Annie se sentía avergonzada. Siempre era una de las últimas chicas elegidas para el equipo de béisbol. La clase de gimnasia la hacía sentir poco popular, incluso rechazada y sola. Deseaba no tener que ir al gimnasio nunca más.
Pero una cosa hizo que Annie se sintiera esperanzada. Asistía a una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, donde había aprendido que Dios podía ayudarla con lo que fuera. Ella comenzó a preguntarse si Dios podría ayudarla incluso con su problema de la clase de gimnasia.
Ese domingo, habló con su maestra de la Escuela Dominical al respecto. La maestra tuvo algunas buenas ideas. Le recordó que era la hija amada de Dios. Dios no la hizo a ella ni a nadie para ser un desastre en nada, ni siquiera en béisbol. Pero si eso fuera cierto, se preguntó Annie, entonces, ¿por qué era tan mala en los deportes? ¿Por qué no podía ser como las otras chicas de su clase?
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