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Dios ante todo

Del número de abril de 1949 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Las últimas cien páginas del libro de texto, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras”, por Mary Baker Eddy, se componen de testimonios de curaciones realizadas por medio de la Christian Science. Estas curaciones de toda clase de dolencias y enfermedades, efectuadas por el simple estudio del libro de texto, bien se podrían llamar milagros modernos. Algunas de ellas resultan especialmente interesantes, puesto que el que testifica manifiesta que no emprendió el estudio del libro precisamente para obtener una curación física, sino para encontrar a Dios. Luego al encontrarle, y al comprender que Su poder y presencia infalibles son un hecho demostrable en el presente, y no una vaga y lejana posibilidad para después de la muerte, recibió su propia curación tan natural e inevitablemente como el día sigue a la noche.

Usted preguntará: ¿Cómo es esto? La respuesta es sencilla. La iluminación mental que se produjo por el estudio de esta “clave” de las Escrituras, la resurreción de la tumba de la materialidad y el temor, la ascención de lo mortal hacia el reconocimiento del ser verdadero e inmortal del hombre, como imagen y semejanza de Dios, liberó en tal forma al que estaba buscando a Dios que éste ya no podía permanecer sujeto a las tal llamadas leyes de enfermedad y muerte que le habían sido impuestas. Como lo expresa uno de los que testifican: “Me sentí como un prisionero que por años había permanecido encadenado, y que de pronto fué puesto en libertad” (pág. 639).

El Maestro dijo (Mateo, 6:33): “Buscad primeramente el reino de Dios, y su justicia; y todas estas cosas os serán dadas por añadidura.” Esto se está comprobando a diario. Hace poco tiempo una joven acudió a la Christian Science en busca de curación. Había sufrido intensamente durante muchos años. No habiendo encontrado alivio en la medicina, por fin recurrió a la Christian Science, y con mucha diligencia, casi con desesperación, comenzó a estudiar la Biblia y Ciencia y Salud. También asistió a los cultos y conferencias de la Christian Science. Cada vez que abría los libros, lo hacía con la esperanza de encontrar alguna frase o pensamiento especial que pudiera producir la curación que tanto anhelaba; cada vez que asistía a los cultos dominicales, a las reuniones testimoniales de los miércoles por la noche, o a alguna conferencia sobre la Christian Science, siempre lo hacía con la esperanza de hallar, ya fuera en la lectura, los himnos, el solo, los testimonios o la conferencia, la inspiración que le libraría de sus sufrimientos. Sin embargo, aun después de muchos meses de afanosa búsqueda, no sanó.

Un día abrió el libro Ciencia y Salud, con una actitud enteramente nueva, con un sentimiento de gran humildad y verdadera gratitud. Comprendió que aunque todavía no había sanado físicamente, sin embargo durante esos largos meses de estudio había obtenido algo muy precioso y de un valor inestimable — la comprensión de Dios. Se dió cuenta de que no había estado tratando de conocer mejor a Dios, ni de amarle más, sino que más bien había estado buscando los panes y peces, y que a pesar de ello, había encontrado a Dios. Se sintió llena de gratitud, pues jamás había sentido tanta hambre y sed de justicia como en ese momento.

Sus oraciones, en lugar de ser súplicas por la curación, se convirtieron en alabanzas de gratitud a Dios por Su amor y bondad infalibles. Los sufrimientos y dolores que durante tanto tiempo parecían formar gran parte de su vida — casi su vida entera — se alejaron de su conciencia, a medida que ésta se llenaba de amor hacia Dios. En realidad no se dió cuenta del preciso momento en que se produjo la curación física, y cuando por fin se percató de ello comprendió en parte el significado de las siguientes palabras del Maestro: “Todas estas cosas os serán dadas por añadidura.” Con gran reverencia dió gracias a su Padre-Madre Dios, a quien había empezado a conocer y amar.

La Christian Science enseña que la verdadera oración consiste en “buscar primeramente el reino de Dios, y su justicia.” No consiste en la mera repetición de palabras, por muy sinceras que éstas sean, ni tampoco en rogar por algo material, sino más bien en poner a Dios primero en la vida diaria, y en mantenerle siempre primero. “El pedir meramente que amemos a Dios, nunca nos hará amarle” escribe Mrs. Eddy (Ciencia y Salud, pág. 4), “pero el anhelo de ser mejores y más santos, expresándose en vigilancia diaria y en el esfuerzo por asimilar más del carácter divino, nos modelará y formará de nuevo, hasta que despertemos a Su semejanza.”

En este pleno despertar no existe la enfermedad, la escasez ni el mal. A veces el mal parece tener mucho poder, parece vanagloriarse y jactarse de tal poder, intentando con sus ostentaciones llegar hasta el mismo cielo, pero la eterna verdad es que el mal carece en absoluto de substancia, lugar y poder, porque nada tiene que ver con Dios. Escuchad estas palabras gráficas del profeta Isaías: “¡Cómo caíste de los cielos, oh Lucero, hijo de la aurora! ¡has sido derribado por tierra, tú que abatiste las naciones! ... Pues Jehová de los Ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo invalidará? y su mano es la que está extendida, ¿y quién la volverá atrás?”

El Señor sólo ha designado el bien para Sus hijos. Su amor es universal, imparcial, inagotable; está siempre presente y es asequible a todos. A medida que nos damos cuenta de nuestra unidad con el Amor que es Dios, encontramos que Su mano “está extendida” para bendecir a todos por igual, y no sentimos la menor duda de que nada la “volverá atrás”.

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