Deseo expresar públicamente mi gratitud a la persona que me señaló el camino hacia la curación en la Christian Science, en un momento en que todo parecía perdido.
Yo había probado todo lo que las mejores autoridades médicas recomendaban para el tratamiento del asma. Un médico me dijo francamente: “Nada más puedo hacer por usted.” Otro, que era uno de los tres especialistas autorizados por el gobierno federal para practicar los métodos más adelantados para la cura del asma, después de una serie de tratamientos, que incluían una dieta rigurosa, dijo: “Estoy haciendo todo lo que puedo.” No obstante empeoré; no podía dormir — no me atrevía a hacerlo, sabiendo la agonía que me esperaba al despertar.
Entretanto llegué a conocer a la persona mencionada más arriba. Un día estábamos hablando en su oficina y le conté lo que los médicos habían dicho, agregando con mucha vehemencia: “¿Qué haría usted en mi lugar?” Ella trató de calmarme un poco y más tarde me hizo entrar en su oficina privada, donde me contó algo sobre la manera en que la Christian Science ayuda y sana. En aquel entonces yo no sabía nada de la Christian Science ni que mi amiga era una Científica Cristiana. Habló conmigo unos minutos, y luego me sugirió que fuera a una sala de lectura a buscar el libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras”, por Mary Baker Eddy, y lo leyera. No le prometí que lo haría, pues no podía comprender cómo la lectura de un libro me podría sanar cuando los mejores médicos habían fracasado. Sin embargo, para demostrarle mi gratitud por su interés — su sinceridad y fe en la Christian Science también deben de haber influído en ello — fui a la sala de lectura al medio día y pedí el libro de texto. Más tarde aquel día, siendo miércoles, mi amiga me vino a preguntar si quería acompañarla a la iglesia esa misma noche. Me excusé, y llevando el libro para mi casa, lo puse sobre la mesa de noche, y ahí quedó.
El sábado por la noche me di cuenta de que estaba mucho peor. Una enfermera me había estado poniendo inyecciones, y por su manera de actuar pude comprender que yo estaba muy mal. Aunque extenuada, no quería dormir, sino que oré por que si me quedara dormida no volviera a despertar. Sentía que no podría seguir así. En aquel momento me fijé en el libro que estaba sobre la mesa de noche. Lo cogí, preguntándome de que se trataría. Empecé a leer y seguí hasta la página 14, donde dice: “No podemos ‘servir a dos señores’”. No se si perdí el conocimiento o si me quedé dormida. Cuando volví a abrir los ojos, una gran tranquilidad lo invadía todo, mientras la luz del sol entraba a torrentes a través de las ventanas. Eran las siete y media de la mañana. Permanecí acostada, casi sin atreverme a respirar; más bien parecía un sueño. Entonces me di cuenta que estaba despierta, y descubrí que podía respirar libremente. ¡Qué grande fué mi alegría en ese momento! Respiré larga y profundamente, con facilidad absoluta, y así he seguido haciéndolo desde entonces.
En aquel tiempo no sabía nada de la Christian Science. Ni siquiera sabía quien era Mrs. Eddy. Pero por lo visto estaba preparada para aceptar la Christian Science, y me curé instantáneamente.
Durante tres días guardé bien mi secreto, tan precioso me era. Por supuesto yo no sabía cómo se había efectuado la curación, pero sí sabía que algo maravilloso había ocurrido, y desde ese momento comencé a vivir realmente. Entonces se lo conté todo a la persona que me había recomendado el libro de texto. Ella se sintió muy agradecida. Empecé a concurrir a la iglesia, y desde aquel momento, a medida que iba leyendo la Biblia y las obras de Mrs. Eddy tuve muchas otras evidencias de progreso. Aquella cura ocurrió hace más de cinco años. Espero todavía mayores gozos a medida que aumente mi entendimiento.
Mientras servía en el ejército, fui sometida a tres pruebas reglamentarias de rayos X, y mis planillas estaban libre de toda tacha. Esta es una prueba más de la cura perfecta y permanente que la Christian Science ofrece a todo aquel que se dispone a aceptar la verdad.
Deseo terminar este testimonio de la misma manera que lo empecé, es decir, dándole gracias a Dios por la persona que me recomendó la Christian Science, y cuya paciencia, calma, amor y manera de aplicar esta verdad en la vida diaria me sirve de constante inspiración.— Santa Bárbara, California, E. U. A.
