En el otoño de 2022, me di cuenta de que había tenido muchas curaciones y experiencias al practicar la Ciencia Cristiana por las que nunca había expresado gratitud. Comencé a escribir artículos para las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana que incluían estas experiencias.
Envié cinco artículos, y aunque no todos fueron aceptados, no había anticipado las dádivas y curaciones que vendrían durante el proceso de escribir estos artículos.
Mientras revisaba un artículo sobre la naturaleza infinita del bien, y oraba con todas las ideas maravillosas que inundaban mi pensamiento, escuché una directiva: “Ve a tu oficina ahora mismo”. Al principio me resistí, pensando que era una distracción para desviar la atención del trabajo que estaba haciendo en el artículo. Pero luego llegó por segunda vez, con más fuerza: “Ve a tu oficina ahora mismo”. Decidí escuchar y conduje hasta la oficina a solo unos kilómetros de distancia.
Al entrar en el vestíbulo hacia el ascensor, un hombre abrió la puerta y empezamos a hablar. Era un nuevo vecino de mi oficina, y charlamos durante unos 15 minutos sobre su nuevo negocio. Esta empresa resultó ser perfecta para mi hijo mayor, que había estado buscando sin éxito una pasantía de verano. En el curso de nuestra conversación, le mencioné el conjunto de habilidades de mi hijo, y pareció genuinamente interesado.
Los puse en contacto a los dos, y después de aproximadamente un mes, mi hijo hizo una pasantía de verano en el negocio de este hombre. Esto no parecía una cosa pequeña o un hecho casual, sino un regalo asombroso que se había derivado de escribir, orar y escuchar los mensajes acerca de la naturaleza de Dios, el Amor infinito. En ese momento, ni siquiera estaba pensando específicamente en la difícil búsqueda de trabajo de mi hijo. Nunca antes me había encontrado con este hombre, y no lo volví a hacer sino hasta tiempo después de que mi hijo comenzara su pasantía. ¡Qué bendición tan inclusiva e inmediata! Y lo bueno todavía se está desarrollando y expandiendo a partir de esa pasantía.
Durante este tiempo, dos desafíos físicos también fueron sanados. Mientras escribía, leía artículos que otros habían escrito y escuchaba las vislumbres espirituales de un inspirado practicista de la Ciencia Cristiana al que había llamado para pedir ayuda, sané de un tirón muscular que me dificultaba respirar. También tuve la curación de un dolor de garganta que, durante varios días, me impidió tragar normalmente.
A medida que oraba con ideas de artículos sobre Dios que nos abraza y cuida siempre, me volvía más consciente del amor de Dios por mí, más tranquila y más segura de la constante, pura y gentil guía de mi Padre-Madre.
En estos dos casos, que ocurrieron con un mes de diferencia, supe que estaba a salvo; en ambos, la evidencia física de la curación pronto siguió a mi convicción del amoroso control que Dios ejercía sobre mi vida.
Estos inesperados regalos para y de los escritores de las publicaciones periódicas me animan a seguir escribiendo y documentando las maravillosas curaciones, grandes y pequeñas.
¡Ha sido una gran bendición escribir!
Diane Collins
Wayne, Pensilvania, Estados Unidos