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El Amor puede sanar al mundo

Del número de enero de 1974 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Si en realidad conociéramos al Amor divino, y reflejáramos este Amor completamente, podríamos sanar cualquier cosa. Podríamos traer cambios en la vida humana que serían comparables a las obras de Cristo Jesús. El amor que expresaríamos no sólo sanaría al enfermo sino también transformaría la vida de las familias, comunidades, naciones y el mundo.

Cristo Jesús conocía al Amor divino. Era su Padre, Dios. Y él demostró que aquel que conoce realmente al Amor, y vive una vida de amor, triunfa sobre todo lo que se oponga a la idea del Amor.

Comenzamos a aprender a amar cuando encontramos la humildad para reconocer cuánto nos falta todavía para comprender totalmente el Amor. Con esta humildad podemos percibir cómo aprender lo que necesitamos aprender en el día de hoy. Y a medida que aprendemos y ponemos en práctica lo que aprendemos, podemos vencer todos los problemas que se nos presentan.

Con lo que cada día aprendemos del amor podemos defendernos de la enfermedad, o sanarla, si es que hemos fracasado en nuestra defensa. Podemos resolver inteligentemente problemas familiares, comerciales, gubernamentales, ambientales etc., o bien, podemos sanar las consecuencias que quedan cuando no se ha hecho. A medida que cada día aprendemos más del amor, nuestra capacidad para amar no conoce límites.

Si creemos que hoy ya no tenemos nada que aprender del amor, es porque nuestro sentido de amor es limitado. Nos estamos contemplando como confinados a nuestro cuerpo y pensando que nuestro amor por otros tiene que emanar de nuestro cuerpo. Pero Cristo Jesús enseñó que un sentido de amor ilimitado vence las limitaciones del cuerpo. El concepto que Jesús tenía de sí mismo estaba tan completamente unido al Amor que su cuerpo no fue un impedimento para que él estuviera presente donde tenía que estarlo. Y esta incorporación del Amor omnipresente, universal, fue práctica. Jesús le dijo a un oficial del rey: “Vé, tu hijo vive”, Juan 4:50; y su hijo, que se encontraba lejos, fue sanado. En otra ocasión, él y todos los que estaban en una barca llegaron en seguida “a la tierra adonde iban”. 6:21;

El Amor, Dios, está en todas partes. En la medida que expresamos verdaderamente este Amor, adquirimos consciencia de que estamos libres de un cuerpo material y podemos estar donde es nuestro deber estar para expresar amor en todo momento. Mary Baker Eddy escribe: “Quién vive en el bien, vive también en Dios, — vive en la Vida que es todo, a través de todo el espacio”.Pulpit and Press, pág. 4; Mientras más conscientes estemos de la omnipresencia del Amor, y mientras más nos identifiquemos como una idea del Amor divino — con lo que el hombre verdadero es — mejor reconoceremos nuestra aptitud para ayudar a aquellos que lo necesiten dondequiera que se encuentren.

Entonces por medio de un sentido práctico de lo que es el amor espiritual, podemos estar “ausentes del cuerpo, y presentes [con el] Señor”. 2 Cor. 5:8; La Sra. Eddy dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “Estar ‘con el Señor’ significa obedecer la ley de Dios, estar gobernados absolutamente por el Amor divino, — por el Espíritu, no por la materia”.Ciencia y Salud, pág. 14; Y nos asegura que estar “con el Señor” de esta manera, nos trae curación instantánea y nos capacita para curar a otros.

La declaración “lo que necesitamos es más amor” se ha vuelto un cliché. Y nos cansamos de los clichés. Pero lo cierto es que necesitamos un amor más verdadero. No hay otro camino para poner a la humanidad a tono con el hombre que Dios creó. La Sra. Eddy dice: “El hombre es idea, la imagen del Amor; no es corpóreo”.ibid., pág. 475. Sólo en la medida que la gente, en todas partes, empiece a reconocer lo que ellos verdaderamente son, y comiencen a pensar y a actuar como son en realidad, se podrán resolver los problemas mundiales de una manera inteligente y armoniosa.

Para tomar parte en este estado armonioso, tenemos que obtener un sentido incorpóreo del amor. Hablar de que tenemos que amar, pensar en que tenemos que amar, emocionarnos sobre el amor, pero sólo como mortales materiales, disfrutando de sí mismo, es cultivar un concepto limitado de amor. Mas el percibir las necesidades humanas y responder a ellas con un sentido divino del amor es reflejar el Amor infinito.

¿Nos interesamos sinceramente en las necesidades de la gente de tierras lejanas o de las que viven en nuestras ciudades o en zonas rurales? ¿Cuál es la medida de nuestro interés? Ésta es una buena manera de valorar hasta qué punto deseamos ser ideas del Amor. El camino para aprender a amar comienza con el deseo de amar. Este deseo nos une con el Amor divino en el propósito del Amor de bendecir a todas sus ideas. Nuestra unidad consciente con el Amor se convierte en una influencia espiritualmente mental que toca el pensamiento de aquellos que han llegado a un punto en su experiencia en el que se sienten conscientes de la inseguridad que resulta de la creencia de que la materia es su identidad, y empiezan a buscar algo más substancial.

Es el Amor mismo, Dios mismo, que satisface la necesidad de cada uno, ya que Él es Todo y se expresa en todas partes. Cristo Jesús nos demostró aquel amor total por la humanidad que nos identifica con el Amor como idea del Amor. Mientras nuestro amor no iguale al amor de Cristo Jesús, no conoceremos el todo del Amor. Pero por medio de Cristo Jesús y de la Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. podemos ver el camino que tenemos delante. Podemos tomar parte en la expresión del Amor divino, que es lo único que puede sanar al mundo.

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