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Después de unos diez minutos de declarar con firmeza la verdad, sentí que me embargaba una ola de paz, y supe categóricamente que todo estaba bien.

A medida que somos diligentes al orar, el Cristo, la idea de Dios, nos muestra el camino a seguir.

Cuando comencé a dar gracias a Dios y a apreciar esas inspiradas ideas, noté que nuestro hijo dormía plácidamente.

Al recordar que tenía un ejemplar nuevo de Ciencia y Salud en mi coche, se lo ofrecí.

Dios ya me estaba proporcionando lo que yo pensaba que me faltaba.

Cada uno de nosotros, y cada animal también, es bueno en gran manera, como dice en Génesis 1.

Como los hombres en la cueva de Platón, la mayor parte de la humanidad parecería estar sujeta a los errados conceptos de la realidad. Se aferran a las “sombras” imaginarias, en lugar de aceptar la realidad de la creación.

La Mente Infinita conocía mi existencia, y nada dentro de mi identidad podía fallar.

Estoy muy agradecido por esta pequeña, pero importante, prueba de la abundante y siempre presente provisión de Dios.

Somos la expresión eterna de Dios, de la Vida divina, sin principio ni fin.