
Editoriales
Cuando tratamos de sanar un estado físico, especialmente uno doloroso, nos vemos tentados a contemplarlo, a palparlo o a escucharlo todos los días o a cada hora, y a preguntarnos: "¿Está mejor o está peor?" Cuando parece mejorar, nos sentimos alentados. Cuando parece empeorar nos desanimamos.
Millones de personas saben que Dios es el Padre divino de todos. Cristo Jesús enseñó a sus seguidores a referirse a Dios como “padre nuestro que estás en los cielos”.
La Ciencia Cristiana Christian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. puede hacer saltar la trampa de la complacencia sensual.
Dios ama al hombre. El Principio infinito del universo ama su creación.
En la actualidad parece muy fácil separarse del curso principal que sigue la vida humana, y, en especial, de aquellas personas a quienes nos inclinamos a culpar por las condiciones de vida según las vemos nosotros. En efecto, algunas personas levantan las manos en señal de protesta y disgusto retrocediendo a una contracultura.
Es posible que aquel que está enfermo anhele considerarse a sí mismo en términos espirituales, audible o mentalmente. Pero tan pronto se siente bien, tal vez olvide los términos espirituales.
Es un error pensar que los hombres pueden forzar la perfección en el mundo. El amor fraternal, cuyas características son la indulgencia, la paz, la justicia, y el afecto, viene dulcemente a la consciencia humana.
Es común que la persona que está a punto de hacer preguntas prudentes acerca de la Ciencia Cristiana Christian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. , desee saber qué influencia podría tener en ella el estudio de esta Ciencia.
Nada hay que haga más feliz, que dé más satisfacción y salud, que el estar consciente de la vida en Dios, el Amor divino siempre presente. El Salmista cantó: “Porque sacia al alma menesterosa, y llena de bien al alma hambrienta” (Salmo 107:9).
Una de las declaraciones de la Biblia más conocida y amada por los estudiantes de Ciencia Cristiana Christian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. se encuentra en la Primera Epístola del Apóstol Juan (3:1) que dice: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios”.