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Original Web

Cómo la confianza de mis padres en Dios fomentó la mía

Publicado originalmente en francés.

Del número de junio de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 20 de febrero de 2023 como original para la Web.


Cuando tus padres amorosos, tiernos y solícitos comparten contigo desde temprana edad su confianza en Dios, esa confianza te marca de por vida. Y en algún momento, esa confianza puede convertirse en la tuya.

Me siento muy feliz al recordar que cuando mis hermanos o yo nos despertábamos en la noche, llorando porque algo nos dolía, mis padres nos tomaban en sus brazos y caminaban por la sala, orando y cantando himnos en voz alta. Con nuestras cabezas reclinadas sobre sus hombros, escuchábamos esas verdades alentadoras e inspiradoras de confianza que nosotros mismos habíamos aprendido al asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. El hecho de que estas palabras estuvieran asociadas con la confianza misma de nuestros padres en Dios y en Su amor les daba un significado más tangible y reconfortante para nosotros.

Padres amorosos que querían lo mejor para sus hijos, confiaban en lo que estaban aprendiendo sobre la omnipresencia y omnipotencia de Dios, y se apoyaban con convicción en las verdades espirituales que enseña la Ciencia Cristiana. Y con mucha frecuencia, en esas ocasiones en que mis hermanos o yo necesitábamos ayuda, nos quedábamos dormidos pacíficamente en sus brazos, sanados en ese mismo momento.

No me había dado cuenta de la perdurable impresión que esto me había causado hasta que, cuando era un adulto joven, tuve la oportunidad y la alegría de poner en práctica las enseñanzas de la Ciencia Cristiana por mi cuenta. Como resultado, la enfermedad y las lesiones fueron sanadas, la armonía restaurada en las relaciones personales y profesionales, los recursos financieros recuperados y estabilizados, y muchas otras cosas. Ya no podía acurrucarme con mis padres como cuando era un niño muy pequeño, pero podía hacerlo con Dios al orar. 

La Biblia menciona con frecuencia la función del Padre cuando habla de Dios. Jesús muy a menudo se dirige a Dios de esta manera. En el Evangelio de Juan, al hablar con su Padre celestial acerca de sus discípulos, Jesús dice: “La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno” (17:22). Aquí, Jesús reconoce el vínculo indisoluble entre el Padre y Sus hijos que incluye el amor ilimitado y universal.

En otra ocasión en el mismo Evangelio, Jesús declara: “El Padre que mora en mí, él hace las obras” (14:10). Dios Se expresa en Su idea, de manera concreta, inteligente, coherente y precisa. La acción divina es siempre una coincidencia del Principio (el cual es sinónimo de Dios) con su idea: hombre y mujer.

Esto es lo que Mary Baker Eddy dice en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras acerca de esta coincidencia. Al relatar la curación que se produjo a través de su oración por un hombre que sufría de una enfermedad en la cadera, concluye: “Recapacitando sobre esta breve experiencia, no puedo dejar de percibir la coincidencia de la idea espiritual del hombre con la Mente divina” (pág. 194). Saber que donde estamos Dios está, nos tranquiliza. Coexistimos eternamente.

Y el libro de Mateo señala la promesa de confiar en Dios: “Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada” (15:13). No importa que suceso desagradable surja, nuestra vida está anclada en Dios. Nada puede resistir la omnipotencia divina.

En otras palabras, la relación de Dios con Sus hijos está definida por una unidad espiritualmente científica, establecida eternamente, plenamente y sin interrupción. Todo aquello que Dios no es no puede tomar forma en nuestras vidas, y tenemos la capacidad y la autoridad para dar testimonio de esto.

Además, Dios tiene cualidades masculinas y femeninas. Muchas veces Ciencia y Salud se refiere a Dios como Padre-Madre, como en este pasaje: “El hombre y la mujer, coexistentes y eternos con Dios, reflejan para siempre, en cualidad glorificada, al infinito Padre‑Madre Dios” (pág. 516), o en este, que define a Dios como Amor: “La Mente es el Principio divino, el Amor, y no puede producir nada desemejante al eterno Padre-Madre, Dios” (pág. 335).

¿Cómo no vamos a confiar en nuestro Padre-Madre omnipresente, todopoderoso y amoroso? Incluso en circunstancias aterradoras, la Verdad divina está aquí para desarraigar de nuestra consciencia toda creencia en la posibilidad de la ausencia de Dios o en la presencia de algún poder maligno, y esta comprensión sana.

Hace varios años, de pronto tuve un dolor alarmante en uno de mis brazos y en gran parte de mi cuerpo. Como suelo hacer, y con la fortaleza de mis curaciones pasadas, oré, y negué que el dolor fuera creado por Dios, quien es el único que me da vida y existencia.

Esa noche, me desperté repentinamente alrededor de las 2 de la madrugada y descubrí que la mitad de mi cuerpo estaba paralizado. Estaba asustado y mis pensamientos giraban en todas direcciones, pero entonces recordé este pasaje de Salmos: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones” (46:1).

Siempre he sentido que Dios estaba conmigo en los momentos de angustia. Tenía la convicción de que, debido a la buena naturaleza de Dios y por amor a Sus hijos, el Amor divino estaba cuidándome en ese mismo momento. La noción de que Dios no estaba presente era impensable para mí. Por el contrario, puesto que está en todas partes, sabía que Él estaba allí. En Dios está nuestra vida, nuestro ser. La oración y la confianza con comprensión no hacen que Dios aparezca repentinamente, sino que nos ayudan a reconocer que debido a que Él es Todo, somos eternamente espirituales, saludables, completos.

La siguiente idea que se me ocurrió fue comunicarme con un practicista de la Ciencia Cristiana en el extranjero, donde era de día, para no despertar a un practicista en el país donde vivo. Justo en medio de esta preocupante situación, ese pensamiento inesperado me hizo sonreír, y realmente lo necesitaba. El practicista que atendió mi llamada me escuchó amablemente y, con una voz muy tranquila, propuso que oráramos con el Padre Nuestro. La Sra. Eddy escribe: “La Oración del Señor (el Padre Nuestro) es la oración del Alma, no del sentido material” (Ciencia y Salud, pág. 14). Nos eleva para ver lo que Dios ve. Y más adelante, habla de los efectos resultantes: “Solo a medida que nos elevamos por encima de toda sensación material y de todo pecado, podemos alcanzar la celestial aspiración y consciencia espiritual que están indicadas en la Oración del Señor (el Padre Nuestro) y que sanan instantáneamente a los enfermos” (pág. 16).

Mis propias oraciones y las conversaciones que tuve con el practicista dos veces durante la noche trajeron un bálsamo a mi consciencia. Me sentí envuelto en un sentido cada vez mayor de la presencia amorosa y poderosa de Dios, y finalmente me quedé dormido.

Cuando me desperté al día siguiente, mi cuerpo estaba libre y ligero y había recuperado toda movilidad. Me inundó una alegría profunda y agradecido por el Amor divino que había sido un “pronto auxilio en las tribulaciones”.

Cada uno de nosotros puede tomar la decisión —conscientemente y con toda certeza— de dejarse llevar en los brazos divinos de nuestro tierno Padre-Madre Dios, y experimentar cómo esa confianza es confirmada mediante la curación. 

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