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BUENAS NOTICIAS

El Amor me guió a la casa correcta

Del número de agosto de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 27 de abril de 2023 como original para la Web.


Estaba leyendo en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, “El hogar es el lugar más querido en la tierra, y debiera ser el centro, aunque no el límite, de los afectos” (Mary Baker Eddy, pág. 58). Había estado orando para obtener un sentido más claro y espiritual del hogar mientras buscaba vivienda. Hice una lista de las cualidades —que considero cualidades espirituales— que debe tener un hogar, las cuales incluían paz, comodidad y refugio. Cuando estaba sola, me cantaba himnos a mí misma para mantener mi enfoque en lo divino, con palabras como, “… y la madre encuentra su hogar y descanso celestial” (Mary Baker Eddy, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 207, según versión en inglés).

¡Entonces encontré la casa! Mi amiga se estaba mudando, y la hermosa casita que había estado alquilando era justo lo que yo quería. 

Cuando hablé con el propietario, dijo que quería venderla. Me di cuenta de que, por primera vez en mi vida, podía comprar una casa. El propietario quería venderme la casa sin ponerla a la venta con un agente de bienes raíces. Dijo que si quería la casa, tenía que comprometerme a comprarla dándole un depósito grande en ese momento, y luego, una vez que hubiera obtenido una hipoteca, podríamos completar la transacción. Así que le di al propietario el depósito y encontré una compañía de préstamos. 

No pasó mucho tiempo antes de que el modelo espiritual de hogar con el que había estado orando fuera reemplazado en mi pensamiento por esos detalles financieros y logísticos. Antes de esto, había estado pensando clara y constantemente en mi hogar como espiritual, pero ahora, comprar la casa se convirtió en mi principal preocupación, mi objetivo. Me encontré agradeciendo a Dios por lo que pensé que era la respuesta a mis oraciones, sin realmente escuchar la guía de Dios. Estaba enfocada en obtener la aprobación de mi préstamo, lo cual ocurrió, pero hubo un retraso con el dinero que había planeado usar como pago inicial. Me preocupé, porque pensé que podía retrasar la obtención de esta casa “perfecta”. Me estaba volviendo impaciente y temerosa, en lugar de sentirme en paz o reconfortada.

Finalmente, oré: “Dios, Tú estás a cargo de mí. Un pago inicial no controla quién soy o qué necesito”. Dios estaba a cargo, y el resultado fue diferente de lo que esperaba. Una mujer de mi compañía de préstamos me hizo notar que la inspección de la casa había revelado una cantidad considerable de podredumbre seca, lo que hacía que la casa fuera insegura y necesitara reparación. No podía permitirme esos gastos. Sin embargo, el propietario quería vender la casa “tal como estaba”. Ahora realmente necesitaba orar, pero esta vez con mayor humildad. En lugar de informar a mi Padre-Madre Dios lo que yo pensaba que necesitaba, humildemente le pedí que me guiara, ¡y Ella así lo hizo! 

Me resigné a perder el depósito y le informé al propietario que no podía comprar la casa. Amablemente me devolvió mi cheque de depósito sin cobrar y dijo que en realidad era bueno que no comprara la casa, porque su hermana la quería y podía pagar la construcción. La humildad que me embargó me hizo sentir mucha gratitud por él, la agente de préstamos, y sobre todo, el Amor divino por guiar a todas las partes envueltas en el proceso.

No obstante, necesitaba una casa dentro del precio que podía pagar, y las casas pequeñas eran difíciles de encontrar. Oré: “Señor, guíame en tu justicia” (Salmos 5:8, LBLA). Encontré una propiedad no listada anunciada en mi periódico local. Por donde vivo, esa es una forma inusual de encontrar una propiedad, sin embargo, parecía el lugar correcto. 

Mi agente de bienes raíces quería que hiciera una oferta esa noche, pero esa misma noche iba a representar a mi iglesia dando una invocación en la reunión del ayuntamiento. Mi agente me advirtió que otro comprador estaba haciendo una oferta por la casa. “¿No puedes faltar a la invocación?”, preguntó. Sabía que honrar mi promesa de dar la invocación era lo correcto y que hacer lo correcto no podía impedir que el Amor divino me guiara al lugar correcto. Para entonces sabía que “ni el formulismo ni el ultraje” podían obstaculizar lo que tenía que suceder (véase Mary Baker Eddy, La unidad del bien, pág. 11). Así que di la invocación en la reunión vespertina del ayuntamiento de la ciudad. 

Mi oferta por la casa fue muy rápidamente aceptada, el pago inicial llegó, y pude comprar la casa, que me di cuenta de que era aún mejor para mí que la casa de mi amiga. 

Aprendí que las cualidades de paz, comodidad y refugio son cualidades espirituales que nunca se nos pueden quitar, y aferrarnos a lo espiritual nos lleva al resultado correcto. Me regocijo en esta visión más clara del hogar. 

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