Era casi la hora de la cena en mi comunidad de convivencia. Mi hijo había venido a visitarme desde otro estado. Aunque era una noche fría, algunos de nosotros planeábamos comer en una mesa en el patio, así que decidí ir a mi condominio a buscar un abrigo. Al no ver la pierna extendida de uno de nuestros miembros, que estaba arrodillado en el suelo para revisar el calentador de propano, tropecé con su pie. Cuando caí al suelo, me raspé la cabeza con un borde afilado de hormigón.
Uno de mis vecinos gritó: “¡Dios mío!”, y yo respondí: “¡No digas eso!”, mientras me levantaba. Mi hijo me acompañó a mi condominio, que estaba a unos pasos de distancia. Le aseguré que estaba bien y que solo quería revisarme la cabeza y la pierna por si había sangre. No la había, y mis vecinos se sorprendieron y estaban encantados de ver que yo estaba bien.
Mi hijo comentó que había habido otras ocasiones a lo largo de los años en las que me había visto caer y recuperarme de inmediato. Durante esta experiencia, solo podía pensar en que no me había caído y que era “íntegra, pura y libre”. Esa frase es parte de esta declaración de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, escrito por Mary Baker Eddy: “Por medio del discernimiento del opuesto espiritual de la materialidad, o sea, el camino mediante Cristo, la Verdad, el hombre reabrirá con la llave de la Ciencia divina las puertas del Paraíso que las creencias humanas han cerrado y descubrirá que él no ha caído, que es íntegro, puro y libre, que no necesita consultar almanaques sobre las probabilidades de su vida o del tiempo, que no necesita estudiar cerebrología para saber hasta qué punto es hombre” (pág. 171).
Atribuyo mi rápida respuesta a incidentes como este al estudio diario de la Biblia y Ciencia y Salud, los libros de texto de la Ciencia Cristiana. Saber que Dios es la única autoridad a la que necesito consultar sobre mi bienestar me mantiene en el camino correcto para comprender quién soy realmente como hija amada de Dios y que solo Su cuidado amoroso tiene un efecto en mí.
Más tarde, me sentí mal por mi cortante respuesta a la vecina que había expresado su preocupación después de que me caí. Al día siguiente del incidente, ella se fue de viaje, y después de su regreso, alguien le preguntó cómo estaba su desfase horario después de un vuelo tan largo. Ella respondió que se sentía bien, ya que no creía en el jet lag. Un par de noches más tarde, le pedí disculpas por cómo había respondido a su exclamación anterior. Me dijo que no había problema y que entendía cómo me sentía. Le aclaré que, así como ella podía descartar el desfase horario, yo podía descartar la caída y afirmar que era la hija íntegra de Dios, que todos lo somos, y ella estuvo de acuerdo con eso.
También me doy cuenta de que el temor no es parte de mí, porque no viene de Dios. Aunque tengo cuidado en lo que hago, me siento a salvo y amada en lugar de temerosa, porque, como leí en la Biblia, “En el amor no hay temor. sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18).
Aprecio todo lo que continúo aprendiendo sobre Dios, Su creación perfecta y Su amor por Su creación, por medio de mi estudio y práctica de la Ciencia Cristiana.
Elisabeth Seaman
Mountain View, California, EE.UU.