La necesidad de estar abierto al cambio es constante en la práctica de la Ciencia Cristiana. Al hablar del “nuevo nacimiento”, Escritos Misceláneos 1883-1896 por Mary Baker Eddy dice: “Empieza con momentos y continúa con los años; momentos de sumisión a Dios, de confianza como la de un niño y de gozosa adopción del bien; momentos de abnegación, consagración, esperanza celestial y amor espiritual” (pág. 15).
Esa “confianza como la de un niño” acepta que Dios gobierna y sabe que, cualquiera sea el cambio que se produzca, Él se mantiene en control. Como dice una estrofa del Himno 148 del Himnario de la Ciencia Cristiana: “No teme cambios mi alma / si mora en santo Amor” (Anna L. Waring). No dice que no habrá cambios en nuestra vida, sino más bien que no necesitamos temer el cambio cuando nuestros pensamientos están anclados en Dios.
Incluso podemos abrazar y buscar con entusiasmo el cambio a la manera de un niño. El cambio puede traer esperanza, alegría, energía y estimular el pensamiento. Nos obliga a apartarnos de la rutina de tener un sentido personal de las cosas y de las antiguas maneras de actuar y pensar.
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