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Original Web

Experimentar la energía divina

Del número de junio de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 20 de febrero de 2023 como original para la Web.


Algo maravilloso sucede cuando descubrimos más de nuestra espiritualidad. Y por espiritualidad me refiero al hecho de nuestra existencia espiritual como creación de Dios, y que nuestras vidas no están determinadas por algo material, sino más bien por las cualidades que provienen de la Mente divina e infinita. Al tomar conciencia de esto, encontramos una gran expectativa del bien. Además, hallamos que tener conciencia de nuestra existencia espiritual nos energiza para poder participar cada vez más de la bondad de Dios. 

Incluso una pequeña percepción de la espiritualidad comienza a convencernos de que nada es imposible para Dios. Mira lo que le sucedió a Jesús. No solo fueron las cosas maravillosas que él sacó a relucir en otros en términos de curación y reforma, sino que su consciencia de Dios lo llevó a su resurrección, resucitó de la muerte. En el caso del seguidor de Jesús, Pablo, fue un hombre que perseguía a los cristianos, sin embargo, al tener una profunda revelación espiritual se convirtió en un hombre nuevo, dedicado al mensaje del Cristo. En esta devoción, comenzó a descubrir la energía divina y lo que produce. 

La energía divina revela nuevas y grandes ideas y nos mueve a encontrar nuevas formas de expresar las cualidades y la obra de Dios.

Con Pablo, realmente tienes la sensación de que habló por experiencia, incluso cuando dijo: “Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder” (1 Corintios 6:14). Creo que es importante considerar las formas en que Pablo experimentó esta “resurrección”, y las formas en que nosotros mismos podemos experimentar lo que Pablo estaba diciendo aquí. Él nos estaba incluyendo a todos en esta resurrección, que resulta en una renovación y un nuevo enfoque y propósito.

Reitero, todo esto se basa en la comprensión de la naturaleza espiritual de Dios y el universo. Si bien nuestro universo parece material, en realidad es todo consciencia, todo pensamiento. Cuando calmamos los temores y la agitación —y hacemos desaparecer el egoísmo y la competitividad en el pensamiento humano— y nos volvemos a Dios, experimentamos la esencia del universo como una expresión de Dios, la Mente divina; como la expresión del Amor y todas las buenas cualidades que acompañan y provienen del Amor. Percibir la realidad del Amor que todos reflejamos por ser la expresión de Dios realmente nos conmueve. Cambia las cosas. Nos sana y trae bendiciones a los que nos rodean.

Se trata de apreciar y permanecer envueltos en las cualidades de Dios que naturalmente debemos expresar. Es una energía que aprendemos a reconocer y permitir que entre en nuestras vidas. La Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, escribió en su libro de texto sanador: “Sintamos la energía divina del Espíritu, que nos lleva a renovación de vida y no reconoce ningún poder mortal ni material como capaz de destruir” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 249).

“Sentir” esta energía y verla trabajar en nosotros es como ceder, mediante lo cual aprendemos que, de hecho, todo lo que ocurre se deriva de los pensamientos de Dios, el Amor divino, y que estos pensamientos se mueven, definen y determinan todo. Nos dice que esto es la Vida. ¡Y nosotros vamos a demostrarlo! La energía divina nos inspira a querer ver más cosas buenas para todos. A veces parece como si fuera tan solo un anhelo de que esto suceda, luego un hambre y la disposición de trabajar por el bien. Más tarde toma un verdadero impulso en nosotros.

Dios nos mueve a expresar Sus cualidades, a fin de iluminar el universo con un sentido de la presencia divina y mostrar que la verdad de lo que realmente somos ya está establecida. 

Mostrar la verdad sanadora requiere un compromiso, que Mary Baker Eddy —quien llevó adelante el movimiento de la Ciencia Cristiana— describió de la siguiente manera: “¿Estamos debidamente conscientes de nuestras grandes oportunidades y responsabilidades? ¿Estamos preparados para hacerles frente y mejorarlas; para desempeñarnos con el auge de energía divina con que estamos equipados?

“Jamás se hizo un llamado más solemne e imperioso que el que nos hace Dios a todos nosotros, aquí mismo, por una devoción ferviente y por una consagración absoluta a la más grande y más santa de todas las causas” (Escritos Misceláneos 1883-1896, págs. 176-177).

Experimentar la energía divina es estar ocupado en la obra de expresar y manifestar el gran bien que Dios está haciendo, y Él ciertamente está haciendo algo. En verdad, Dios realmente está haciendo todo, todo el bien. A medida que cedemos a esta realidad, ganamos más energía y salud que nos permiten seguir demostrando que es la realidad. 

Se trata de apreciar y permanecer envueltos en las cualidades de Dios que naturalmente debemos expresar.

Esto significa una gran cantidad de oración, una vida cada vez más basada en la oración. Por un lado, esto no consiste en orar todo el día, todos los días, con la idea de que no hay nada más que hacer excepto apreciar lo que Dios ha hecho. Por otro lado, no estamos corriendo por ahí tratando de hacer las cosas y diciendo: “Mírame. Mira lo que estoy logrando”. Vamos a levantarnos y hacer cosas, las cosas que Dios nos guíe a hacer. El deseo de ser testigo de Dios me ha movido a compartir ideas que han ayudado a otros, así como los ha inspirado a ser una mejor ayuda para sí mismos. Me mueve en mi trabajo a crecer espiritualmente en mi propia vida y me capacita para despertarme vigorizado por la mañana. Con eso viene el deseo de orar y comenzar el día con confianza en el poder de Dios. 

Algunos podrían creer que este es un proceso de la mente humana más bien que algo de Dios. Pero estar constantemente abierto a reconocer el poder divino nos lleva a niveles más elevados de producción, resistencia y alegría que para la llamada mente humana simplemente no son posibles. Este reconocimiento del poder de Dios indica claramente que la enfermedad y otras condiciones que parecen estar determinadas por la materia, de hecho, no tienen fundamento, ni poder para afectar nuestras vidas. Esto es lo que Ciencia y Salud describe que “nos lleva a renovación de vida y no reconoce ningún poder mortal ni material como capaz de destruir”.  

La energía divina revela nuevas y grandes ideas y nos mueve a encontrar nuevas formas de expresar las cualidades y la obra de Dios. A medida que busquemos la manera más elevada y completa de ser parte de esto, sentiremos la alegría de dar los pasos para llegar allí. 

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