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ARTÍCULOS

La Iglesia que todos necesitamos

Del número de junio de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 3 de abril de 2023 como original para la Web.


“¿Por qué alguien necesitaría una iglesia?”, uno podría preguntar. Siento que soy un ejemplo vivo de la respuesta a esa pregunta.

Cuando tenía alrededor de ocho años, al final de una clase de la Escuela Dominical en la iglesia a la que asistía mi familia, los maestros pidieron a los alumnos que oraran en silencio. Cerré los ojos y sentí una indescriptible sensación de amor, paz y unidad con Dios. A partir de ese momento, de alguna manera supe que podría sentir esa indescriptible calma y certeza cada vez que un grupo de personas orara a Dios de todo corazón. ¡La oración colectiva en silencio puede ser así de poderosa!

Mi madre falleció cuando yo tenía diez años, y a los doce, comencé a asistir a la Escuela Dominical en una Iglesia de Cristo, Científico. Hoy digo a menudo que fui criada por la Ciencia Cristiana. De hecho, durante mis años de adolescencia al lidiar con pérdida, enfermedad en la familia y mi propia depresión, la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana siempre fue mi refugio seguro.

Recuerdo una experiencia específica mientras asistía a la universidad en Viena, Austria. Después de varias crisis mentales y emocionales durante las primeras semanas en que viví sola, pensé que me estaba enfermando mentalmente. Me sentía desorientada, como si no tuviera control sobre mi desesperación.

Pero seguí yendo a la Escuela Dominical, aunque no entendía mucho de la conversación en clase, que era en alemán. En un espíritu de compasión y colaboración, una señora que era miembro de la iglesia sugirió que otra mujer, que se había mudado recientemente desde Panamá, se convirtiera en mi maestra de la Escuela Dominical. Por ser de Brasil, tampoco hablaba español, pero me resultaba más fácil de entender que el alemán. Esas clases despertaron mi amor e interés por la Biblia. Me sentí tan apoyada por lo que estaba aprendiendo y tan amada y apreciada por la forma en que me trataban en la Escuela Dominical que pude continuar mis estudios universitarios a pesar de los desafíos.

Participar en la Escuela Dominical, visitar la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana y asistir a los servicios de la iglesia dieron una estructura sólida a mi vida. Aprendí sobre mi verdadera identidad como hija amada de Dios. Mi comprensión de Dios y de mí misma moldeó mi forma de pensar para que supiera cómo ser sincera con los demás y conmigo misma y para que expresara naturalmente honestidad, disciplina y confianza.

Gracias a esas bendiciones, sé que la iglesia no es solo para mí. La iglesia nos permite orar colectivamente y con eficacia por nosotros mismos y unos por otros. A través de la oración, podemos esperar curación, transformación y reforma. La membresía de una iglesia, al orar con las mismas metas espirituales de progreso y paz impacta no solo a sus miembros individualmente, sino también a su comunidad y al mundo.

Cristo Jesús dijo de su discípulo Pedro, cuando este reconoció que Jesús era el Mesías, o el Cristo: “...sobre esta roca edificaré mi iglesia…” (Mateo 16:18). Jesús no se refería a un edificio, sino a sus seguidores, quienes tenían el objetivo común de compartir las buenas nuevas, la Palabra sanadora de Dios, que bendice al mundo. Jesús fue capaz de inspirar y empoderar a sus seguidores. El trabajo espiritual de ellos cambió la vida y las percepciones de las personas. Ese grupo de seguidores era su iglesia o sociedad. Este concepto me ha ayudado a entender aún mejor esta explicación de Mary Baker Eddy en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “. . . Jesús se proponía fundar su sociedad, no en el Pedro personal como un mortal, sino en el poder de Dios que estaba detrás de la declaración de Pedro acerca del Mesías verdadero” (pág.138).

La Iglesia es el cumplimiento de las palabras de Jesús y la comprensión de Eddy de estas palabras. Es una base que nos permite ayudarnos y apoyarnos unos a otros y orar por el mundo con amigos de ideas afines, que constituyen nuestra familia de la iglesia.

Puede ser tentador pensar que nuestras iglesias filiales carecen de personas y de recursos y que las cosas solían ser mejores. Ciertamente, cada era trae sus propios desafíos. Me gusta considerar el hecho de que Jesús esencialmente comenzó con una congregación de 12 apóstoles, y que Eddy fundó la Iglesia de Cristo, Científico, con “un pequeño grupo de sinceros buscadores de la Verdad” (Mary Baker Eddy, Manual de La Iglesia Madre, pág.17).

Los objetivos transformadores y revolucionarios de la misión de Jesús requirieron mucho de él y sus seguidores, de Eddy y de los primeros Científicos Cristianos, y requieren mucho de nosotros hoy. Pero la pregunta que queda es cómo podemos esperar y trabajar por el crecimiento individual y el de la comunidad religiosa.

Una forma es entender que el crecimiento espiritual es la base para el progreso de la membresía y la asistencia a la iglesia. En Ciencia y Salud leemos: “Pregunta. —¿Cómo puedo progresar más rápidamente en la comprensión de la Ciencia Cristiana? Respuesta. —Estudia a fondo la letra y embebe el espíritu” (pág.495). Este es un paso hacia el progreso también en nuestras iglesias. A medida que nosotros como Científicos Cristianos “estudiamos a fondo la letra y embebemos el espíritu”, podemos trabajar juntos más eficaz y armoniosamente para encontrar formas de sanar y bendecir a nuestras comunidades. Al fin y al cabo, la Iglesia ciertamente está destinada a elevar a la raza humana (véase Ciencia y Salud, pág.583).

Cuando los miembros de la iglesia trabajan juntos, orando y apreciándose unos a otros y cada actividad de la iglesia, estamos dejando que el espíritu del Cristo, en lugar de los miembros, abra el camino con amor. Entonces, estamos naturalmente más capacitados para saber cómo responder a las necesidades espirituales y prácticas de la congregación, de la comunidad y del mundo. De esta actividad, podemos esperar curaciones. Los miembros de la iglesia de Viena que sabían que yo era una joven alumna de la Escuela Dominical, sola y con problemas con el idioma, respondieron amorosamente a mis necesidades y ayudaron a que creciera mi amor por Dios y por la iglesia.

Apoyar y participar en la iglesia no es una carga, sino una alegría. Es una oportunidad de transformar la vida para mejorar y ofrecer un refugio seguro; un lugar donde cualquier persona puede experimentar amor incondicional, humildad, honestidad y curación. Podemos llevar estas cualidades de la Iglesia a nuestra comunidad más amplia al darles la bienvenida a todos, para que experimenten el amor sanador de Dios con los demás.

Cada vez que participo en la iglesia y apoyo sus actividades, siento que estoy viviendo y expresando el amor puro que enseña la Ciencia Cristiana e impartiendo las buenas nuevas del poder del Cristo para sanar la enfermedad y el pecado. Imagínate cuán poderoso puede ser esto si cada miembro o visitante que asiste a la iglesia se siente de esa manera. ¡Esa es la Iglesia que todos necesitamos!

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