Muchos tienden a realizar las actividades de la vida diaria creyendo que la inspiración es para los demás o es difícil de encontrar. Pero, según las Escrituras, cada uno de nosotros es descendiente de Dios, la expresión del Espíritu infinito o el Amor, que es la fuente de la inspiración. El libro de Job dice: “El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida” (33:4). De modo que, estar vivos y tener consciencia de nuestro Padre-Madre Dios, así como la inspiración para hacer lo que es correcto y necesario es natural para nosotros. Nuestras vidas vienen tanto con inspiración espiritual como con respiración.
Vemos la confirmación de esto en el sentido más amplio cuando analizamos la vida del maestro cristiano, Jesús, cuyas palabras y acciones dirigieron la vida humana hacia Dios y trajeron salud, progreso y libertad. Él vivió su vida con luz y sabiduría inagotables, y las puso de manifiesto para los demás y en los demás. Su declaración “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30) no solo sigue siendo una promesa de la eterna unidad que cada uno de nosotros tiene con nuestro Progenitor divino, sino que también garantiza que sea lo que sea que nuestra fuente —el Espíritu divino— incluya, nosotros también la incluimos por ser reflejo del Espíritu. Jesús probó que todos podemos experimentar esta inspiradora influencia divina al volvernos a Dios, no solo en momentos de necesidad, sino como una práctica diaria. Cuando Pablo, su seguidor, le escribió a un grupo de cristianos que recién habían encontrado su camino en las enseñanzas y prácticas del Cristo, los condujo por sendas espirituales que vuelven el pensamiento receptivo a la fuente de conocimiento y motivación que guían correctamente y son nuestras para siempre. Él los instruyó, por ejemplo: “Orad sin cesar. … No apaguéis al Espíritu” (1 Tesalonicenses 5:17, 19).
La oración, aunque todavía no sea incesante en nuestras vidas, es el deseo de conocer a Dios, escuchar la guía del Amor divino y ser como el Cristo. Siempre es beneficiosa tanto para nosotros como para todos aquellos en los que pensamos. Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, explica el maravilloso efecto de dicha comprensión iluminada: “El pensamiento inspirado renuncia a una teoría material, sensual y mortal del universo, y adopta la espiritual e inmortal” (pág. 547). Pero para hacer descubrimientos metafísicos —es decir, para percibir los acontecimientos divinos que traen constantemente esperanza, renovación, alegría, soluciones y curación— la ayuda más grande posible es orar con regularidad.
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