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Original Web

El propósito en la iglesia

Del número de junio de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 13 de marzo de 2023 como original para la Web.


Hace un par de décadas, al ser elegido para dirigir los servicios religiosos de mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico, como Primer Lector, recuerdo que esperaba con ansias hacerme cargo de mis nuevas responsabilidades y también me preguntaba cuál sería mi propósito como Primer Lector.

Sabía que quería servir a Dios y a mi prójimo, y sabía que quería ser testigo del crecimiento de la iglesia. También sabía que quería ayudar y ser un sanador. Pero ¿qué significaba todo esto, específicamente?

Mientras pensaba en esto, investigué los escritos de Mary Baker Eddy sobre el tema de que la Biblia y Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras eran el pastor impersonal de La Iglesia de Cristo, Científico. La Sra. Eddy escribe: “Vuestro pastor dual e impersonal, la Biblia y ‘Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras’, está con vosotros; y la Vida que éstos dan, la Verdad que enseñan, el Amor que demuestran es el gran Pastor que alimenta a mi rebaño, y lo pastorea ‘junto a aguas de reposo’” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 322). Me pregunté: “Si el pastor está a cargo de instruir, pastorear y velar por la congregación, ¿qué me queda por hacer a mí además de leer palabras en una página?”.

Luego pensé en que los practicistas de la Ciencia Cristiana dan un tratamiento mediante la oración apartando la mirada de la evidencia falsa de los sentidos materiales y manteniendo sus pensamientos en la verdad espiritual de la existencia. Estos tratamientos vencen el error, es decir, la creencia errónea de que Dios no es supremo. El siguiente pasaje me ayudó a comprender que los practicistas deben impersonalizar los errores que se manejan a través de su tratamiento: “Impersonalizar científicamente el sentido material de la existencia —en vez de aferrarse a la personalidad— es la lección de hoy” (Escritos Misceláneos, pág. 310).

Esta epifanía me llevó a pensar que, dado que no es mi trabajo instruir a la congregación, no debería realizar un servicio personal. Más bien, al leer desde el púlpito, podría ser como un practicista para nuestra iglesia, conociendo la verdad y elevando mi pensamiento por encima del cuadro material. Si hiciera bien mi trabajo, al conocer la totalidad de Dios y enfrentar impersonalmente los argumentos de la mente mortal, entonces sería testigo de que Dios sana, guía, ilumina, instruye e inspira a la congregación. Esta idea fue validada por un pensamiento de la Biblia: “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” (2 Corintios 10:4). 

Las continuas oraciones de los miembros de nuestra iglesia filial me apoyaron en mi papel de Lector, y el resultado de nuestro trabajo fue maravilloso.

En cada servicio, me esforzaba por leer con humildad y comprensión. Solo aceptaba la prueba espiritual de la vitalidad y no la falsa evidencia de una iglesia menguante. Sabía que estaba en medio de una iglesia vibrante mantenida por Dios, y también que la abundancia y el crecimiento existían durante cada reunión de testimonios de los miércoles, cuando las personas compartían experiencias de curación de la Ciencia Cristiana.

Al mantener un enfoque espiritualmente obediente a mi nueva función, las oraciones continuas de los miembros de nuestra iglesia filial me apoyaron en mi papel de lector, y el resultado de nuestro trabajo fue maravilloso. Nuestra iglesia creció, y nuestra membresía de la Escuela Dominical se duplicó con creces. Me sentía motivado y tenía un sentido de propósito.

Durante mi lectoría había cambiado, crecido espiritualmente; sin embargo, cuando terminó mi compromiso de tres años como Primer Lector, no estaba seguro de cuál era mi propósito como congregante de la iglesia. 

Lo primero que pensé fue en el Estatuto “La oración en la Iglesia” en el Manual de la Iglesia: “Las oraciones en las iglesias de la Ciencia Cristiana deberán ser ofrecidas colectiva y exclusivamente en pro de las congregaciones” (pág. 42).

Parecía claro que mi motivo debía ser honrar a Dios y amar y orar por mis colegas congregantes. ¡Sabía cómo hacerlo! Ya sea que estuviera sentado en mi iglesia filial de toda la vida, en una nueva iglesia filial cuando visitaba amigos o familiares, o incluso en La Iglesia Madre, siempre me había sentido como en casa y sentía amor por los otros feligreses durante los servicios. Sin embargo, la cuestión principal sigue siendo: ¿Cómo debo expresar ese amor a los demás durante un servicio? 

¿Debo amar a la congregación brindando apoyo impersonal con la oración? ¿Debo interactuar con otros feligreses con amistad y afecto, antes y después del servicio? ¿Cómo podía interactuar con otros congregantes y además profundizar mi comprensión de su naturaleza espiritual? Mientras oraba acerca de esto, comencé a ver que podía lograr un equilibrio entre la fraternidad y la oración impersonal.

Este pasaje de Escritos Misceláneos me dio una respuesta: “Si un hombre de mayor corpulencia que la normal se arrodillase en la iglesia sobre el escabel, que los más esbeltos se conduelan de la necesidad de su hermano haciendo lo mismo” (pág. 131).

En este párrafo, la Sra. Eddy describió a una persona que necesitaba ayuda durante un servicio e instruyó a la congregación a expresar compasión y practicidad. Para mí, esta fue una guía clara para aquellos de nosotros que formamos parte de una congregación de que debemos interactuar unos con otros de una manera considerada y amorosa mientras honramos y adoramos a Dios. El resto de ese párrafo habla de que somos una banda unida de personas de ideas afines. 

Había encontrado mi propósito. Durante un servicio religioso, no iba a sentarme allí y bloquear a mis colegas feligreses. Iba a adorar a Dios expresando compañerismo y unidad, y amaría a la congregación a través de la oración impersonal. De esta manera estaba sirviendo a Dios, absorbiendo más de la verdad, sintiendo la presencia de Dios y siendo testigo de la curación.

Al recordar muchos de los servicios de la iglesia a los que asistí después de llegar a esta comprensión, fui testigo de una tremenda armonía. Vi cómo la tensión política de larga data se desvanecía entre dos miembros de la iglesia. Vi a alguien recuperarse después de desmayarse durante un servicio, y recuerdo haber sido inspirado y sanado por muchos testimonios conmovedores de curación dados en momentos en que respondían a necesidades específicas.

A menudo sentí alegría de que, como feligreses, estábamos unidos al juntarnos para servir a Dios. Sentí buena voluntad, camaradería y propósito santo. Independientemente de en qué lado del púlpito estemos, un servicio de la iglesia de la Ciencia Cristiana es el lugar perfecto para estar juntos con alegría y sanar.

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