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"No hay mal en el Espíritu"

Del número de noviembre de 1973 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Ciencia Cristiana revela a Dios como Espíritu infinito, el único creador, y al hombre y al universo, como Su concepto espiritual. Esto concuerda con las palabras de Cristo Jesús: "Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren". Juan 4:24;

No hay sino un Dios, y por tanto un sólo Espíritu. La palabra "espíritu" se deriva del vocablo latino spirare, respirar. Dios, Espíritu, es el aliento mismo de Vida de Su propia creación infinita, el Principio divino vivificante de todo lo que realmente existe. Siendo el Espíritu el bien infinito, no hay mal en el Espíritu. En el reino de Dios, que abarca todo el infinito, el mal no tiene lugar, manifestación ni identidad. La totalidad del Espíritu excluye la posibilidad de que exista una fuerza mental contraria expresada en espíritus malos o demonios. Mary Baker Eddy lo explica en el libro de texto Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: "El Espíritu siendo Dios, no hay más que un solo Espíritu, porque no puede haber sino un infinito y por tanto un solo Dios. No hay ni muchos espíritus ni muchos dioses. No hay mal en el Espíritu, porque Dios es Espíritu". Ciencia y Salud, págs. 334, 335;

La comprensión de que Dios es el único Espíritu puede ayudarnos a vencer la muy difundida creencia popular en espíritus que supone que existe una mixtura de agentes sobrehumanos, de los cuales algunos cuidan del bienestar de la humanidad mientras otros contribuyen a su detrimento. El mesmerismo que aun en la actualidad nubla el pensamiento de muchas personas, puede compararse a la niebla que subía de la tierra (véase Génesis 2:6). Este mesmerismo es producto de las teorías materiales que, de un modo o de otro, acceden a la creencia de que el mal es real. Bajo la influencia ilusoria de esta superstición, el hombre mortal cree estar enfrentado con fuerzas fuera de su control, y que ejercen una influencia maléfica o destructiva. Terremotos, inundaciones, granizo, tormentas, plagas, epidemias, a menudo se atribuyen a coléricos espíritus malos cuya maldad el ser humano debe tratar de evitar o aplacar.

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