Estaba en medio de mi capacitación para ser enfermero de la Ciencia Cristiana. Esta fue una época de estudio, oración y crecimiento espiritual a medida que descubría más sobre Dios y sobre mí mismo, al tiempo que aprendía formas prácticas de cuidar a aquellos que buscan curación en la Ciencia Cristiana. Durante mi entrenamiento, me alojé en un sanatorio de enfermería de la Ciencia Cristiana; un lugar donde las personas pueden acudir para recibir atención de enfermería especializada no médica en un ambiente que apoya la oración y la curación espiritual.
Una mañana temprano, me desperté con un fuerte dolor en la parte baja de la espalda, así como con otros síntomas incómodos. Al principio, no fue tan intenso y traté de dormir, pero el dolor empeoró.
Como sabía por experiencia que podía confiar en Dios para sanarme, llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana. Un practicista es alguien que ayuda a otros, a través de la oración, a cambiar su perspectiva de una falsa percepción de la realidad como material a la comprensión de la realidad como totalmente espiritual. Este cambio trae curación.
Mientras hablaba por teléfono con la practicista, recuerdo haber pensado en la posibilidad de síntomas adicionales. En voz alta, rechacé esto con un “¡No!” y la practicista dijo que continuaría orando conmigo.
Después de unas horas, el dolor disminuyó lo suficiente como para intentar volver a dormirme. Pero mientras lo hacía, me vino un pensamiento aterrador: “¿Y si vuelve el dolor?”.
De inmediato, sentí una ola de dolor aún peor que antes. Volví a llamar a la practicista y me dijo que no tuviera miedo, que se trataba de la quimicalización. Mary Baker Eddy explica que este término se refiere al “proceso que la mente y el cuerpo mortales experimentan cuando la creencia cambia de una base material a una base espiritual”. Y añade: “Cada vez que se han agravado los síntomas debido a la quimicalización mental, he visto las señales mentales, dándome la certeza que el peligro había pasado, antes que el paciente sintiera el cambio; …” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, págs. 168-169).
Cuando colgué el teléfono con la practicista, recuerdo que estuve consciente del hecho de que Dios estaba allí conmigo y nunca me había dejado. En la capacitación de enfermeros de la Ciencia Cristiana habíamos hablado de Jesús y de su enseñanza de que el reino de Dios está dentro de todos nosotros (véase Lucas 17:21). Este reino celestial siempre está a la mano para que demos testimonio de él y seamos conscientes de él.
Mientras pensaba en esto, supe que incluso un mensaje angelical —un pensamiento de Dios— era suficiente para sanar. Estaba agradecido simplemente de saber que Dios en verdad estaba allí conmigo. Entonces me vino este pensamiento: “No estás ahí en un cuerpo material con dolor; estás aquí Conmigo; a salvo, absolutamente libre, íntegro e intacto porque Me reflejas”.
Cedí a este hermoso mensaje de Dios que yo sabía que era cierto, y en ese momento el dolor comenzó a disiparse. Me fui liberando progresivamente y, aunque todavía me sentía un poco incómodo, pude conciliar el sueño durante unas horas más. Me desperté completamente curado, libre de todos los síntomas.
Me regocijé, pero también supe que era completamente natural, porque la realidad espiritual es que todos somos siempre uno con Dios.
Han pasado dos años desde esta curación y el dolor no ha regresado. Estoy agradecido de que la Ciencia Cristiana nos permita demostrar que “para Dios todas las cosas son posibles” (Mateo 19:26).
Tyler Flavin
Los Ángeles, California, EE.UU.
