Conocí la Ciencia Cristiana en 1974, por medio de una amiga que me invitó a asistir a un servicio religioso. Meses después, cuando era recién casada, durante la época de lluvias en Chile, me empezó a molestar la garganta. No podía tragar, no podía comer, y tenía fiebre. Pero tenía Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy. Mi esposo le pidió a un médico que viniera a casa, quien me recetó varios medicamentos, entre ellos, penicilina. Sin embargo, yo guardé la medicina y no dije nada. Y me quedé en cama, leyendo y leyendo Ciencia y Salud. El capítulo que más me llamó la atención fue “La ciencia, la teología, la medicina”. Seguí leyendo, y de repente me di cuenta de que no necesitaba el medicamento, tampoco necesitaba estar en cama, y todo sanó en unos tres días.
Esta experiencia de curación y muchas otras han sido parte de mi travesía al estudiar la Ciencia Cristiana. Estoy muy agradecida por lo que he aprendido de los practicistas de la Ciencia Cristiana y a través de mi propio estudio, especialmente porque donde yo vivía no había Científicos Cristianos cerca. Así que, el Heraldo, y nuestros libros de texto, la Biblia y Ciencia y Salud, me ayudaron muchísimo. Estoy muy agradecida por el conocimiento que he adquirido.
Otra experiencia significativa en la Ciencia Cristiana ocurrió tiempo atrás. Un familiar cercano estaba pasando por una situación económica muy difícil, y yo le facilité algún dinero, pero me pidió que solicitara un préstamo al banco y ella lo pagaría mensualmente. Así lo hice, y los primeros meses fue muy puntual en entregarme el dinero; pero después, con el tiempo, los pagos se hicieron menos y más espaciados. Ella no me pagaba y no respondía mis llamadas. Yo la llamaba seguido y me sentía incómoda de tener que pagar por algo que no era mío.
Hablé sobre esto con una practicista y fue útil. Comencé a enfocarme en las cualidades divinas de esta persona, y busqué referencias sobre la honradez en el Heraldo y en Ciencia y Salud. Ciencia y Salud dice: “La honestidad es poder espiritual” (pág. 453), y esto resonó en mí. Hice una lista mental de las diferentes cualidades espirituales que expresaba mi familiar, y cuando leía las referencias sobre la honradez, incluía esta cualidad como parte de mi pensamiento sobre ella.
También tomé una decisión y me dije a mí misma que, puesto que yo había hecho el compromiso, yo tendría que ser la que respondiera al banco. De alguna forma organicé mi situación económica y no volví a llamar a mi parienta ni insistí en que ella me pagara. Continué trabajando sobre el concepto de la honradez. El enojo que sentía hacia ella desapareció, y pude responder al banco como corresponde.
Pocos meses después, mi parienta me dijo que podía darme dos mensualidades de lo que me debía. Y ella continuó pagando y pagando, y al final canceló toda la deuda. Estoy muy agradecida, porque se ha establecido una relación más amistosa entre nosotras con alegría y gratitud. Dejé de sentir el enojo, y comencé a comprender la situación y a aceptar que Dios satisface toda necesidad.
María Teresa Fuentes-Bórquez
Paine, Chile
