes, cuando necesitaba ayuda, tranquilidad o consuelo. Sabía que era el Amor divino, Dios, debido al sentimiento de ser amada que lo acompañaba. Pero no sabía qué era un calendario de Adviento espiritual, así que seguí escuchando.
Me vinieron más ideas. Sentí que Dios me estaba diciendo que cada día previo a la Navidad, recibiría un regalo especial. No trozos de chocolate como los que había recibido cuando era niña. Estos serían regalos que me ayudarían a sentir el verdadero espíritu de la Navidad: la alegría y el amor que nos hablan de Emanuel, “Dios con nosotros” (Mateo 1:23).
No estaba segura de cómo reconocería mi regalo cuando lo recibiera, o incluso qué buscar, pero a la mañana siguiente me desperté emocionada por ver qué podría pasar. Alrededor de la hora del almuerzo, un amigo me envió un mensaje de texto en el que me invitaba a ir a patinar sobre hielo. ¡Uau! Pensé, y le respondí el mensaje de texto de inmediato: “Sí”.
Al día siguiente, mi regalo del calendario de Adviento fue darle un regalo a otra persona. Ese día me desperté con la idea de hacer algo bueno por un vecino. Supe que la idea venía directamente del Amor divino, y fue increíble ver cómo, al dar amor, me sentí muy amada.
A medida que pasaban los días, los regalos seguían llegando. Un día, pude orar por una amiga que estaba pasando por un momento difícil, y también logré ver su hermosa curación. Otros días, me sentí inspirada a leer la historia de la Navidad en la Biblia o a orar por algo en mi propia vida y sanar. Para cuando llegó la Navidad, ya no me sentía sola ni triste, sino que ya la había celebrado muchas veces gracias a todos los regalos que Dios me había dado.
También me sentía cerca de Dios, y sabía que ese sentimiento podía durar hasta mucho después de la Navidad, porque un calendario de Adviento espiritual no es solo para la época de Navidad. La bondad de Dios es constante. Está siempre presente, al igual que Dios. Y sentir más de esa bondad en cualquier día consiste en esperar, y buscar, los regalos del Amor.