La expresión “escala de valores” es bastante frecuente. Se refiere a la prioridad que la gente o las sociedades dan a las cosas. A medida que crecemos en la comprensión de la Ciencia Cristiana, nos damos cuenta cada vez más de que nuestra escala de valores tiene una influencia importante en nuestra experiencia. Y manteniendo los valores correctos a la cabeza de nuestra lista, podemos ser más felices, gozar de mejor salud y tener más éxito en la vida.
Cuando era joven y acababa de iniciarme en el estudio de Ciencia Cristiana, estaba ahorrando metódicamente para hacer un largo viaje. Una vez, después de haber mandado mi único traje de repuesto a la tintorería, lo olvidé en el perchero del tren. En esos momentos esta pérdida significaba un sensible atraso en mi campaña de ahorros porque debía reponer el traje. Pero había oído casos alentadores de objetos perdidos que habían sido recobrados por medio de la aplicación de la Ciencia Cristiana. Oré de acuerdo con mi nueva comprensión de la Ciencia, reforzando mi trabajo mental con una gran fe y esperanza. Pero nunca volví a ver ese traje.
Estaba decepcionado. Pero al pensar sobre esto tiempo después, aprendí algo valioso acerca de valores más elevados. El encuentro de ese traje me había parecido más importante que todo lo demás. Esto se debió en parte a que yo había determinado que la Ciencia tenía que ser demostrada en este caso de esa manera. Estoy seguro que pensé mucho más en el traje perdido que en la verdad de la plenitud del hombre y la inevitable provisión a todas sus necesidades. Mi escala de valores, mis preferencias, necesitaban un ajuste.
A medida que continuamos el estudio de Ciencia Cristiana podemos sentirnos tentados a no poner frente de nuestro pensamiento las cosas que realmente son de esencial importancia. Si nos sentimos enfermos, es muy fácil que demos preferencia a sentirnos bien antes que a reemplazar con luz espiritual un sombrío rincón de materialismo en nuestro pensamiento. Si no tenemos empleo, o estamos solos, es fácil que el empleo o la compañía nos sea más importante que, quizás, más humildad o el bondadoso olvido de sí mismo. Si estamos en una situación desagradable, es fácil — si no estamos atentos — creer que salir de ella es más importante que el darnos cuenta de la presencia de Dios. Esto impide nuestra demostración de la Ciencia.
Mary Baker Eddy, que siempre le dio preferencia a Dios y a los factores espirituales, escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud: “¡Cuánto más debiéramos esforzarnos por comprender las ideas espirituales de Dios, que morar en los objetos de los sentidos!” Ciencia y Salud, pág. 510;
La percepción de las ideas de Dios nos es lo primordial. Esto es mucho más importante que el progreso humano (en la forma de oportunidades de empleo, salud, provisión o cualquier otra cosa), el cual es la manifestación natural del crecimiento espiritual. En realidad, cuanto menos fijemos nuestro pensamiento en la apariencia material, y cuanto más permanezca nuestro pensamiento en la realidad divina, mejor será la apariencia material.
Esto es porque la apariencia material externa no es nada en sí misma sino la objetivación de nuestro pensamiento. La apariencia externa no está separada de nuestro pensamiento, no es algo que pueda decidir independientemente sus propias condiciones. Como Mrs. Eddy explica: “Todo es tan real como lo hagáis y no más. Lo que véis, oís, y palpáis es un modo de consciencia, y no puede tener otra realidad que el concepto que tenéis de ello”. Unidad del Bien, pág. 8;
Por lo tanto, cuanto más espiritualidad y armonía abarque nuestra consciencia, más cosas que son verdaderamente buenas se concretarán en nuestra experiencia. Cuanto más espiritual es nuestra escala de valores, más se enriquece nuestra vida.
Hay notables ilustraciones bíblicas sobre la importancia de buscar valores más elevados y menos materiales. Salomón, por ejemplo, cuando Dios le preguntó qué quería que le diera, pidió sabiduría. De acuerdo con el relato, Dios le respondió: “Porque has demandado esto, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riqueza, ... sino que demandaste para ti inteligencia para oir juicio, he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido”. 1 Reyes 3:11, 12.
Podemos comprobar el estado de nuestros propios valores suponiendo por un momento que Dios nos está preguntando qué deseamos que nos dé. Si pedimos algo que sea menos que un don completamente espiritual, esto puede señalar la necesidad de una revisión y un nuevo ordenamiento de nuestras preferencias en la vida. En otras palabras, cuando olvidé mi traje en el tren y Dios me preguntó qué quería, contesté que quería encontrar mi traje. Pero una petición mucho más provechosa — y que habría sido otorgada inmediatamente — hubiera sido el tener un sentido más elevado de la substancia y la integridad.
Es una de las funciones del Cristo, la inteligente actividad sanadora de Dios, movernos a comprobar nuestros valores. Y es el Cristo quien provee una base para la reestructuración de nuestros valores. Si deseamos reforzar nuestros valores, podemos prestar atención a la guía del Cristo, y dejar que el Cristo espiritualice nuestro pensamiento. Es en esta forma que el Cristo evidencia el amor de Dios hacia nosotros; porque el tener valores espirituales más elevados significa encontrar mejoramiento y progreso en las formas que más bendicen nuestro sentido presente de vida.