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Original Web

RELATOS DE CURACIONES

Ver la “justicia de Dios”

Del número de octubre de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 16 de mayo de 2022 como original para la Web.


Durante un período de unos pocos días en 2020, noté que estaba viendo destellos vertiginosos de luz por la noche y una borrosidad flotando fuera de un ojo durante el día.

Recordé que mi esposo se había quejado de una condición similar varios meses antes cuando dijo que sentía que algo estaba interfiriendo con su vista. Lo animé a que cerrara los ojos y orara con el Salmo 23. Entonces oré de inmediato para saber qué era verdad acerca de su existencia en Dios; que él era una idea espiritual, no un ser mortal en un cuerpo material imperfecto y envejecido, separado de su Principio divino, Dios. Me quedé sinceramente con estas verdades, y él dormitó durante aproximadamente media hora, y luego se levantó y dijo que se sentía bien. No volvió a ocurrir, y hasta que experimenté algo similar, me había olvidado por completo de esto.

Me vinieron a la mente conversaciones con conocidos que se habían sometido a varias cirugías. Al escuchar estos relatos, sentí, un poco presumida, que estaba muy contenta de no tener que pasar por esas experiencias. Ahora me di cuenta de que necesitaba ver que era falsa la creencia de que cualquiera —ya sea que practique la Ciencia Cristiana o no— pudiera ser vulnerable a las pretensiones del envejecimiento. Vi la verdad de que el Espíritu, Dios, crea y mantiene al hombre (a todos nosotros) y que, por lo tanto, el hombre está completamente libre de ser vulnerable a cualquier pretensión de enfermedad.

En ese momento había estado leyendo Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy, y por un momento me preocupé de no poder continuar hasta el final. Pensé en las palabras de la Sra. Eddy: “Sea cual fuere tu deber, lo puedes hacer sin hacerte daño” (Ciencia y Salud, pág. 385), y decidí no tener miedo de forzar mis ojos al continuar leyendo. Reconocí que leer este libro de texto era un deber, no en el sentido de una tarea, sino de una deuda de gratitud con la Sra. Eddy por escribirlo, y con Dios por ser la fuente de las ideas que contenía. Esta gratitud alivió mi temor, y decidí seguir leyendo.

Varios de los pasajes que había leído recientemente se destacaron. Leí de nuevo: “Toda ley de la materia o del cuerpo, que se supone gobierna al hombre, es anulada y derogada por la ley de la Vida, Dios. Ignorantes de los derechos que Dios nos ha dado, nos sometemos a decretos injustos, y la influencia de la educación refuerza esta esclavitud” (págs. 380-381). Y también, “Es el derecho moral del hombre anular una sentencia injusta, una sentencia jamás infligida por la autoridad divina” (pág. 381). Me di cuenta de que debido a que la ley de justicia de Dios es una ley de salud, bondad y alegría, tenía el derecho —y las herramientas en la Ciencia— de “anular” esta sentencia injusta sobre mi propia vista. 

Esos pensamientos eran poderosos y alentadores. Minuto a minuto, abracé el gobierno de la justicia divina e hice lo que tenía que hacer ese día. Aquella noche, me reconfortaron las palabras de la quinta estrofa del Himno 590 en el Christian Science Hymnal: Hymns 430–603. Pensé en la letra mientras me iba a la cama, y me las repetía a mí misma cada vez que me despertaba en la noche: 

El Dios de justicia viene a salvar; 
deja que la tierra haga melodía; 
porque Dios juzgará con justicia
y con equidad gobernará. 
(Ruth Duck, Words © 1986 GIA Publications, Incorporated)

La primera línea parecía un resumen tan directo de todos los pasajes sobre la justicia que había estado leyendo. 

En aquel entonces, había estado ansiosa por los problemas de justicia social que estaban saliendo a la superficie en mi país. Sentí que podía confiar en que la salvadora justicia de Dios gobierna todas mis actividades y mi vida, y también guiaría a mi país y a todas las personas hacia adelante. Estaba lista para descartar la falsa pretensión de una visión imperfecta (y pensamientos ansiosos, preocupados y temerosos) separada del plan infinito, perfecto y coherente de la Mente, de Dios, y confiar en que Él gobernará y siempre gobierna.

Comencé a aceptar que el gobierno de Dios, Su justicia infalible —que no significaba la de un partido político en particular— era lo que necesitaba buscar y ver.

Con esta comprensión, ya no experimenté más problemas de destellos o visión fragmentada. Estoy muy pero muy agradecida por esta curación, y por los nuevos discernimientos espirituales sobre la poderosa idea de que “el Dios de justicia viene a salvar”. 

Anne Whidden
Nueva York, Nueva York, EE.UU.

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