“¡Hola! ¡Hola! ¡No escucho!” Por un momento, no pude entender lo que estaba pasando; por qué razón la llamada telefónica se perdía mientras viajábamos hacia la capital. No tardé mucho en darme cuenta del motivo. Estábamos atravesando una zona poblada de cerros y cada vez que nuestro vehículo ascendía, la comunicación era perfecta; pero cuando la ruta descendía de manera casi abrupta, desaparecía. Finalmente llegamos a un terreno llano, como casi todos los de mi país, Uruguay, y de allí en adelante las comunicaciones se hicieron fluidas y más nítidas las voces.
Muchas veces, parece como si la relación entre las personas pasara por momentos similares, en los que perdemos la comunicación con nuestro prójimo o resulta complicado lograrla. No siempre es fácil llegar al otro, pero he estado aprendiendo, sin embargo, que la mejor manera de comunicarnos con los demás es establecer, primero, una comunicación con nuestro Padre, Dios. Qué bueno es saber que nuestra “línea” con Dios nunca se corta, y la comunicación con Él no es más difícil en algunos lugares o en ciertos momentos. Es una constante con la que podemos contar. Y la guía que Dios nos brinda nos informa de nuestras relaciones e interacciones.
La Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, escribió en su obra fundamental: “La intercomunicación es siempre de Dios hacia Su idea, el hombre” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 284).
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