Todos somos compradores y consumidores de los productos y servicios del comercio y la industria. Puede parecer que a veces se nos obliga a comprar artículos cuyo precio no guarda relación con su calidad, preciándose el comerciante de haber hecho una ganancia excesiva en lugar de preciarse de haber vendido un buen producto; o bien, cuando el servicio prometido deja mucho que desear una vez hecha la compra.
Existe una pretensión muy activa de que la mente mortal y no la Vida divina, Dios, tiene una influencia significativa en la dirección y en el gobierno del comercio y lo hace pecador. La falta de honradez, la falta de escrúpulos y la irresponsabilidad, están a la orden del día. Pero no tenemos por qué aceptar esta pretensión.
Mediante la Ciencia Cristiana encontramos una buena medida de protección al consumidor. Sabiendo quiénes realmente somos, hijos e hijas de Dios, la Mente inmortal — incluidos en Su universo perfecto — podemos demostrar nuestra protección natural contra las imposiciones de la mente mortal. En realidad no somos víctimas del pecado en el comercio, como tampoco lo somos de otras formas de pecado; y esto lo podemos probar. Podemos mejorar enormemente la relación entre el comercio y nosotros mismos, al comprender científicamente la naturaleza espiritual de ambos, el hombre y el comercio. Visto a través de la lente de la Ciencia de la Vida, el comercio es espiritual e impecable. El verdadero comercio está tan gobernado por la Vida, Dios, como lo está el hombre verdadero. Ambos son, en realidad, la expresión de Dios.
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