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Original Web

Dejemos que Dios tome las riendas

Del número de enero de 2025 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 20 de mayo de 2024 como original para la Web.


A menudo nos sentimos tentados a pensar que controlamos nuestras propias vidas,  que tomamos decisiones y somos responsables de los resultados, buenos o malos. Pero este es un punto de vista erróneo, porque deja a Dios al margen. Se basa en la creencia de que tenemos una mente humana falible separada de Dios. 

Conozco muy bien tanto el sentimiento de ser personalmente responsable de mi trabajo como las consecuencias de tratar de hacer que sucedan cosas buenas. Hace algunos años, compré dos teatros en mi ciudad con la intención de iniciar un centro de artes escénicas para niños. Hubo muchos reportes de noticias locales elogiando mis esfuerzos, y las redes sociales me respaldaron a medida que avanzaba. 

No obstante, muy pronto fue evidente que había sobreestimado mi capacidad para gestionar una empresa tan grande. Me sentí abrumado. Luché infructuosamente para llevar adelante el proyecto, hasta que finalmente colapsó por su propio peso. 

Sentí que había decepcionado a nuestra familia, y recuerdo estar sentado en el sofá, mirar a mi padre y decir: “Lo siento mucho”. Dejé de ir a trabajar al negocio de nuestra familia y evité las interacciones sociales o los lugares que me recordaban mi fracaso. Mi desconfianza en mis propias habilidades llegó al punto en que ni siquiera podía decidir qué prepararle para cenar a mi familia. Necesitaba una comprensión más profunda de quién realmente dirige nuestro camino y hace el trabajo.

“Los mortales son egotistas”, escribe la Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy. “Se creen trabajadores independientes, autores personales y hasta creadores privilegiados de algo que la Deidad no quiso o no pudo crear” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 263).

En realidad, Dios es la única Mente, y nosotros, como ideas de Dios, expresamos Su inteligencia. Desde una perspectiva espiritual, Dios está siempre al timón y guía toda actividad correcta. Solo al quitarnos de en medio y recurrir a la Mente divina para obtener sabiduría y capacidad, podemos ser guiados hacia el mejor rumbo a seguir cuando se trata de nuestro trabajo o de cualquier otra decisión humana que deba tomarse. 

Un día, escuché un programa en línea del Sentinel Watch sobre la humildad y la curación. Uno de los participantes habló acerca de sacar de en medio el sentido de responsabilidad personal y saber quién está realmente a cargo: Dios. Eso requiere humildad, una cualidad que me di cuenta de que necesitaba. Comprendí que, aunque mis motivos para el proyecto teatral habían sido originalmente puros y dirigidos por Dios, había permitido que el ego humano se hiciera cargo. Había llegado a pensar en mí mismo como un creador personal y me sentía superior así como crítico con aquellos que no veían las cosas a mi manera. Eso llevó a que hubiera conflictos con otras personas involucradas en el trabajo. Para traer armonía al proyecto, mi percepción necesitaba cambiar. 

La Sra. Eddy escribe: “Uno jamás puede ascender hasta que no haya descendido en su propia estimación. La humildad es lente y prisma de la comprensión de la curación por la Mente; … es indispensable para el desarrollo personal, e indica el plan de su Principio divino y la regla para su práctica” (Escritos Misceláneos 1883-1896, pág. 356).

Había estado inmovilizado por las decisiones importantes porque pensaba que tenían que basarse en mi propio sentido limitado e impulsado por el ego de lo que debía hacerse, y tenía miedo de cometer errores. Humillarme a mí mismo significaba ceder mi sentido personal de responsabilidad a la verdad espiritual de que Dios dirige y gobierna Su universo y que yo solo podía actuar en obediencia a Él. 

Llamé a un practicista de la Ciencia Cristiana para que orara conmigo mientras me esforzaba por obtener una visión más clara de la creación perfecta de Dios, que siempre está operando de acuerdo con Su ley de armonía. En lugar de imaginar las peores situaciones y temer el fracaso, me concentré en llevar “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5) con plena confianza en la Verdad divina, Dios. Entonces solté las riendas, confiando en la capacidad de Dios para manejar las cosas y cumplir Su buen propósito para la comunidad.

A medida que continuaba orando durante los meses siguientes, se fueron desarrollando nuevos usos para los dos teatros. Pude vender uno exactamente a la persona adecuada, y el otro ha servido como guardería, tienda de música, estudio de danza y como una iglesia. En cada caso, la comunidad ha sido bendecida, no por mí, sino por la dirección divina.

Apoyarnos completamente en la sabiduría de Dios nos permite ver nuestra experiencia a través de la lente divina: ver la realidad espiritual brillar a través de lo que podría parecer una situación difícil o desesperada. A medida que abordamos nuestro trabajo con motivos altruistas y permitimos que Dios nos guíe, tomaremos decisiones acertadas que beneficiarán a todos los interesados.

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