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EDITORIAL

Nuestro derecho a tener inspiración

Del número de agosto de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 1º de mayo de 2023 como original para la Web.


Muchos tienden a realizar las actividades de la vida diaria creyendo que la inspiración es para los demás o es difícil de encontrar. Pero, según las Escrituras, cada uno de nosotros es descendiente de Dios, la expresión del Espíritu infinito o el Amor, que es la fuente de la inspiración. El libro de Job dice: “El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida” (33:4). De modo que, estar vivos y tener consciencia de nuestro Padre-Madre Dios, así como la inspiración para hacer lo que es correcto y necesario es natural para nosotros. Nuestras vidas vienen tanto con inspiración espiritual como con respiración.

Vemos la confirmación de esto en el sentido más amplio cuando analizamos la vida del maestro cristiano, Jesús, cuyas palabras y acciones dirigieron la vida humana hacia Dios y trajeron salud, progreso y libertad. Él vivió su vida con luz y sabiduría inagotables, y las puso de manifiesto para los demás y en los demás. Su declaración “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30) no solo sigue siendo una promesa de la eterna unidad que cada uno de nosotros tiene con nuestro Progenitor divino, sino que también garantiza que sea lo que sea que nuestra fuente —el Espíritu divino— incluya, nosotros también la incluimos por ser reflejo del Espíritu. Jesús probó que todos podemos experimentar esta inspiradora influencia divina al volvernos a Dios, no solo en momentos de necesidad, sino como una práctica diaria. Cuando Pablo, su seguidor, le escribió a un grupo de cristianos que recién habían encontrado su camino en las enseñanzas y prácticas del Cristo, los condujo por sendas espirituales que vuelven el pensamiento receptivo a la fuente de conocimiento y motivación que guían correctamente y son nuestras para siempre. Él los instruyó, por ejemplo: “Orad sin cesar. … No apaguéis al Espíritu” (1 Tesalonicenses 5:17, 19).

La oración, aunque todavía no sea incesante en nuestras vidas, es el deseo de conocer a Dios, escuchar la guía del Amor divino y ser como el Cristo. Siempre es beneficiosa tanto para nosotros como para todos aquellos en los que pensamos. Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, explica el maravilloso efecto de dicha comprensión iluminada: “El pensamiento inspirado renuncia a una teoría material, sensual y mortal del universo, y adopta la espiritual e inmortal” (pág. 547). Pero para hacer descubrimientos metafísicos —es decir, para percibir los acontecimientos divinos que traen constantemente esperanza, renovación, alegría, soluciones y curación— la ayuda más grande posible es orar con regularidad.

Jesús proporcionó las pautas para esto, y vemos el resultado de ello en las abundantes obras sanadoras de su ministerio. Se tomaba el tiempo para estar a solas con Dios, y pasaba a veces toda la noche en oración. También conocía las Escrituras y, según informa el Nuevo Testamento, “conforme a su costumbre” (Lucas 4:16), asistía a la iglesia (sinagoga). Todas estas prácticas dieron lugar a la iluminación, nacida del cielo, del pensamiento que hizo posible la reforma y crecimiento espiritual individual, la curación de la enfermedad y el pecado, e incluso el progreso de la comunidad. 

Si sentimos falta de inspiración, cada una de estas prácticas espirituales es una escalera que baja del cielo para nosotros. Los desafíos que enfrentamos hoy pueden parecer diferentes de los del tiempo de Jesús, pero la necesidad humana es la misma. 

Un argumento puede ser que no tenemos el tiempo —o la capacidad de atención— para estudiar, orar o asistir a la iglesia. Podemos recordar que ni la comprensión espiritual ni la curación necesitan tiempo para aparecer o desarrollarse, sino simplemente la sincera disposición a volverse a Dios y escuchar Sus pensamientos. La luz del Amor y la Verdad está siempre a mano y accesible, lista para elevarnos a nosotros y, a través de nosotros, a los demás.

¿Qué podemos decir de la idea de que la inspiración es inherente a algunas personas mientras que a otras no? La verdad es que ninguno de los hijos de Dios está privado de un solo rasgo divino o inclinación hacia Dios. Y puesto que Dios es el bien siempre presente y el Espíritu infinito, cada uno de nosotros, como expresión del Espíritu, es incapaz de manifestar torpeza, decadencia o mortalidad. La iluminación caracteriza continuamente a la semejanza de Dios: la verdadera identidad de cada individuo en todo el mundo. 

Esta luz espiritual no es solo para nosotros, sino que nos obliga a ir más allá de nosotros mismos y tocar las vidas de los demás. Una vez, cuando estaba lidiando con una afección cutánea en la cara desde hacía tiempo, mis oraciones me llevaron a comprender que, mientras había estado ocupada enfocándome en mí misma, no había prestado mucha atención espiritual al mundo que me rodeaba. Había estado “aspirando”, absorbiendo mi propia inspiración, sin “exhalar” y permitir que esa inspiración impulsara mi amor y oración por los demás. En la medida en que me concentré en orar más por mi comunidad, en el transcurso de unas pocas semanas realmente me olvidé de la condición hasta que alguien hizo un comentario positivo sobre mi piel, y me di cuenta de que había sanado.

Cada uno de nosotros es espiritual, hecho a imagen del Espíritu, y debido a eso, la inspiración que buscamos es innata en todos nosotros. Está con nosotros todo el tiempo. Tomamos conciencia de ello a través del Cristo, el espíritu de la Verdad y el Amor, que nos bendice y nos impulsa a bendecir a los demás. 

Ethel A. Baker, Redactora en Jefe

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