A veces podemos sentir que estamos atrapados en un patrón de pensamientos y experiencias negativas al creer que somos una compilación de características transmitidas por nuestros padres, o el resultado de ciertos sucesos, hábitos o desafíos. Si alguna vez te has sentido así, hay una solución permanente.
Por ejemplo, en determinada ocasión, un amigo tuvo que luchar con comportamientos adictivos y se sentía incapaz de romper esta práctica negativa por más que lo intentaba. Los hábitos y el pensamiento constante en ello hicieron que mi amigo se sintiera como si estuviera en la rueda de un hámster. Finalmente, al alejarse de la mera fuerza de voluntad humana y de pensar que estaba separado de Dios, y con el apoyo mediante la oración de un practicista de la Ciencia Cristiana, experimentó claridad e impulso morales y espirituales . Y después de orar con persistencia por unos días, las adicciones fueron sanadas, permanentemente, solo mediante el estudio espiritual y la oración. Como resultado, hubo bendiciones en todos los aspectos de la experiencia de mi amigo.
Quizá nos preguntemos si los patrones de pensamiento y comportamiento arraigados también pueden ser sanados en nuestra propia experiencia. ¿Cómo puede suceder esto?
Es útil considerar cuál es el modelo según el cual estamos realmente formados. Como hijos de Dios, reflejamos a Dios, el bien. Estamos hechos por Él: formados y diseñados según el bien absoluto, no según perspectivas o ideales malsanos o limitantes.
El estudio de la Ciencia Cristiana muestra que la repetición de rasgos y hábitos indeseables es la manifestación de una visión limitada y material, en la que se cree que el hombre está separado de Dios, y es vulnerable ante situaciones desesperadas o injustas, y sujeto a impulsos mesméricos del pensamiento a tener deseos malsanos. Pero la Biblia ofrece otro punto de vista: que somos verdaderamente espirituales, hechos solo por Dios y manifestamos Su naturaleza buena. Pablo escribió a los Gálatas: “El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y templanza. Contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22, 23. New International Version).
A través de la oración y el crecimiento espiritual, la comprensión de esta ley divina nos libera de las creencias, costumbres y comportamientos limitantes. La oración también revela que el Cristo, la verdadera idea de Dios y de la creación espiritual que Jesús expresó, rompe los patrones de pensamiento y comportamiento que van en contra de nuestra naturaleza espiritual, y trae curación.
La Biblia describe que Dios le ordenó a Moisés que hiciera un santuario para Él, con instrucciones específicas que detallan su mobiliario. Dios dice: “Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte” (Éxodo 25:40).
Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, se refiere a ese versículo tres veces en sus escritos publicados. Para mí, el versículo habla de nuestra práctica y demostración diarias del Espíritu, donde expresamos rectitud —pensamientos, acciones y palabras correctas— y rechazamos las sugestiones que perpetúan pensamientos y acciones desemejantes a Dios. Es simbólico que Moisés fuera a una montaña —un lugar elevado en el pensamiento— y vislumbrara el modelo. Fue también aquí donde recibió los Diez Mandamientos. Al igual que Moisés, nosotros también podemos tener un pensamiento elevado sobre el modelo verdadero, espiritual e inmortal según el cual el hombre está formado, y vivir los Diez Mandamientos.
La oración basada en la ley divina ayuda a romper la tendencia a pensar constantemente en las creencias falsas acerca de nosotros mismos o los demás que no están en línea con Dios y Su idea espiritual y repetirlas. La condenación propia, la desesperanza, el sentirse una víctima, así como vivir en el pasado o las ansiedades sobre el futuro, son sugestiones agresivas que pueden refutarse siempre que surjan en el pensamiento. Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras instruye: “Cuando los primeros síntomas de enfermedad aparezcan, impugna el testimonio de los sentidos materiales con la Ciencia divina” (Mary Baker Eddy, pág. 390). Impugnar y refutar cualquier patrón erróneo de pensamiento, ya sea un rasgo de carácter, un hábito o una enfermedad, es esencial para la curación espiritual. Tal modelo es desemejante a la imagen y semejanza de Dios; por lo tanto, es una mentira acerca del hombre.
Moisés aceptó la idea divina del hombre al mirar con el sentido espiritual en lugar de dejarse engañar por el testimonio externo y material de los sentidos. El concepto falso solo está representado por los sentidos físicos, que no ven el verdadero modelo espiritual. La Sra. Eddy explica: “Los sentidos, no Dios, el Alma, crean la belleza del mal, y los supuestos modos de la materia autoconsciente que presentan como bella una mentira. Ahora bien, una mentira hace de la Verdad su modelo, invirtiéndola. De manera que el mal y todas sus formas constituyen el bien invertido. Dios jamás los hizo, …” (La unidad del bien, págs. 52-53). El sentido espiritual nos guía a mantenernos alerta en nuestras oraciones y a permitir que la Verdad rompa un modelo falso.
En mi propia experiencia, he sido testigo de curaciones después de haber impugnado y refutado mentalmente, en oración, una visión falsa de mí misma.
A medida que comprendemos que Dios es Amor y completamente bueno, nos damos cuenta de que el infinito no está formado por nada desemejante al Amor ni puede formarlo. Dios no es una personalidad, una pasión o un impulso físico; por lo tanto, el hombre no está modelado conforme a ninguno de estos. Somos la imagen y semejanza de Dios, completos y buenos, por lo que cualquier característica discordante es falsa y antinatural. Saber esto rompe los patrones falsos de pensamiento basados en la mortalidad y nos hace volver a nuestra verdadera naturaleza como la expresión de Dios. El amor semejante al Cristo nos muestra que es divinamente natural que nuestra verdadera identidad brille a través de cualquier sentido falso del hombre como mortal.
Seguir las leyes de Dios nos libera de repetir errores. Estas leyes ya están establecidas, y el Amor divino penetra a través de la falsa creencia de cualquier error o enfermedad de larga data. Se requiere compromiso, persistencia, paciencia y confianza para ver tanto la ley como el amor que ya está aquí para todos.
Esta estrofa de un himno es una explicación perfecta de cómo mi amigo fue sanado de conductas adictivas, y por qué nadie puede continuar con una conducta incorrecta:
Ningún defecto pudo dar
el Dios que es Creador al hombre,
fruto de bondad, a quien Amor formó.
Verdad, Amor y Vida son
el molde celestial,
y el hombre es nítida creación
de forma divinal.
(Mary Alice Dayton, Himnario de la Ciencia Cristiana, N° 51)
En mi propia experiencia, he sido testigo de curaciones después de haber impugnado y refutado mentalmente, en oración, una visión falsa de mí misma. Un firme “no” mental a una pretensión del mal no le da ningún lugar, ningún apego, ninguna posibilidad de ocurrir o repetirse. Cuando el Cristo nos muestra lo que es verdad acerca de Dios, el bien, y, por lo tanto, acerca de nosotros mismos, la mentira no tiene asidero. Cada vez que se ha roto un hábito falso de pensamiento o comportamiento, he aprendido más sobre mi origen como hija de Dios. Estoy muy agradecida de que “el hombre mortal, como mente o materia, no es ni el modelo ni el Hacedor del hombre inmortal” (Mary Baker Eddy, Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 103).
Puede ser tentador aceptar una sugestión falsa. Pero al comprender la ley espiritual y el Amor que la sustenta y la hace cumplir, todos nosotros podemos superar cualquier sugestión de este tipo, sin importar lo que sea o afirme ser. Cada uno de nosotros es capaz de ver con el sentido espiritual que Dios nos ha dado y de estar atentos a lo que aceptamos en nuestro pensamiento. El Cristo nos capacita para aceptar lo que es bueno, en lugar de aceptar una mentira. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de demostrar el modelo del monte: el modelo perfecto de Dios.
