Hace unos años, experimentaba fatiga extrema, dolor en las articulaciones de los dedos y dificultad para mover los brazos.
Me comuniqué con una practicista de la Ciencia Cristiana, quien accedió a orar por mí. Reconocimos la presencia del Cristo —el mensaje de amor de Dios a la humanidad— como la única realidad. Me di cuenta de que Dios, la Vida y la Verdad divinas, eran más grandes que el problema. Como nos asegura la Biblia: “Yo, el Señor, no cambio; por eso vosotros, oh hijos de Jacob, no habéis sido consumidos” (Malaquías 3:6, LBLA).
La practicista y yo oramos juntas durante meses. Empecé a pensar que la curación estaba tardando mucho. Sin embargo, la practicista siempre tenía una respuesta inspiradora, una vez compartió esto de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy: “... La Mente mide el tiempo de acuerdo con el bien que es desarrollado” (pág. 584). Ella enfatizó que se estaba produciendo un despertar en mi consciencia y que el bien estaba en acción a medida que me daba cuenta de mi unidad con Dios, el Amor divino.
En un momento de desesperación, recuerdo que la practicista me habló con autoridad divina, diciendo que mi lugar estaba establecido en el reino de los cielos y que era cuidada, protegida y amada. Nada podía separarme de mi unidad con Dios el Padre. Vi que “del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella; el mundo y los que en él habitan” (Salmos 24:1, LBLA). En ese momento comencé a sentir paz y calidez. Sentí como si regresara a la casa del Padre.
Durante esta liberación, sentimientos ocultos de miedo, tristeza, vergüenza, decepción, duda y desaprobación salieron a la superficie de mi pensamiento para ser sanados. A medida que los enfrentaba con la verdad que estaba aprendiendo, se hizo evidente que nunca había tenido una mente aparte del Dios inmaculado y resplandeciente, la Mente única. ¡El Dios Omnipotente está en todos lados!
Después de comprender todo esto, un día me levanté de un salto de donde yacía postrada, sintiendo que era una con la Vida divina, que poseía toda la bondad de Dios y disfrutaba de Su abundancia y salud. Se restableció la movilidad normal de mis manos y brazos, y tuve energía y vitalidad para realizar las tareas. Incluso me sentí más libre y mejor que antes de toda esta experiencia. Además, mi peso se normalizó, lo que considero como el resultado de rendirme al Cristo.
Estoy agradecida a Dios, la Mente divina que se manifiesta eternamente a través de las enseñanzas de Jesús, y a través de las Escrituras en su totalidad.
Eva Regina Scherer do Nascimento
Santa Maria, Rio Grande do Sul, Brasil
