Todos somos compradores y consumidores de los productos y servicios del comercio y la industria. Puede parecer que a veces se nos obliga a comprar artículos cuyo precio no guarda relación con su calidad, preciándose el comerciante de haber hecho una ganancia excesiva en lugar de preciarse de haber vendido un buen producto; o bien, cuando el servicio prometido deja mucho que desear una vez hecha la compra.
Existe una pretensión muy activa de que la mente mortal y no la Vida divina, Dios, tiene una influencia significativa en la dirección y en el gobierno del comercio y lo hace pecador. La falta de honradez, la falta de escrúpulos y la irresponsabilidad, están a la orden del día. Pero no tenemos por qué aceptar esta pretensión.
Mediante la Ciencia Cristiana encontramos una buena medida de protección al consumidor. Sabiendo quiénes realmente somos, hijos e hijas de Dios, la Mente inmortal — incluidos en Su universo perfecto — podemos demostrar nuestra protección natural contra las imposiciones de la mente mortal. En realidad no somos víctimas del pecado en el comercio, como tampoco lo somos de otras formas de pecado; y esto lo podemos probar. Podemos mejorar enormemente la relación entre el comercio y nosotros mismos, al comprender científicamente la naturaleza espiritual de ambos, el hombre y el comercio. Visto a través de la lente de la Ciencia de la Vida, el comercio es espiritual e impecable. El verdadero comercio está tan gobernado por la Vida, Dios, como lo está el hombre verdadero. Ambos son, en realidad, la expresión de Dios.
El verdadero comercio es la actividad productiva de la Vida divina y está sujeto únicamente al gobierno de la Vida. Es la actividad de la Vida divina, bajo la cual el hombre de Dios está bendecido, prospera y está empleado. El comercio, por lo tanto, no consiste en máquinas, dinero, personas y otros componentes materiales. El verdadero comercio, como el hombre real, es espiritual. No tiene una sola característica que no esté arraigada en Dios. El comercio no tiene substancia, dinamismo, función o acción que no estén fundados en la Vida divina. El verdadero comercio es incapaz de pecado y, sabiendo esto, uno está siempre protegido de las pretensiones del mal que aparecen en las transacciones humanas.
En el plano humano, elementos importantes son la vigilancia y organización del consumidor, además de cierto grado de reglamentación por parte del gobierno. Mas un sentido genuino y profundo de protección al consumidor radica en la seguridad científica de que los negocios de la Vida no están sujetos a una falta de honradez, en la certeza de que el hombre es la creación de la Vida, Dios, siempre bajo Su protección. Dios y el comercio son tan inseparables como la Vida y su actividad; y la actividad está gobernada por la Vida.
Como ciudadanos, tenemos una gran oportunidad de contribuir espiritualmente en los asuntos del gobierno, la industria y el consumidor, al reconocer y examinar la ilación de esta declaración del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por Mary Baker Eddy: "Todo aquello que es gobernado por Dios jamás está privado ni por un instante de la luz y el poder de la inteligencia y la Vida". Ciencia y Salud, pág. 215;
En esencia, el hombre, el gobierno y el comercio son entidades espirituales que actúan bajo el mandato de Dios y, por lo tanto, ninguno de ellos puede imponerse o perjudicar a los otros. No disputan entre sí ni se alían siniestramente, ni asumen ni forman grupos inicuos. Los derechos divinos de cada uno están relacionados entre sí y su propósito es constructivo. Estando gobernados por Dios, ninguno de ellos está amenazado de limitación en su función y propósito justos, mas por lo contrario, cada uno florece en su actividad, otorgada por la Vida. En todo momento cada uno está evidenciando la inteligencia y la Vida divinas y la luz y el poder concomitantes.
En su verdadera naturaleza y orden, comercio, gobierno y hombre, están dispuestos por Dios y comprenden una unidad perfecta y armoniosa. Sabiendo esto, estamos defendidos contra influencias secretas y pretensiones ocultas. Podemos comprobar que hombre, gobierno y comercio están siempre bajo el reglamento infalible del Principio, Dios.
El pecado de la falta de honradez, es a veces evidente en la propaganda. La propaganda que informa es legítima, pero la que engaña no lo es. La propaganda tiene una influencia importante sobre el pensamiento y deseos humanos y, por lo tanto, sobre la forma de vivir. Investigaciones realizadas hace pocos años en los Estados Unidos de América, muestran que el adulto medio está expuesto a un mínimo de 560 mensajes de propaganda por día. Véase "Future Shock" por Alvin Toffler, pág. 149; Por lo tanto, nosotros, como consumidores, tenemos que defendernos contra aspectos de la propaganda que evidentemente están sujetos a la influencia de la mente mortal y, en consecuencia, expuestos al fraude, el manipuleo y la falsa información.
Es de gran ayuda para proteger del engaño a todos los consumidores, comprender que el único mensaje que tiene verdadera autoridad para influir a los hombres es el Cristo benefactor. Como lo declara Ciencia y Salud: "El Cristo es la idea verdadera, proclamando el bien, el mensaje divino, que viene de Dios a los hombres, hablando a la consciencia humana". Ciencia y Salud, pág. 332; El mensaje del Cristo se caracteriza por la integridad del Principio divino y la exactitud de la Verdad. Promueve decisiones y pasos justos y es siempre una bendición inmensurable. El saber esto por medio de la Ciencia, excluye el argumento del pensamiento mortal de que podemos ser engañados o explotados. Nuestra comprensión de que Dios es quien da actividad a todo comercio verdadero, ayuda a destruir las características deshonestas que tratan de presentar al comercio como una actividad humana, y al mismo tiempo nos impulsa hacia el predominio de las cualidades de la Vida en los asuntos industriales y comerciales.
Leemos en la Biblia: "He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá". Eclesiastés 3:14. Ésta es la realidad espiritual. La Ciencia Cristiana aclara nuestra percepción para que podamos ver esta condición espiritual perfecta, y al hacerlo, podemos ayudar al gobierno y comercio humanos y ayudar a proteger al consumidor.