
Para jóvenes
Me di cuenta de que no podía carecer de salud o plenitud, ya que Dios siempre está conmigo y cuidando de mí porque es el Amor omnipresente.
Que soy hijo de Dios es uno de los hechos más reconfortantes que he aprendido como Científico Cristiano. Es muy especial comprender que Dios es mi Progenitor divino y que eso me hace Su hijo.
Quedó muy claro que un ser espiritual nunca tiene un accidente.
Cuando escuché a Dios y abandoné mis celos, en lugar de perder algo, gané dos buenos amigos.
Esa sensación de estar abrumada por los nervios y el temor se rompió y se disolvió. Me embargó la paz más profunda que haya sentido jamás.
Comprender que la presencia de Dios realmente estaba a mi alrededor me ayudó a apartarme de las dudas sobre mi progreso y a sintonizarme con la verdad, o lo que Dios me estaba diciendo.
Me di cuenta de que mi pulgar había sanado por completo, y no he tenido problemas con él desde entonces.
Un punto decisivo en mis oraciones fue comprender que fui creada para expresar a Dios de una manera única. No hay nadie más que pueda expresar las cualidades espirituales que expreso exactamente de la misma manera en que yo lo hago.
Como estudiante de la Ciencia Cristiana, he descubierto que volverme a Dios me ayuda a sanar y a avanzar cuando me siento atrapada.
Había orado por mis carreras antes, pero ahora me comprometí seriamente a orar por mi relación con mi deporte en su totalidad, confiando en las ideas que había aprendido en la Ciencia Cristiana.