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Original Web

La oración puede resolver problemas económicos

Del número de agosto de 2023 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 24 de abril de 2023 como original para la Web.


El negocio de mi esposo había estado luchando por un tiempo y ahora estaba en serios problemas financieros. Las deudas se acumulaban. Vendimos un terreno para pagar la factura de impuestos pendiente, y evitamos el cierre inmediato, pero no fue suficiente para mantenernos a flote. Todavía debíamos muchos otros impuestos y no podíamos obtener el certificado del pago de los mismos que necesitábamos para comprar un nuevo vehículo de reparto. El vehículo que teníamos era viejo y se averiaba con regularidad, lo cual provocaba retrasos en las entregas de nuestro producto y pérdida de ingresos. 

Nuestra competencia se aprovechaba de esto, al vender a menos precio que nosotros y llevarse a nuestros clientes. Hubo algunas conversaciones desagradables, y se hicieron acusaciones maliciosas contra nosotros. Además, nuestros proveedores subían sus precios, y nosotros nos atrasamos en nuestros pagos; lo que provocó que cerraran nuestras cuentas.

Estábamos en una espiral descendente. Parecía que nada nos salvaría de la bancarrota. Luego, nuestro negocio enfrentó tres meses de inactividad total cuando golpeó la pandemia del Covid-19, y estábamos en peligro de perder nuestra casa.

Cuando pareció que ya no había ninguna esperanza, le pedimos a un practicista de la Ciencia Cristiana que orara por nosotros, y comenzamos a sentir los efectos de sus oraciones. Hubo muchos momentos reveladores, y finalmente mi esposo y yo nos dimos cuenta de que necesitábamos dejar de preocuparnos y de hacer esfuerzos meramente humanos para controlar lo que estaba sucediendo —los cuales habían hecho poco para resolver la situación— y, en cambio, orar. Todos los días afirmábamos la totalidad de Dios y nos esforzábamos por comprender que el Principio divino, no la voluntad humana, gobernaba cada aspecto de nuestro negocio. Con humildad, nos deteníamos a escuchar —realmente escuchar— la “voz callada y suave” de Dios (1 Reyes 19:12, KJV).

En ese momento, yo era Primera Lectora de nuestra filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Un domingo, durante el servicio, me vinieron repetidamente las palabras “hágase Tu voluntad” (Mateo 6:10). Esto es del Padre Nuestro que Cristo Jesús enseñó a sus discípulos, y que forma parte de los servicios religiosos dominicales y reuniones de los miércoles de todas las iglesias de la Ciencia Cristiana. 

Fue solo después del servicio que tuve la oportunidad de pensar más profundamente sobre lo que significa realmente dejar que se haga la voluntad de Dios. La mente humana siempre sugiere que necesitamos “hacer algo” —tomar alguna medida— para liberarnos de un problema. Pero cuando esta acción se basa en la voluntad o el razonamiento humanos, puede estar equivocada. La voluntad humana a menudo fuerza los resultados y, a veces, incluso nos hace resistir hasta el final aquello que tal vez no queramos hacer, pero que, en realidad, podría ser el curso correcto. 

En Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, escribe: “La fuerza de voluntad no es sino un producto de la creencia, y esta creencia comete depredaciones sobre la armonía” (pág. 490). La depredación se define como un acto de robo o saqueo, y se me ocurrió que mi esposo y yo realmente nos estábamos robando la armonía al insistir en que los asuntos cotidianos de nuestro negocio se manejaran a nuestra manera. Se necesitó humildad para detener el esfuerzo humano, todo el empuje y la exigencia, y dejar que se hiciera la voluntad de Dios, confiando en que nuestro negocio se desarrollaría de acuerdo con la Mente divina. 

Mientras oraba, comprendí que el negocio era en realidad una idea de Dios y estaba bajo el control armonioso de Dios, de la Mente; reflejaba la ininterrumpida actividad y plenitud de la Vida divina, la honestidad de la Verdad, la integridad del Principio, la cooperación del Amor (Vida, Verdad, Principio y Amor son sinónimos de Dios que se usan en la Ciencia Cristiana). No hay vacíos en el reino de Dios ni huecos que llenar, ya que el Amor divino llena todo el espacio. Y no puede haber competencia ni lucha por una posición, dado que cada uno de nosotros es el hijo eternamente cuidado de Dios; todos tenemos lo que necesitamos y nos movemos bajo Su dirección. 

Cada una de las ideas de Dios está completa y jamás tiene que tomar prestada la luz de otra idea para brillar. Dios es la fuente del bien de todos, al ser el único y abundante proveedor. Todos nuestros clientes se beneficiaban de la consistencia de esta fuente divina, que proporcionaba y mantenía una cadena de provisión infinita e ininterrumpida. La Biblia dice: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Santiago 1:17). Esto nos habla de que el Amor divino da a todos por igual y directamente; no da el bien a uno y se lo retiene a otro. También sabía que todos  nuestros proveedores estaban gobernados por esta ley divina y podían ver la evidencia de la continuidad del bien. 

Mientras oraba, vi que el negocio era en realidad una idea de Dios y estaba bajo el control armonioso de Dios, de la Mente.

Comprendí que nuestra estabilidad económica no dependía de las circunstancias humanas, sino de estos hechos espirituales. Los posibles obstáculos —entre ellos, pensamientos aparentemente impresos que me sugerían que nuestro negocio no era lo suficientemente bueno, que la economía del país iba cuesta abajo, etc.— fueron superados mediante la oración diaria. Descubrí que la palabra imprimir está relacionada con una palabra que significa teñir permanentemente una tela o papel; es decir, usar un tinte que nunca se podría quitar. Me negué a dejar que el miedo y la duda se imprimieran en mi pensamiento. Recordé al apóstol Pedro, quien salió de la cárcel a pesar de haber estado fuertemente encadenado entre dos guardias (véase Hechos 12:5-11). Pedro no sabía cómo lo salvaría Dios, pero “la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él”, y esa oración fiel llevó a su libertad.

Finalmente, la oración nos inspiró a tomar medidas específicas para registrarnos como un servicio esencial, para poder operar durante el confinamiento; y las cosas comenzaron a cambiar. Uno por uno, nuestros clientes empezaron a comerciar con nosotros nuevamente. Pudimos pagar nuestros impuestos y, con el certificado  consiguiente, comprar un vehículo nuevo; todo durante el confinamiento. Nuestra competencia acudió a nosotros en busca de ayuda, y la agresión que habíamos sentido desde ese sector se disipó por completo y dejó una relación de trabajo armoniosa que continúa hasta hoy. También pudimos asegurar un segundo vehículo, que duplicó nuestra capacidad de entrega, y contratar a otro miembro del personal para manejar la repentina afluencia de nuevos clientes.

Luego, el año pasado, nuestra provincia de Kwazulu Natal experimentó un clima severo e inundaciones, y nuestro depósito de suministros fue destruido. Parecía que no llegarían provisiones a la zona costera donde estábamos, y los proveedores no tenían idea de cuándo o incluso si alguna vez comenzarían a hacer negocios nuevamente.

Sorprendentemente, recibimos una llamada de la última fuente que hubiera esperado: nuestra competencia. Dijeron que podíamos comprarles los productos que necesitábamos, ya que su proveedor no se había visto afectado. ¡Qué bendecidos nos sentimos! El apóstol Pablo alentó este espíritu de altruismo y generosidad cuando escribió a la iglesia en Corinto: “Porque no digo esto para que haya para otros holgura, y para vosotros estrechez, sino para que en este tiempo, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad vuestra, para que haya igualdad” (2 Corintios 8:13, 14).

Continué orando para saber que nada podía agregarse o quitarse del flujo continuo de bien, y pronto nuestros proveedores volvieron a comerciar, para asombro de todos. 

Comparto esta experiencia con la esperanza de que anime a aquellos que están luchando en estos tiempos económicos difíciles, ya que ilustra el cuidado de Dios por todos Sus hijos. Solo tenemos que dejar de lado la voluntad humana y confiar en que la voluntad de Dios para nosotros es buena, y luego dejar que se haga. 

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