Mary Baker Eddy habla por experiencia cuando escribe: “Comprendo que Dios es un pronto auxilio en todo momento de tribulación, — así Lo he hallado yo; y no quiero otros dioses, ni remedios basados en drogas, ni medicina material”. Miscellaneous Writings, pág. 96;
Después de su descubrimiento de la Ciencia de la curación por la Mente, Mrs. Eddy probó por medio de innumerables obras sanadoras que Dios, la Mente divina, es el gran Médico, cuya destreza no tiene paralelo, cuya inteligencia y poder no tienen límites. Al curar la enfermedad y el pecado, nuestra Guía usó el método curativo empleado por el sanador más eficaz de todos los tiempos, Cristo Jesús. El relato bíblico sobre el ministerio de nuestro Maestro señala que él no daba ningún remedio que no fuera la Verdad, y fue el único que les enseñó a sus discípulos. Él demostró una y otra vez que “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Salmo 46:1;
No obstante lo que parezca ser nuestro problema, por medio de las enseñanzas de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. el poder sanador del Cristo, la Verdad, está a nuestra disposición en todo momento, bajo toda circunstancia, y en toda condición. Una experiencia que tuve ilustra este punto. Un día, mientras trabajaba en el jardín, me lastimé gravemente un pie y sentí un gran dolor. Tuve que hacer un consagrado trabajo de oración para poder vencer el temor provocado por el testimonio del sentido material que se manifestaba en inflamación y descoloramiento. Hallé gran ayuda en las palabras de Mrs. Eddy que se encuentran en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “El primer paso para la destrucción del error, — ya sea que éste se manifieste en forma de enfermedad, pecado o muerte, — es decidir pronto cuál será el tratamiento apropiado para su destrucción”. Ciencia y Salud, pág. 463;
El primer pensamiento que me vino fue negar vigorosamente la creencia de que la materia tiene vida y sensación, la creencia de que hay substancia aparte de Dios, el bien. También afirmé el hecho científico de que Dios, Espíritu, es Todo-en-todo y que el hombre como la imagen de Dios es indestructible y eterno. Me di cuenta allí mismo de que la substancia del Espíritu no puede perecer, porque el Espíritu es la Vida indestructible. La substancia del Espíritu no puede verse ni sentirse como materia sana o enferma, como materia armoniosa o dolorida. Sólo puede verse y sentirse en cualidades espirituales como la perfección, armonía, pureza, salud e integridad.
Estos pensamientos angelicales trajeron alivio inmediato. El dolor cesó casi instantáneamente; y mientras oraba vi claramente que los músculos, los huesos, la sangre, etc. no son los elementos del hombre verdadero. Ya que el hombre — como declara la Biblia — fue creado a la imagen de Dios, la imagen del Espíritu, él es espiritual, y su verdadera identidad e individualidad son semejantes a Dios. Ellas proceden de la Mente divina, y son animadas, gobernadas, mantenidas, y protegidas por las inteligentes e irresistibles fuerzas de la Verdad y el Amor. La verdadera individualidad del hombre refleja la substancia indestructible del Espíritu. Me vino el pensamiento de que yo podía aferrarme con regocijo a estas verdades y exclamar como el Salmista: “Iré en la fortaleza de Jehová el Señor”. Salmo 71:16 (según la versión King James de la Biblia); Pronto desapareció todo indicio de la lesión. Dios fue para mí un “pronto auxilio en la tribulación”.
Nuestra necesidad es ver que un estado de enfermedad, accidente, lesiones, y dolor que comúnmente se presenta a los mortales no es otra cosa que la sugestión agresiva que procede de la falsa premisa de que existe otra causa y otra creación aparte de Dios, el Espíritu, y Su manifestación. Pero en el concepto espiritual acerca de Dios, la creación y el hombre, uno puede encontrar la libertad absoluta de toda clase de desarmonías, y es este concepto espiritual acerca del ser lo que la Ciencia Cristiana revela y demuestra. En realidad todo el ser del hombre procede de la Mente, Espíritu, Dios. El hombre no vive en un cuerpo carnal. Puesto que nunca ha nacido y nunca ha muerto, su individualidad verdadera incluye sólo elementos divinamente mentales: consciencia verdadera, salud, pureza, santidad, perfección.
En el reino de la Verdad, el verdadero dominio del hombre, no hay decadencia, rigidez, impedimento, inacción, tensión excesiva, o endurecimiento de las ideas gobernadas por Dios que constituyen la identidad o individualidad verdadera del hombre. Como todo lo que constituye el hombre en la Ciencia divina es el reflejo del Principio divino, el Amor, que está siempre en operación, el hombre jamás puede estar sujeto a accidentes o lesiones causadas por descuido o alguna otra fase del error. En la totalidad de Dios y de Su reino, donde el hombre vive y se mueve y tiene su ser, los accidentes, el pecado, la enfermedad y la muerte son desconocidos. No pueden ocurrir. No hay nada que pueda causar estos errores, nada que pueda sentirlos o temerlos.
Cuando Cristo Jesús sanó al enfermo que estaba junto al estanque de Betesda, diciéndole: “Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor”, Juan 5:14; él se refería a la naturaleza mental del sufrimiento. Su agudeza espiritual reconoció lo que había que corregir en el pensamiento del hombre. Al restablecer al enfermo a su condición sana y normal, él demostró el poder transformador y sanador del Cristo, la Verdad, y trajo a la luz la perfección invulnerable del hombre como idea de Dios.
La Ciencia Cristiana nos capacita para demostrar el significado práctico de las enseñanzas del Maestro por medio de la curación de la enfermedad y el pecado. De acuerdo con esta Ciencia el hombre es la imagen y semejanza espiritual de Dios, la incorporación o reflejo de las ideas, cualidades y facultades espirituales de la Mente. Dios es incorpóreo, y, por lo tanto, el hombre, como idea de Dios, es puramente espiritual. Para curar una condición enferma del cuerpo, tenemos que reconocer la falsedad de todo lo que la mente mortal dice acerca del cuerpo como materia viva e inteligente, y reconocer que de acuerdo con la Ciencia de la Mente, la identidad o consciencia verdadera del hombre refleja solo el Espíritu, Dios, el bien. De esta manera renunciamos al concepto falso de que el cuerpo es materia y ganamos consciencia de los elementos incorpóreos de salud y armonía, que constituyen el cuerpo verdadero o identidad espiritual del hombre.
Refiriéndose al dominio dado por Dios al hombre, el Salmista exclamó: “Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies”. Salmo 8:6. En toda situación de la vida podemos ejercer nuestro dominio dado por Dios sobre todas las creencias mortales y falsas, ganar consciencia de nuestra filiación original y científica con Dios, y así demostrar el poder sanador de la Verdad y el Amor divinos. De esta manera demostramos que “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en todo momento de tribulación”.