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Original Web

La economía divina en épocas de inestabilidad

Del número de marzo de 2021 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 10 de diciembre de 2020 como original para la Web.


El bien parece estar ligado al esfuerzo humano. Trabajamos duro para “ganarnos la vida”; es decir, obtener un ingreso, el que a su vez nos permite comprar lo que necesitamos para vivir. Es como si a través de nuestros propios esfuerzos las cosas buenas fluyeran en nuestra vida. 

Pero esta lógica tiene otro aspecto inquietante: Si algo cambia humanamente, el flujo del bien puede que parezca interrumpirse, incluso detenerse. Y llegando al extremo, si hay un gran cambio, un macro cambio que afecta las cosas tanto nacional como globalmente, toda la red del bien puede que parezca interrumpirse y producir como resultado enormes dificultades humanas.

La Ciencia Cristiana abre la puerta a una perspectiva diferente, la visión de una economía espiritual compuesta por una fuente infinita y una distribución incesante de la bondad divina constante, la cual es continua, ininterrumpida e independiente de los factores humanos. En esta economía divina, el bien fluye directamente y sin obstáculos de Dios a Su idea, el hombre. Cristo Jesús lo describió de esta manera: “Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, …; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mateo 6:26). 

El hombre, por ser completamente espiritual, tiene una conexión inquebrantable con este flujo puro y constante de bien que emana del Espíritu divino. Las condiciones económicas humanas no la afectan. Y esta impartición infinita del bien que proviene de Dios se equipara a toda demanda que se le haga. Una frase que con frecuencia se cita del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, capta la relación amorosa, suficiente y eterna de lo divino con lo humano: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (pág. 494).

A medida que nuestra incipiente confianza en Dios aumenta a través de la oración humilde, vislumbramos más nuestra naturaleza espiritual y los efectos de largo alcance, aunque prácticos, de la economía divina. La Biblia está llena de ejemplos de esto. Tomemos, por ejemplo, el éxodo de los hijos de Israel desde Egipto sobre el que escribe el Antiguo Testamento. Al dejar lo que conocían tan bien y aventurarse a seguir a Moisés, lo hicieron con muchas dudas porque ser libres significaba el fin de todo el apoyo material —por más escaso que fuera— que la esclavitud les había proporcionado. Necesitaban aprender a confiar en el cuidado de Dios por ellos, incluso en medio de lo que parecían ser situaciones desesperadas. Se preguntaban: “¿Podrá Dios preparar mesa en el desierto?” (Salmos 78:19, LBLA). 

La respuesta a esta pregunta se manifestó continuamente a lo largo de cuarenta años mientras viajaban a través del desierto hacia la Tierra Prometida. Su comida les era provista a diario en la forma sin precedentes de maná y codornices. Cuando estuvieron sedientos en el desierto, oraron a Dios y el agua brotó de una roca; y fue más que suficiente lo que se les proporcionó, incluso para sus animales. Ni siquiera su ropa y su calzado se desgastaron. Dios los proveyó de una mesa continua en el desierto entonces, y continúa haciéndolo ahora. 

Una vez, un amigo mío necesitó agua con desesperación. Él y un compañero habían caminado durante días y estaban tan agotados que finalmente se separaron, decididos a arrastrarse en diferentes direcciones para morir. En ese momento, mi amigo oró: “Dios, muéstrame dónde está el agua”. Esta fue una oración sencilla, breve y directa a un Padre-Madre Dios inteligente, amoroso y omnipresente. Oró con plena fe en que Dios le daría lo que necesitaba.

Entonces notó una abertura en el suelo, como un hueco. Deslizándose en la oscuridad, se las arregló para bajar. En el fondo encontró agua. Unos minutos más tarde salió y localizó a su amigo. Su sencilla petición al gran corazón del Amor los preservó a los dos, después de que días de esfuerzo humano habían fracasado. 

Hoy, nuestro mundo parece estar cambiando de maneras que jamás hemos visto antes. El desempleo récord amenaza con producir una perturbación económica en todo el mundo, alimentando la tensión, la preocupación y la duda. Para muchos, la frustración y el miedo pueden desplazar la paz y la confianza.

¿Puede el individuo y la familia promedio disfrutar de los beneficios de la economía divina hoy en día? ¿Puede alguien que ha perdido un trabajo o un hogar o está llegando al punto de la desesperación, despertar y ver el ilimitado océano del bien espiritual que ha sido siempre suyo? Sí. 

Para empezar, podemos dejar de pensar que estamos separados de Dios y, por ende, obligados a resolver las cosas sin Su ayuda. Más bien, podemos afirmar que somos, en realidad, ideas espirituales con una conexión vital e inquebrantable con el Espíritu, la fuente de todo el bien. La respuesta que necesitamos es fundamentalmente una respuesta espiritual. Dios, el Espíritu, está siempre presente, y cuida de nosotros con precisión, perfección, infaliblemente y sin interrupción. Por esta razón, podemos afirmar que el Amor divino realmente siempre ha respondido a todas las necesidades humanas, y siempre lo hará, y que nuestra necesidad particular no está fuera de esta economía divina eficiente. Tales verdades, cuando se comprenden, dan margen para que el poder de Dios opere en nuestra vida. 

Desde 1893, La Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Boston ha convocado una reunión anual. En 1972, en una de esas reuniones, el informe del tesorero Roy Garrett Watson incluyó una declaración que invita a la reflexión acerca de apartarse de lo humano y volverse hacia lo divino: “La mentira de que los ingresos son insuficientes nunca debe enfrentarse aumentando materialmente los ingresos o reduciendo los gastos, sino aplicando la ley del Cristo de que la sustancia infinita es suficiente, desbordante e indefectible para satisfacer cualquier demanda que se le haga” (The Science Christian Journal, August 1972).

Nosotros, por ser ideas espirituales de Dios, somos cuidados y bendecidos sin medida, sin interrupción. La economía divina en constante operación está disponible para cada uno de nosotros, independientemente de quiénes somos o de la urgencia de nuestra situación. Eternamente proporcionará en suficiente medida el progreso y la abundancia que necesitamos, ahora y siempre.

David Hohle
Escritor de Editorial Invitado

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