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Original Web

Se libera de síntomas del mal de altura

Del número de agosto de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 15 de mayo de 2023 como original para la Web.


Hace cuatro años, estaba sola en un hotel en Cuzco, una ciudad en los Andes peruanos en América del Sur. En los días siguientes, algunos amigos y yo nos íbamos a encontrar y visitar algunas ruinas incas.

Cuzco se encuentra a más de 3,390 metros sobre el nivel del mar, por lo que, como previamente había escuchado hablar del mal de altura en tales condiciones, me preparé metafísicamente para el viaje; y oré con ideas útiles de la Biblia como estas: “Estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8:38, 39).

No obstante, esa noche, unas horas después de mi llegada, comencé a experimentar síntomas del mal de altura. Inicialmente traté de orar por mi cuenta, pero mientras estaba acostada, mi corazón se aceleró y me asusté. Alrededor de la medianoche, sentí que debía llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle ayuda a través de la oración, y pensé que serían las 9 de la noche donde ella vivía. Pero tan pronto contestó el teléfono, descubrí que también era la medianoche allá.

Al principio, me sentí avergonzada por haberla llamado tan tarde, pero el amor que expresó al tomar la llamada y aceptar mi caso a esa hora me hizo sentir que no estaba sola. Me sentí amada, con lo cual comencé a tomar conciencia del hecho de que no estaba separada del amor de Dios.

Durante nuestra llamada telefónica, y más tarde los intercambios de mensajes de texto esa noche, la practicista me aseguró que yo reflejaba el ritmo armonioso con el que Dios gobierna el universo. Ella dijo que esto constituye la ley de Dios que gobierna todo: la única ley que existe. Lo que no es armonioso no es ley y no tiene poder. Y me dijo que podía descansar en esta verdad. 

Después de un rato, los síntomas disminuyeron y pude pensar con más claridad y orar más activamente. Mientras lo hacía, estas palabras del pasaje bíblico con el que había estado orando al prepararme para mi viaje me vinieron claramente a la mente: “Ni lo alto, ni lo profundo... nos podrá separar del amor de Dios”. De repente me di cuenta de que puesto que Dios llena todo el espacio, no hay ningún lugar al que podamos ir —ni siquiera la altura más elevada— que nos ponga por encima o fuera de la totalidad y el amor de Dios.

En mis oraciones, razoné que Dios es supremo, por lo que no hay otro poder o autoridad en el universo sino la Mente divina, Dios. Por consiguiente, no estamos sujetos a las condiciones atmosféricas, sino que tenemos dominio sobre ellas, ya que reflejamos la superioridad de la Mente divina. Mary Baker Eddy afirma en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “La Mente, suprema sobre todas sus formaciones y gobernándolas todas, es el sol central de sus propios sistemas de ideas, la vida y la luz de toda su vasta creación; y el hombre es tributario a la Mente divina” (pág. 209). Fue muy reconfortante saber que el hombre —es decir, todos— es y siempre será, tributario de Dios, y que la Mente siempre gobierna el universo armoniosamente.   

Cuando mi pensamiento se tranquilizó, me quedé dormida. Cuando me desperté a la mañana siguiente, estaba totalmente libre de los síntomas. Pude disfrutar de todas las actividades planeadas para los próximos días; entre ellas, caminar a buen ritmo hasta la cima de una ruina, sin quedarme sin aliento, mareada o rezagada.

Algunas personas en mi grupo decidieron no participar en todas las actividades, por temor a que pudieran desarrollar síntomas del mal de altura. En ese momento, me di cuenta de que más importante que estar libre de los síntomas era estar libre del temor a tenerlos. Estaba libre y agradecida de poder sentir la alegría, la amistad, la actividad, la belleza y la unidad expresadas en nuestro viaje.

Pero lo más maravilloso de esta curación fue obtener la liberadora comprensión espiritual de que no importa dónde estemos, jamás estamos separados del amor de Dios. De hecho, en la totalidad del Amor divino, siempre estamos a salvo.

Ana Paula Carrubba
Boston, Massachusetts, EE.UU. 

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