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Original Web

El Amor “baña todo en belleza y luz”

Del número de julio de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 10 de febrero de 2025 como original para la Web.


Escuché un informe en las noticias que afirmaba que alrededor de las ocho o nueve de la mañana, la gente ya ha decidido qué tipo de día va a tener: un buen día, un gran día, un día no tan bueno, un día horrible, o tal vez alguna combinación de lo anterior. Tal vez no durmieron bien por la noche o están preocupados por las finanzas, un problema de salud o asuntos familiares. Tal vez algo tan simple como que los salude un miembro gruñón de la familia los hace perder la calma. 

Si bien pude identificarme con la discusión, me sentí muy agradecida de que la Ciencia Cristiana tenga una respuesta para todo eso. Y no se trata de poner una sonrisa falsa o tener un pensamiento positivo. Es la oración sagrada, que pone nuestro pensamiento de acuerdo con la ley de la armonía de Dios ya establecida, la que ilumina el camino, la que sana. Como escribe Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana en Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “La oración no puede cambiar la Ciencia del ser, pero tiende a ponernos en armonía con ella” (pág. 2).

Una mañana temprano, después de luchar durante la noche con una fiebre, me desperté y todavía me sentía mal. Pero estaba orando y esperaba una curación rápida. Fui directamente a mi escritorio en la oficina de mi casa y comencé a trabajar con ideas de la Biblia y los escritos de la Sra. Eddy mientras mi familia aún dormía. 

Pronto los perros comenzaron a ladrar, así que caminé hasta la cocina para llevarlos afuera y pisé algo muy sucio. ¡Qué asco! Entonces, escuché un ruido extraño proveniente del lavadero, donde descubrí que la lavadora estaba atascada en el ciclo de centrifugado. Minutos después, al salir con los perros, pasé a través de una enorme telaraña, derribé una maceta y derramé mi batido de desayuno. Y cuando volví a sentarme en la silla de mi oficina, esta se hundió con lentitud prácticamente hasta el suelo. Esto parecía una comedia.

Me quedé sentada allí pensando: “¿Qué está pasando?” y podría haber estado tentada a creer que me esperaba un día difícil. Pero rápidamente me di cuenta de que estaba aceptando los sentimientos inquietos y la sugestión de que las cosas estaban fuera de control. Pensé: Este no es Dios, quien no puede estar fuera de control, y esta no soy yo porque, como Su reflejo, yo tampoco puedo estar fuera de control. Esta claridad me dio mucha paz, y estaba muy agradecida de volverme silenciosamente a Dios. De hecho, me eché a reír cuando me levanté de la silla.

Al orar, continué acudiendo al Amor, Dios, para escuchar el mensaje del Consolador del que se habla en la Biblia (véanse Juan 14:16-18, 26; 15:26). Recurrí a las leyes prácticas y operativas de Dios para evitar ser engañada por la sugestión errónea de que el poder de Dios era insuficiente para satisfacer mi necesidad.

De hecho, fue casi como si simplemente hubiera recogido los problemas en mis brazos y los hubiera puesto a un lado, separándome mentalmente de la noción errónea de que las cosas eran un desastre. Recordé algo que había leído en el capítulo “Los frutos” de Ciencia y Salud, compuesto de cartas de aquellos que sanaron mediante la lectura del libro. Una mujer escribe: “… deposité mi carga a los pies de Dios, y no la volví a levantar” (pág. 685), y añade que esto resultó en una curación rápida y completa de un miembro de la familia enfermo. Eso se convirtió en mi oración: ¡No voy a cargar un sentido agobiado de las cosas otra vez!

En ese momento me sentí inspirada a salir a mi jardín y llenar las fuentes para los pájaros. Fui guiada a sentarme en el banco junto a una de las fuentes y orar. Así que me senté, mirando el agua que se dispersaba en una hermosa niebla. Muchas de las ideas con las que oré tenían que ver con el regocijo por el bien que Dios ya estaba proveyendo, mientras me defendía de la sugestión de que reina el caos.

Mientras me comunicaba tranquilamente con Dios, apareció un colibrí. Se acercó mucho a mi cara y luego fue a inspeccionar la manguera de agua. Lo siguiente que supe fue que estaba en la neblina que formaba el agua. Se quedó un buen rato y ¡me di cuenta de que se estaba bañando!

Fue un momento increíble, porque vi el simbolismo en todo esto. Como dice Ciencia y Salud: “El Amor, fragante de generosidad, baña todo en belleza y luz. La hierba bajo nuestros pies silenciosamente exclama: ‘Los mansos heredarán la tierra’. El modesto madroño exhala su dulce fragancia al cielo. La gran roca da sombra y abrigo. La luz del sol destella desde la cúpula de la iglesia, atisba en la celda de la prisión, se desliza en el aposento del enfermo, ilumina la flor, embellece el paisaje, bendice la tierra. El hombre, hecho a Su semejanza, posee y refleja el señorío de Dios sobre toda la tierra. El hombre y la mujer, coexistentes y eternos con Dios, reflejan para siempre, en cualidad glorificada, al infinito Padre-Madre Dios” (pág. 516). Sentí a Dios como la Vida misma, la ley de mi ser.

Sentada allí, observé al pequeño colibrí disfrutar del agua mientras me sentía bañada en el amor de Dios. Pensé: “Que mi familia y todas las personas por las que estoy orando sientan la ley incondicional y revitalizante del amor puro de Dios que yo estoy sintiendo en este momento. Que mis vecinos y todos en el mundo entero conozcan la luz del Amor divino”.

En esos momentos, todo lo que me había perturbado esa mañana se desvaneció, junto con los síntomas de la enfermedad. Me sentí completamente bien: perfecta. Al despedirme de mi dulce amigo, el pajarito, cerré la manguera, barrí la tierra de la maceta, me ocupé de la lavadora atascada y regresé a mi oficina a trabajar. Todo estaba bien, y fue realmente un día productivo.

Cuando recuerdo lo que sucedió, esto fue mucho más que tener una impresionante visión de la naturaleza o impulsarme a mirar el lado bueno de las cosas. Era ser receptivo al toque del Cristo, la Verdad, y tener esa hermosa sensación de ser bañado en aguas benditas, como en “el bautismo” por el Espíritu” (Ciencia y Salud, pág. 241).

Cuando cambiamos la preocupación por nosotros mismos por la comunión con Dios, las preocupaciones materiales se desvanecen y sentimos la luz cálida e inteligente del amor de Dios. Todos podemos tomar conscientemente la decisión de sentir el dominio del Amor en nuestras vidas y experimentar plenamente el resplandor de Dios.

Esta curación fue un ejemplo de cómo me negué a aceptar que estaba a punto de tener un día horrible y que era mejor que lo enfrentara. Implicaba aquietar la mente mortal —la creencia en una mente y una existencia separadas de Dios, la Mente infinita— y la confusión y el desorden que atrajeron mi atención durante un tiempo. Y para mí, reforzó el hecho de que nunca tenemos que doblegarnos ante informes falsos acerca de nuestro bienestar. Verdaderamente, descubrimos que cada uno de nosotros está “escondido con Cristo en Dios” (Colosenses 3:3); seguro, protegido y capaz de disfrutar del bien que trae cada día.

¡El Amor nos baña a todos en belleza y luz! Esta es una poderosa oración sanadora.

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